Sr. Director
Deben ser muy pocos los países que para aceptar otorgar la ciudadanía a algún aspirante, no le pongan como requisito el conocimiento de sus leyes, de su historia y el juramento de lealtad a sus leyes básicas.
Por lo tanto, tal juramento debe constituirse en la columna vertebral de todos aquellos que deseen obtener la ciudadanía israelí.
Así mismo, en mi país está considerada como una falta muy grave la traición a la patria y en tiempos de guerra la pena es la de muerte.
Tomamos la existencia del Estado de Israel como la cristalización del sueño de Hertzl y el titánico esfuerzo de personas como Ben Gurión. ¿Si el país no fuera un estado judío, de qué ha servido tanto esfuerzo, tantos sacrificios y la interminable lucha en contra de quienes, a través de tantos años, han pretendido exterminar el judaísmo?
Para ser lo mismo que el resto de las naciones, asimilados a las culturas de los pueblos en donde padecemos nuestro destierro, confundidos de nuestras tradiciones, ¿hubiera tenido caso buscar la recuperación del territorio en donde vivieron nuestros patriarcas y matriarcas y en dónde promulgaron nuestros profetas sus concepciones humanísticas?
Si fuera así, bien podríamos seguir viviendo en la diáspora y continuar perdiendo nuestra identidad a medida que pasa el tiempo.
Por tales motivos, considero que está muy bien la propuesta, y ojalá que se aplique sin ningún tipo de restricciones. Quienes la consideren inapropiada están en la más completa libertad de buscar otras alternativas en naciones que concuerden con sus respectivos ideales.
Le envío un saludo cordial y lo felicito por su boletín.
Alejandra Roitman
Raanana