Sr. Director
"Cuando entro a la escuela por la mañana tengo dolores de estómago de lo asustada que estoy. Por el camino, muchos religiosos me empiezan a gritar y a escupir", dijo llorando Naamá Margolis de Beit Shemesh en una entrevista por televisión.
"Los ultraortodoxos consideran que la escuela es una invasión a su territorio. Decenas de hombres vestidos de negro abordan a las chicas, se burlan de ellas y las insultan a diario", agregó la directora en el mismo reportaje.
La imagen en la pantalla de Naamá llorando mientras caminaba hacia la escuela me conmocionó y me provocó indignación y vergüenza. Quien cree que una chica de 8 años puede provocar incitaciones sexuales es una mente enferma. Y eso es lo que son estos salvajes y los rabinos que los guían.
Las comunidades ultraortodoxas viven generalmente alejadas del resto de la sociedad y con reglas de comportamiento internas en las que la mujer tiene un papel subordinado al del hombre, como es el caso de las alrededor de cuarenta líneas de "autobuses kosher", donde se les reservan los asientos traseros.
Desde tiempos inmemoriales, los ultraortodoxos son los eternos instauradores de reyes en los gobiernos israelíes. Por eso reciben generosos subsidios, todo tipo de facilidades y además la policía es tradicionalmente reacia a entrar en sus comunidades para detener a quienes tiran piedras a los coches o agreden a civiles inocentes.
Son prepotentes y se consideran todopoderosos. Sólo entendiendo ese tipo de mentalidad se pueden explicar las recientes palabras del ministro de Interior, Eli Yishai de Shas: "¿Por qué los hombres y las mujeres no juegan juntos en equipos de fútbol como Betar Jerusalén, Hapoel Tel Aviv o Macabi Tel Aviv? Se podría decir que el fútbol también excluye a las mujeres". Es así como este sujeto entiende y compara el problema.
La situación en estos momentos es muy grave. Está claro que en sociedad israelí los ultraortodoxos cruzaron las líneas rojas y nos enfrentamos a un reto que no estoy segura que tenga marcha atrás.
Se trata de algo que no es más ni menos que un desafío existencial: el carácter judío y democrático del Estado de Israel.
Lo saludo atentamente.
Norma Oren
Tel Aviv