Sr. Director:

Pasan semanas y meses y la represión brutal del gobierno sirio sobre sus ciudadanos continúa como si nada. La comunidad internacional, incluida la Liga Árabe conseguen detener este circuito de horror.

Ni siquiera la ONU, con Kofi Annan a la cabeza, ayuda a disminuir los bombardeos y la violencia contra los civiles. El papel que juega Rusia - la «nueva democracia» - es vital para el sostenimiento del régimen de los Assad en el poder.

Tal estado de cosas genera la impresión de que se trata de un callejón sin salida donde la situación puede prolongarse indefinidamente a pesar del altísimo costo en vidas humanas y el sufrimiento de la población.

El problema en Siria no es una secta determinada, sino una familia, la de Assad. En las recientes sanciones impuestas va implícita la consideración de que la comunidad internacional aceptaría un golpe de Estado militar que pusiera fin al reinado de esa maldita familia de asesinos.

Más allá de pretender presionar al presidente con las sanciones, lo que se intenta es convencer a los altos círculos militares de que sean ellos quienes lo echen, tal como sucedió en Egipto con Mubarak.

Aunque parezca mentira, lo que prevalece en Siria es la dictadura de una sola familia, y quienes tienen el control de las armas podrían convencerse de que no vale la pena seguir respaldando al régimen y de que un golpe militar que lo sacara del poder contaría con la bendición internacional y con el apoyo necesario para la instauración de un nuevo orden, aunque a Rusia no le guste mucho la idea.

Cada día es más evidente que la catástrofe humanitaria que se registra en Siria obliga a la comunidad internacional a pensar en términos novedosos para romper el status prevaleciente e impedir que el baño de sangre continúe.

En estos días en que festejamos Pesaj, podemos pensar que el pueblo sirio también tiene derecho a ser libres.

En el siglo XXI es muy difícil encontrar una guerra entre dos pueblos que se sienten libres.

Le deseo un Pesaj Sameaj Vekasher

Java Cohen
Modiín