Editores de Semana,
Los felicito por su cobertura sobre lo ocurrido en Haití. Parece que la naturaleza ha decidido no dar tregua a los haitianos. Tan grande es el horror de lo acontecido, que pasan los días sin que los medios abandonen su atención sobre la torturada nación antillana.
Con todo, el principal peligro que se cierne sobre Haití es el del olvido.
Creo que la tarea urgente es la de saber qué es exactamente lo que hay que hacer para lograr que países en la miseria como Haití, se libren de esas catástrofes.
La solución está al alcance de la comunidad internacional. Si los países prósperos sufren infinitamente menos ante los desastres naturales, ayudar a Haití a que lo sea debe ser la primera medida eficiente tomada con una visión a mediano y largo plazo.
En cuestión de pocos años, habrá que reconducir la ayuda, fomentar el desarrollo de clases sociales destribalizadas e independientes, reforzar las clases medias incipientes, los negocios locales y la industria, siempre en el marco internacional de una amplia apertura comercial.
No hay que gastar más en la corrupta burocracia local, nada en ayudar a un gobierno déspota, opresor y desigualitario. Hay que ir directamente a quien necesita la ayuda. Poner al gobierno contra las cuerdas, exigir el control directo de la inversión y beneficiar a los destinatarios. Cualquier otra ayuda está condenada al fracaso y a continuar la desmoralización de ese pueblo castigado.
De no actuar de esa manera, los medios seguirán elogiando a las misiones de rescate y asistencia médica, pero Haití se hundirá en otros cien años de soledad; o se despertará nuevamente ante el mundo en el próximo terremoto.
Gabriel Olander
Rosario