Sr. Director
Si no fuera tan peligroso, los hechos que ocupan a Irán, Israel y EE.UU a cuenta del programa nuclear de Ahmadinejad y los ayatolas, podrían haber salido de un guión de una película de James Bond. Hay asesinatos selectivos, amenazas ocultas, científicos malvados, virus informáticos, agentes ineptos, armas sofisticadas, barcos de guerra, misiles y hasta el fantasma del famoso botón rojo y la bomba atómica.
Es difícil de entender a quién beneficia esta escalada de tensión, y más aún encontrar cualquier indicio de racionalidad en un posible ataque por parte de unos u otros. Pero me parece que los tres países están utilizando la excusa del enriquecimiento de uranio y la fabricación de armas nucleares para sus fines internos. El problema de jugar con fuego es que uno se acaba quemando.
Empezando por Irán. Por un lado, se enfrenta a una complicada situación económica - por las sanciones, pero también por la imparable corrupción de ciertos elementos del regimen - que amenaza con agravarse si EE.UU confirma su bloqueo del sistema financiero iraní. Por otro, las elecciones parlamentarias de marzo se plantean como un duelo entre los partidarios del ultraconservador líder supremo, Alí Jamenei, y los de su histriónico presidente, Mahmud Ahmadinejad. Para ambos, el desafío nuclear a Occidente supone una demostración de fuerza, soberanía y orgullo nacional.
Para Israel, Irán, con su retórica antisionista, se convirtió en el enemigo N° 1, un punto sobre el que todos, en un escenario político fragmentado y polarizado, están de acuerdo. Solamente 24 horas antes de este último atentado, el jefe del Estado de Tzáhal, Benny Gantz, advirtió a Teherán de que podría enfrentarse a nuevos sucesos extraños a lo largo del 2012.
Sin embargo, para Israel no es tan fácil llevar a cabo bombardeos preventivos de las instalaciones nucleares iraníes como hizo en Irak o en Siria, según fuentes extranjeras. El Gobierno de Teherán descentralizó su programa y lo protege bajo búnkers subterráneos, lo que dificulta sobremanera los ataques.
Obama tampoco puede dejar pasar la amenaza iraní como si tal cosa, y menos en un año electoral, y debe demostrar su fortaleza ante el desafío y las mentiras constantes de los ayatolas. ¡Qué más querrían muchos republicanos que poder acusar al presidente de abandonar a su suerte a Israel! En medio, el debate sobre el declive de la superpotencia y sobre cómo y cuándo usar la fuerza militar después de los fracasos en Irak y Afganistán.
Sin embargo, un ataque armado, de cualquier lado, sería una catástrofe para la seguridad de Oriente Medio. En estas circunstancias, lo mejor será que los líderes occidentales mantengan la cabeza muy fría si no quieren verse en medio de una terrible tormenta.
Cordiales saludos.
Ariel Cwik
Tel Aviv