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¡Chau Facebook para mí!

Llegó el año nuevo y con él nuevos deseos y decisiones. El principal, que no se extinga el planeta Tierra ya que cualquier "resolución" no tendría sentido.
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Comenzaron a llegar e-mails advirtiéndome que lo que vaya a hacer lo haga rápido porque es posible, según ciertas predicciones mayas, que los humanos no tengamos dónde vivir a partir del próximo 21 de diciembre.

Esos mayas me han apurado: dejaré de pertenecer activamente a la cofradía de la plataforma Facebook al menos por un tiempo, para leer íntegramente "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust. Cuando termine sus siete tomos comenzaré con "Los BuddenbrooK" de Thomas Mann. Y cuando finalice ambos, volveré a releer el primero de los textos nombrados hasta que se me haga carne lo del "tiempo perdido".

Sin duda el año 2011 ha sido el año de la explosión de las redes sociales, en especial FCB, que es la que más conozco y utilizo. Pronto diré utilizaba.

Esta columna se ha referido en otras oportunidades a esta red y recuerda la primera vez que lo hizo bajo el título: "Si estás en Facebook, bancátela".

Hoy completa los conceptos vertidos en aquella oportunidad con nuevas experiencias propias y ajenas.

Más allá de reconocer a FCB como una formidable herramienta de propagación de ideas, contenidos y posibilidades de comunicación, esta red conlleva un oscuro lado B, toda vez que la exposición de lo íntimo termina siendo público.

Algo del orden de la cara - face - se confunde con la
máscara en un juego donde he llegado a preguntarme si yo soy ésa que digo ser. Demasiado imaginario. A algunas almitas nos hace daño.

Un amigo facebookiano me escribió: "Esa foto del muro - es la foto de presentación - lo dice todo de vos". Yo me pregunto qué dice. Si apenas se me puede ver enfundada como estoy en una campera, anteojos oscuros y un jean. Si hasta tuve que realzar mi nombre, ante el peligro de que me confundieran con una Aretha Franklin blanca.

O sea, "lo dice todo" de acuerdo a lo que mi foto - face - representa para su propio book - libro -, historia. Lo peligroso es creer ciegamente aquello que el amigo virtual te dice. Un rato vale, digamos, si estás aburrida.

Resulta efectivamente difícil sustraerse a la mirada que el otro armó de vos con apenas unas fotitos y unas cuantas frasecitas armadas para la ocasión, tanto que terminás por hablar con diminutivos que francamente no responden a tu perfil de "carne y hueso".

El juego FCB tiene otra trampa. Por ejemplo, yo sé que puedo ser mirada por el otro, entonces "represento", me hago la linda en el amplísimo sentido de la palabra. Subo mis mejores fotos, con mi mejor perfil y lo que comenzó como un "divina comedia" después de horas, días y meses - años no - de intercambio puede concluir en algo así como" una temporada en el Infierno "à la Rimbaud, que como todo el mundo sabe, no terminó tan bien.

Conozco algunas personas a las que Facebook les armó un escenario donde desplegaron alas que después no supieron cómo guardar. O las guardaron dañadas.

Tomemos el caso de la persona que se niega a mirar Gran Hermano por televisión, en cambio, se sumerge en las aguas de FCB, sin darse cuenta de que cambia una pantalla por otra y que ambas tienen la misma lógica, la del Gran Hermano mirón. En un caso, el televisor, representa un panóptico invertido - todas las miradas confluyen en él.

Aún estamos resguardados: el televisor no nos mira a nosotros. Miramos a Susana o Tinelli pero ellos no nos ven. Luego, podemos decir que no vemos esta clase de programas, a pesar de convertirnos en los más Grandes Hermanos que jamás se vio.

Facebook da infinitos pasos más que la televisión: miramos a los otros, podemos jugar un personaje, representar una ficción tipo "reality show" para los demás y sabemos que somos vistos. Con lo cual cada uno es el Gran Hermano orwelliano del otro.

En un registro de sintonía muy fina, extremando, se puede decir que esta red se encuentra salpicada de motas que recuerdan a aquella policía secreta de la Alemania del Este de la época de la Guerra Fría, la STASI, que tan bien se vio reflejada en la película "La vida de los otros". Para quien no la vio, la recomiendo.

Ya no existen los seis grados de separación entre amigos propios del inicio de FCB. Ahora sólo estamos separados por cuatro grados y algo menos. No quiero llegar al grado uno - si es que es posible - porque después de eso ¿qué?

Según mi amigo Carlos, psicoanalista, sobrevendrá la melancolía. Como en la película del mismo nombre de Lars Von Trier.

Yo no quiero eso para mí ni para ninguno de mis amigos facebookianos y no facebookianos.

Seguiré respondiendo mails privados, teléfonos de línea, celulares, llamados por Skype y cualquier otro medio que sepa manejar.

Quiero que quede claro que no me desligo ni me evaporo del mundo virtual y todo aquel que me busque me va a encontrar. Estaré leyendo.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 31.12.11

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