Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Nada peor que una mala primera impresión

Cuando era chica me interesaba por las causas. Las causas eficientes, los porqués de todo lo que se me presentaba como ininteligible. ¿Por qué la tierra era redonda? ¿Por qué la letra H era muda? ¿Por qué me cortaban el pelo si yo lo quería largo hasta la cintura?



Me daban respuestas que no me satisfacían completamente. Eso hizo que aún hoy me siga preocupando por "las causas" más que por las consecuencias.

Que me cortaran el pelo porque mi madre tenía calor constituía un postulado indiscutible. Un postulado es una proposición no evidente por sí misma ni demostrada, pero aceptable ya que no existe razón para que así no sea. Y sí, mi madre tenía calor.

Hay hechos que escapan a la racionalidad, que dependen del azar, que se me dan mal: es la compra de electrodomésticos. Al contrario, sé que puedo comprar ropa, zapatos, libros y nunca me equivoco a la hora de elegir una película.

La compra de soluciones confortables para el hogar se ha convertido en un postulado negativo en mi devenir en mujer divorciada. Y en esto incluyo a toda la aparatología soft, hard, médium, extra hard, re soft relativas a la computación hogareña. La impresora multifunción que imprime, escanea y fotocopia se encuentra alcanzada por este conjunto.

Y no me digan que se debe a mi pensamiento no positivo. Porque cuando compro este tipo de implementos no pienso ni bien ni mal: no pienso.

Maldita impresora

La impresora HP, descarto que llena de buenas intenciones, no congenió con las mías. En muchos países de Latinoamérica, de la así llamada Patria Grande, expresión creada por Manuel Ugarte y popularizada por Simón Bolívar y José de San Martín, las iniciales HP, con un "de" introducido entre ambas consonantes dan un resultado que acaba mal. Como mi compra.

Escoltada por dos amigos de esos que conocen función y aprovisionamiento de soluciones tecnológicas y ante las reiteradas faltas de vocación de servicio de mi antigua impresora, ingresé a un megalocal de venta de "esas cosas".

Soy una persona que siempre está mejor en otra parte; en este caso más. La transacción fue rápida. Mis amigos dijeron, ésa, la pagué y nos dirigimos a instalarla. Mi amigo, claro está.

La sencilla tarea de conectarla no resultó ser tal. Hubo un momento en que todo estaba saliendo bien hasta que dejó de hacerlo.

Desde lo más profundo de mi ignorancia, como para distender a mis amigos y como no creyendo en lo que iba a decir, arrojé un "Mañana es lunes, ¡qué lindo modo de comenzar la semana, llamando a los HP!"

Vía México

No hizo falta esperar al lunes. Algo comenzó a salir mal en la instalación. Llamé a los HP. Me atendieron en México y en ese momento se inició un Vía Crucis protagonizado por mi amigo que duró exactamente dos horas.

La recepción telefónica era pésima. Jorge, mi amigo, repetía: -enciendo, apago, vuelvo a encender, no se apaga, sigue titilando, quito el cartucho, lo pongo, desenchufo. Hago todo de nuevo, no lo escucho.

Vieran ustedes con qué clase, con qué don de gentes, con qué galanura este santo de amplia devoción tecnológica devolvía lo que en un momento pareció un torneo de la Copa Davis. Más que amigo, Jorge parecía un hermano.

Cansada de ser espectadora me introduje en el juego. ¡Cambiémosla, no la quiero más, llévensela!

Como si fuera tan fácil. El tercer ciclo de la operación HP, el de la autorización de la devolución fue para decirlo elegantemente, asqueroso.

Tengo para mí que sólo cuando transcurren dos horas reglamentarias el representante de la firma HP da la orden de cambio. Esto implica un código, que no se debe difundir y recién pasadas las 24 horas se puede proceder al cambio.

El señor mexicano proporcionó un número tan secreto y mejor guardado que la fórmula de la Coca Cola.

Le hizo repetir a mi amigo, por el Santo Patrono de Steve Jobs, tres veces el numerito salpicado de letras que Jorge anotó en la factura. Jorge tiene muchos dones, pero no el de la escritura ni de números ni de palabras.

Al día siguiente devolví la caja mucho antes de las 24 hs. Me pidieron la autorización alfanumérica. - ¿Es un dos o un cinco, una b o una d, un cuatro o un siete?

- ¿A usted qué le parece? -Que es un dos. - Le parece bien; es un dos. Y con esa fórmula procedí con las restantes dudas: Siempre tiene razón el vendedor.

Llevé a mi casa la nueva adquisición. De ahí a instalarla. Queda bien esa caja negra cerrada con mi biblioteca blanca. Da un toque Courrèges, muy retro '70.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 11.12.11

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.