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El largo fin de semana

Comencé el largo y prolongado último fin de semana con grandes expectativas... en mi cabeza.

Cuatro días en los que podría leer, adelantar trabajo,
ordenar placares, desechar papeles y fundamentalmente sacar la ropa de verano de sus cajas. Es lo que estuve esperando desde el 1º de enero de este año. Pero antes quise darme unos gustitos que me quemaban. Después de todo me esperaba un largo fin de semana.

Comencé por saborear la película "Tiro de Gracia" del alemán Volker Schlondorff; una adaptación personal y libre de la novela breve del mismo nombre de Marguerite Yourcenar. Fue la que más me interesó en los últimos tiempos. Tanto que la leí tres veces. Schlondorff dirigió entre otras películas "El joven Torless" del escritor Robert Musil y el "El Tambor de Hojalata" de Gunter Grass. Puse el DVD, pude ver la película hasta que... se trabó justo en la escena donde Eric, el protagonista, es obligado por Sophie a pegarle un tiro. Es la trampa que ella le ha tendido para humillarlo y para que él padezca de remordimiento hasta el fin de sus días. Esa gloriosa escena no la pude ver.

No me importó al punto de atacar al aparato. Saqué el DVD y lo tiré a la basura. Esa noche fui mi mejor alumna. Hice aquello que anhelaba.

Al día siguiente permanecí esposada a la pantalla del televisor y la computadora. Los vaivenes de la Cumbre de los países de la Eurozona celebrada en Bruselas para salvar, entre otras cosas al euro, me tomó. Y no solamente para saber qué pasaría con mis tristes treinta euros. Sino para ver cómo se desempeñaba el matrimonio Merkozy compuesto por los contrayente Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy. Desde chica me interesé por el enigma de las parejas.

El sábado era el turno de la asunción de la Presidenta. No me la iba a perder. Salí de casa, ¡sí salí!, para meterme en el gimnasio y verla por la enorme pantalla LED que preside la hilera de máquinas de correr y bicicletas fijas. Enchufada a un MP3 caminé los setenta minutos que duró el discurso a paso más que ligero, ultra rápido.

¡Qué discurso!, ¡Qué discurso!.. Largo.

Reptando llegué a la ducha y no me acuerdo de qué modo a la cama. Siempre son bienvenidas las horas de lectura y una renovadora siesta. Luego comenzaría con las demás tareas que me había propuesto, según mis expectativas.
Las horas de lectura se convirtieron en una horita y mi plan de lo que debía hacer se postergó un poco más.

No sólo de la pantalla vive el hombre, en este caso una mujer. Después de todo, para subsistir hay que hacer compras, víveres. ¿Entonces?...al supermercado, ése que está a la vuelta de casa. Es el toque poco glamoroso pero necesario que toda mujer necesita para seguir quejándose. Aún conservaba las intenciones de cumplir con mi plan.

Descansada, limpita, heladera llena ¿qué más podía pedir?
Llamó un amigo y se invitó a mi casa para mirar el partido.

- ¿Qué partido? - El clásico que verán ochenta millones de personas, el del Barsa-Real Madrid.

Y yo, que en una época no sabía quiénes eran Pep Guardiola ni Mourinho, ¿qué respondí? - Dale, vení, con la condición de que no me hables durante el juego.

Si a los veintidós segundos el Real metió un gol, - el merengue me cae pésimo, como a todo el Barsa -, no me quedó más remedio que vigilar la pantalla, no vaya a ser cosa que el niño maravilla se acalambre o se desconcentre como le sucede cuando juega en la Argentina. Un diario español tituló atinadamente el triunfo del equipo de Cataluña "The Pep Show Boys" en clara alusión al grupo "The Pet Shop Boys", que alguna vez ya nos ha visitado.

El domingo por la mañana luego de leer los diarios, me di una vueltita por la Web. Total me quedaba la tarde para rescatar al menos, la ropa de verano.

No pude sustraerme al influjo de contestar posteos de amigos y de amigos de amigos de amigos. ¿Cómo explicarlos? Delirios inteligentes a la moda del más puro estilo surrealista de Dalí. Tres veces amenacé con retirarme. Tres veces volví a entrar al puro goce de la palabra... vacía. Después de todo, disto mucho de ser perfecta.

Finalmente conseguí tomarme una mano con la otra y la obligué a cerrar la computadora en lucha dura.
En ese momento me llaman para decirme que pasarán por televisión la película "La mala educación" de Almodóvar. Almodóvar también me puede.

Total que nunca saqué la ropa de verano. Me muero de calor. Sigo usando jeans, descubrí un par de remeritas que ya había apartado para desechar, no demasiado gruesas, pero mirándolas con cariño no están mal para usarlas en casa. Les hice unos agujeros para convertirlas en ropa amigable con la estación preferida por otros. Quedan muy grunge.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 19.12.11

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