Sr. Director

Hace ya un año que comenzó la turbulenta situación en el mundo árabe que derrocó gobiernos y generó transformaciones en algunos regímenes con consecuencias que van más allá de la región. Queda claro que el cambio que empezó con la caída de poderes autocráticos en algunos de los países árabes, continuará modificando las reglas del juego.

Mucho se escribió ya sobre las causas y los orígenes de la ola de movimientos de las insurrecciones populares y revoluciones civiles en dichos países y del rol central que en ellas jugaron las generaciones jóvenes como promotores de las manifestaciones en masa que condujeron a cambios tan drásticos como a resultados diversos.

Es cierto que las revoluciones consiguieron erradicar a dictadores y celebrar elecciones libres. Pero después de los comicios en Túnez y Egipto y los posibles procesos electorales en otros países, es claro que los resultados reflejan una mayoría islámica que no contiene la misma agenda política de los manifestantes. De hecho los manifestantes originales no lograron traducir su molestia de una manera tangible en la política interna.

Estamos siendo testigos de un proceso en el cual los regímenes de transición buscarán en un futuro próximo una nueva balanza entre diferentes fuerzas y tendencias potencialmente divergentes: el islamismo que ganó la mayoría parlamentaria y una gobernabilidad viable y legítima que encuentre el equilibrio entre las expectativas populares y los intereses y demandas de las fuerzas existentes, como por ejemplo el ejército.

Los desafíos que enfrentan estos nuevos regímenes siguen siendo enormes: economías en declive, problemas demográficos y la disminución del peso político regional.

A su vez, los nuevos gobiernos tienen que satisfacer a la opinión pública buscando políticas populares que no necesariamente convergen con los intereses nacionales. El modelo turco de una democracia islámica aparece como una posibilidad pero permanece como un interrogante abierto en relación a las posibilidades de ser adoptado por los gobierno árabes.

La historia no muy lejana nos enseña que el Islam del mundo árabe y musulmán puede moldearse de una forma pragmática o hacerlo de una manera ideológica radical, similar al modelo de Irán.

Oriente Medio se encuentra hoy muy lejos de ser estable. Los acontecimientos en países como Siria, Yemen y Libia muestran el peligro de una guerra civil mientras que otras naciones pueden llegar a convertirse en Estados fracasados o desintegrados.

La atmósfera de la crisis económica mundial que atrae la atención de la comunidad internacional es otro factor que impide a países fuera de la región involucrarse con esta situación.

La oleada de los movimientos de cambio continuará en los próximos meses. La probabilidad de que Oriente Medio se vuelva democrático como resultado de dichos procesos, de manera similar a los países de Europa Oriental tras la caída de la URRS, es muy improbable.

Le agradezco su atención.

Daniel Malka
Modiín