Itzjak Shamir fue un luchador como pocos, junto a recordados y valerosos promotores e impulsores de la Independencia de Israel como Ben Gurión, Golda, Weizmann, Beguin, Alón o Rabín, entre muchos otros.

Luego de los años en la clandestinidad, de centenas de operaciones secretas en el Mossad y de presidir la Knéset, le tocó lidiar con la primera Intifada palestina con las implicaciones que tal circunstancia conllevó al país. Una revuelta que se prolongó hasta 1993 y contribuyó al desgaste de su dobierno y a una mayor presión internacional hostil a Israel.

En enero de 1991, en la Primera Guerra del Golfo, Shamir daría muestra de su alta visión de Estado al no ceder a la provocación de Saddan Hussein, tras su ataque con misiles a Israel.

Shamir supo contener sus propias palabras pronunciadas pocos meses atrás en el sentido de que Israel sería implacable ante cualquier provocación de Irak, consciente, tal vez, de que una respuesta contundente de Israel en aquella guerra, hubiera tenido consecuencias impredecibles para la región y para Israel, y dejó que EE.UU junto con la coalición árabe llevaran a cabo el ataque.

Shamir optó por la prudencia y se decantó por la diplomacia para articular una solución al conflicto con los vecinos árabes y abrir una vía de diálogo a través de la Conferencia de de Madrid, auspiciada por la URSS y EE.UU, donde se logró sentar en torno a una misma mesa con la OLP, Jordania, Siria y Líbano, y cuyos resultados fueron el embrión de los acuerdos de Oslo.

Shamir fue un verdadero patriota israelí; de esos que hoy en día no se encuentran con facilidad, y que tan buena falta nos hacen.

Atentamente.

David Yablonka
Carmiel