Estimados amigos,
Estas últimas semanas Líbano fue el centro de diversos acontecimientos importantes que apuntan a un calentamiento peligroso de la situación de este país.
En tan sólo unos cuantos días han aparecido signos preocupantes de que Líbano, no obstante su pequeñez geográfica, constituye el ojo de un huracán con capacidad de arrastrar a toda la región de Oriente Medio a un alarmante estado de caos y violencia generalizada.
El jeque Hassan Nasrallah, máximo líder del Hezbolá, viene realizado múltiples declaraciones arrogantes en estos días. Su verborrea refleja su nerviosismo ante la posibilidad de un inminente anuncio del Tribunal de La Haya sobre la responsabilidad de Hezbolá en el asesinato del primer ministro Rafik Hariri.
Con el gigantesco almacenamiento de armas que Hezbolá ha conseguido y el dominio que posee sobre la vida política libanesa gracias al apoyo de Irán y Siria, es un preocupante enigma cómo reaccionará ante un señalamiento de culpabilidad de parte del Tribunal, y por lo tanto de la ONU.
El contexto de creciente aislamiento internacional de Irán, de incremento de las tensiones entre Líbano e Israel y de preocupación árabe-sunnita general acerca de la peligrosidad del islamismo chiíta radical como el representado por Nasrallah y sus seguidores, constituyen un desafío a la actual prepotencia de Hezbolá.
Una de las preguntas esenciales es si reaccionará replegándose, o si pretenderá hacer uso de su fuerza militar acumulada para continuar dominando la agenda libanesa como lo ha hecho en los últimos años y mantener como rehenes a los habitantes del norte de Israel.
Los saludo afectuosamente.
Marcos Kaplan
Migdal Haemek