Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Mujeres en el ring

Durante la última representación de la ópera "El holandés errante" de Wagner una escena me conmovió de un modo que aún no alcanzo a definir: un grupo de mujeres cantaban y cosían mientras esperaban a sus hombres que, tras mucho sacrificio pisaron tierra firme. Imagen bella y envolvente.

Un amigo me contó que en los '60 hubo una especie de mini levantamiento de mujeres pertenecientes a una acomodada clase media; abandonaban sus casas por unas horas para reunirse en un salón donde se les enseñaba a tejer con la máquina Knittax. Hubo otras, en cambio, que durante esa activa década quemaron sus corpiños, se quitaron el maquillaje y declararon el surgimiento de lo que se llamó MLF (Movimiento de Liberación Femenina).

Entre estas posiciones extremas, existe una amplia nación de mujeres que llamo querellantes, desaforadas, torpemente reguladas por un sistema binario de agrado-desagrado, según la ley del me gusta/no me gusta. Particularmente les tengo miedo. No me refiero a las que por causa justa - las personas poco necias saben cuándo una causa lo es - se defienden y marcan territorio. Justamente a esto último me voy a remitir. Como muchas otras operarias en estos Tiempos Modernos asisto sistemáticamente a esa fábrica - nunca del todo eficiente - transformadora de cuerpos llamada gimnasio. Hace poco me vi sorprendida por un espectáculo del peor Chaplin o el mejor Fellini: una pelea entre dos mujeres. Feo. Muy feo. Nos preparábamos para iniciar una clase. Éramos unas treinta o treinta y siete. No miro ni hablo con nadie, so temor de que me muevan el piso. El espacio es exiguo si lo comparamos con las dimensiones de chacras y estancias que pueblan nuestra pampa. Digamos que es "ajustado" para ese número de damas, si todas deciden acudir una mañana. Bah, ese día.

Es cierto que en "Mi lucha" del año '24, el tristemente conocido hombre de bigotito ya hablaba del "lebensraum" - espacio vital - como un modo de embaucar a sus adversarios cuando su verdadero proyecto era un "Reich por mil años". Execrable.

Estoy convencida de que estás mujeres nada saben de esto ni les interesa. En el gimnasio la contienda es por un territorio pequeñísimo. Sólo se trata de circunscribir un espacio donde al ritmo de una lambada no te encuentres con un brazo ajeno golpeándote el pecho. Sólo eso. Estas dos mujeres - ya no Lolitas - más parecidas a la madre de Lolita, encarnada en la película original del mismo nombre por Shelley Winters y dirigida por Stanley Kubrick, dieron comienzo a una serie de verbalizaciones del tipo: - Correte; yo llegué primero. - Y a mí qué me importa. - No me corro nada, ¿quién te pensás que sos? - Entonces... j...dete si te piso. - Me ponés un pie y te mato. Acompañados que fueron estos decires por la voz en off del profesor que repetía: - Un, dos, tres, ¡vamos que ya llega el verano! - era junio - falta poco para ponerse la bikini -, y esas cosas de quien cree en milagros, las contendientes subieron sus apuestas al son, esta vez, de un cha-cha-cha. Sin ninguna mácula de "pánico escénico" propio de actores, sino más parecidas a las vedettes de Villa Carlos Paz a comienzo de temporada, una arrojó a nadie en particular pero a alguien en especial un:

- Yo conozco a estas Barbies hechas. Todo el día en el gimnasio y después tomando cafecito.

- Conmigo no, querida. No me atrevo a suponer que parodiaba el dicho faro del mes pasado, ya que la veo siempre tomando café con amigas. Aunque puede suceder que mire televisión o lea, entre cafecito y cafecito y lo conozca.

Por primera vez en treinta años, por decir una cifra alta, puede que sean cuarenta ya que nací en una sala de musculación, el profesor detuvo la clase. Una regla de oro de cualquier gimnasio es que sólo se suspende una hora pagada previamente por desmayo, convulsión o muerte súbita de alumno y/o profesor. Si por caso, te sintieras mal, te vas y te desplomás afuera o en la recepción.

- Si no se comportan renuncio - dijo el profesor. Como personal trainer gano más que aquí - y bajó a buscar a otra mujer que calmara tanta endorfina artificialmente producida y desaprovechada. La "operación búsqueda" llevó su tiempo. El suficiente, como para que el resto nos organizáramos, en dos grupos que defendieran tanto a una como a otra de las ocupantes del improvisado ring. Lo que más nos costó dirimir fue el trofeo que se ofrecía como premio. Oscilábamos entre dos cajas de Rivotril de 2 mg o un cinturón masajeador Slender Shaper, - el Eslender como se escucha decir por ahí - de esos que no necesitás pisar un gym. Ganó el Rivo. Ya nadie mastica publicidad, sí el galardón elegido. La disputa continuó y dio lugar a comentarios de lo más disparatados las semanas siguientes. Yo me retiré una vez instaurado el premio no sin antes preguntarme bajo esa forma reduccionista y baladí, pero no por eso menos cierta: ¿Qué es peor? ¿Enojarte con un novio o con el gimnasio? Saben mi respuesta: Novios se consiguen, ¡gimnasios cercanos a tu hogar, razonablemente limpios con buenas pantallas de televisión LED, no! Lo peor que te puede suceder no es pelearte con tu pareja sino no encontrar un espacio donde descargar tu mal humor y pasar por desaforada.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 12.6.11

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.