Sr. Director
«Netanyahu no tiene derecho a convertir a Israel en un paria internacional. La seguridad de Israel no puede garantizarse luchando en contra de un Estado palestino. Netanyahu debería volver atrás de su peligrosa decisión de congelar los fondos retenidos a la Autoridad Palestina y cancelar los planes de nuevos asentamientos en Cisjordania antes de que la posición internacional de Israel se asemeje a la de Irán o Corea del Norte».
Estas frases, extraídas de un editorial del diario «Haaretz» titulado «Conducta temeraria», muestran que los castigos impuestos por Bibi a Abu Mazen por conseguir que la ONU reconozca a Palestina como Estado observador no miembro, no goza de un respaldo total en Israel.
Bibi es un político que elevó el caradurismo a la categoría de arte. Es capaz de aplicar a nivel interno criterios democráticos irreprochables y, al mismo tiempo, desconocer los derechos humanos más fundamentales de los palestinos.
Esa paradoja explica que en Israel se puedan leer titulares como «Netanyahu lleva a Israel al abismo» o «La derecha atenta contra la seguridad nacional», que reflejan el malestar por las actitudes de Bibi.
Sin embargo, no hay que engañarse: la opinión de «Haaretz» y de un sector de la intelectualidad y de la población israelí no es mayoritaria. La herida abierta del Holocausto, las guerras con los árabes y un sentimiento de invulnerabilidad adquirido tras muchas victorias militares, forjaron en los gobiernos israelíes la idea de que sólo el uso de la fuerza basado en la superioridad militar absoluta garantizan la supervivencia de Israel.
Eso no se llama vivir en paz, sino en situación de guerra, tregua o aislamiento permanentes; por eso, negociar una solución definitiva debería ser la prioridad absoluta de Israel. Sin embargo, las voces que claman por la moderación y el compromiso apenas se dejan oír entre quienes exigen mano dura.
Así que todo apunta a que Netanyahu y sus socios de ultraderecha - nacionalistas y ultraortodoxos - volverán a ganar las elecciones y Bibi se sentirá más legitimado todavía para continuar con su política de hechos consumados que hace imposible la solución de dos Estados, la única que permitiría vivir a ambos pueblos con relativa calma.
Lo saludo atentamente.
Elvira Hojman
Haifa