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La espera

Toda persona tiene una zona débil, un talón raquítico, que si trastabilla y resbala, es probable que caiga. No es seguro. En algunos, este talón se llama vergüenza, en otros celos, fastidio y siguen las debilidades. El mío es el de la Espera de cualquier naturaleza.

La espera de alguien, de un llamado, de un mail, de un mensaje SMS que debió hacerse en tiempo y forma y si se realizó, fue a deshora. Tarde.

Ejemplos no me faltan. Tomo el del carpintero que prometió llegar a las 9 y lo hizo a las 12 del mediodía. Me cuenta "cuentos" que ya no escucho. Tienen la estructura todo bien hasta que algo - malo y extraño - ocurre. Por caso, el tipo salió a horario y de repente en la ruta fue abducido por una nave espacial que lo condujo a algo parecido a lo que Huxley describe en Un mundo Feliz. Conozco bien esa novela. La leí en español, inglés y sánscrito. Me imagino contestándole: - ¿Y la pasó bien con Lenina?, el personaje femenino de la novela. Y sí, un mundo feliz es mejor que este, donde hay horarios y se debe laburar.

Cuando concluye el relato me abstengo de entrarle a la yugular. En cambio, hago como si le creyera y mirando al techo afirmo: -Sí, Carlos. Son cosas que pasan. A cualquiera le puede suceder, - ¡pero no todas las veces que debe venir a mi casa! Esto último lo pienso pero no lo digo, - soy yo quien no sabe de carpintería - en cambio, arrojo: - Por favor, póngase a trabajar en la puerta atascada del placard ¡hace tres días que uso la misma ropa!

Otro ejemplo, más del estilo de las puertas del corazón, pero el mismo grado de irresponsabilidad y destrato, como se dice ahora.

Quedás en encontrarte con alguien en un bar o en tu casa. Te preparás, corres horarios, dejás de hacer los miles de trámites que aguardan tu incursión. El personaje no acude a la hora señalada ni llama para disculparse. En plena era de las comunicaciones, esto es ya un "apetizer", una muestra gratis de lo que vendrá, en el caso de avenirte a seguir postergando tareas.

Si algo se, es que hay tres tareas imposibles de realizar, al decir de Freud. Una de ellas es la de "educar "al otro. Ya bastante cuesta autoeducarse.

En esa hora de espera, digamos, por no decir dos, que es la mar de la humillación vana, innecesaria, vacua y a esta altura del XXI- banal- y sólo por recordar el título de la obra de Hannah Arendt "Eichmann en Jerusalén, un estudio sobre La Banalidad del mal" suponés dificultades que vos tampoco podrías sortear y las "entendés".

Lo asaltaron.

Lo asaltaron y le robaron el celular. Todavía está vivo. Llegará.

En el camino lo asaltaron -siempre asaltan a esta persona - unas terribles ganas de ir al baño por no tomar el antiflatulento acorde al volumen de su ingesta. En el excusado o biorsi, depende de la zona, lo asaltaron efectivamente y le robaron el celular. Todavía está vivo. Llegará.

Logró escapar de un asalto pero ya en la ruta se le cruzaron cuatro caballos, chocó y se murió. No llegará.

Dice Roland Barthes en "Fragmento de un Discurso amoroso" que la espera "es un encantamiento": recibí la orden de no moverme. La angustia de la espera quiere que yo me quede sentada/o a la espera sin hacer nada". Personalmente, esto que afirma Barthes - con el que aprendí a sufrir con rigor à la francesa - lo puedo sentir y pensar días más tarde. Sí puedo detectar en la tardanza, el momento del "no llegará" y eso además de hacerme dudar entre fumar un par de cigarrillos - que ya prácticamente he dejado - o comerme el atado con celofán y todo, me sumerge en el efecto de un pequeño duelo. Duelo conmigo misma; me divido, soy dos: una que cree - que vendrá - y otra que sabe que no lo hará. Triunfa la segunda. Me doy lástima. Y muchísimo más tarde, cuando ya pasó el episodio y porque soy psi me digo: si el otro me divide tanto es porque quiere mi angustia. Y con la fuerza que sacás de un duelo en serio, doloroso te decís: Fuori. Io sonno fuori.

Último ejemplo: Un amigo me hace un test de tolerancia hacia la espera y me pregunta: Cuando estás en un chat,- con alguien inteligente, no de esos en que contestás sí, no, puede ser- y el otro se demora en contestar ¿pensás que te abandonó?

- Sí, claro.

Entonces, amiga, el chat no es para vos. Dalo de baja, eliminalo. - Ya lo hice. - ¿Y?

- Repetí cada cinco minutos al gran León. - "Yo los conozco a esos cosos. Ya no los adoro ni los soporto. Stop. Stop.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 22.5.11

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