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Mujeres, mujeres, mujeres

Mujeres, mujeres, mujeres

Sr. Director

No sé si se habrán percatado que lo que se perfila cada vez más a lo largo de las manifestaciones de protesta social que desde hace un mes inundan las calles de Israel es la centralidad de las mujeres en ellas.

Luego de un principio un poco amorfo, en el que no existían liderazgos definidos, poco a poco aparecen voces y caras representantes del movimiento de protesta ante las autoridades y los medios. Y esas voces y caras son de mujeres que, si bien tienen detrás un sólido apoyo masculino, llevan la voz cantante al encarnar el segmento demográfico más afectado por las políticas gubernamentales, y tener, al mismo tiempo, la capacidad de tomar las riendas de la movilización.

Nuestros reclamos se orientan sobre todo a la situación imperante en el que nuestros intereses y reivindicaciones son tradicionalmente menospreciados. Y es que en un país en el que se mantiene un estado de alerta casi permanente, como el nuestro, Tzáhal y las áreas de seguridad e inteligencia recibien un trato enormemente privilegiado en lo que respecta a recursos, subsidios y preferencias, situación también replicada en lo que respecta a la política de construcción de asentamientos en Cisjordania y a subsidios a sectores ultraortodoxos con alta capacidad de presión política.

Por ello, las mujeres en Israel expresamos muy concretamente nuestras demandas: una serie de cambios de prioridades en el sistema nacional a fin de que dejemos de ser quienes paguemos el altísimo costo, económico, social y emocional, de los privilegios de otros. Por ejemplo: que el Estado sea congruente con su política de aliento a la natalidad, proporcionando al mismo tiempo servicios que en efecto nos permitan ejercer nuestra maternidad de manera digna en el entorno social y laboral.

Protestamos por el hecho de que el costo de las guarderías y la educación preescolar sea mayor que el de la universitaria, y porque las condiciones de trabajo establecidas no contemplen beneficios y licencias para nosotras que en cambio sí rigen para los hombres en su servicio en la reserva de Tzáhal.

En pocas palabras, pretendemos una restitución actualizada de los elementos más preciados de lo que fue el modelo israelí del estado de bienestar. La intención es que el Estado reconozca que nosotras no somos individuos aislados, sino seres que en la mayoría de los casos tienen padres, a menudo ancianos, maridos e hijos, cuyas necesidades deben ser atendidas con sensibilidad y respeto, y sin que por encima de ello prive la fría productividad laboral.

Nuestro mensaje es, en ese sentido, cada vez más claro y ambicioso, pues no se trata ya más de un mero asunto de precios y carestía, sino de valores fundamentales sobre los que se base la estructuración de las funciones del Estado y de nuestra vida en él.

Cordiales saludos

Gabi Kuperman
Modiín