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Pito catalán

La revista norteamericana Time -famosa por instalar temas y generar polémicas- publicó en una de sus últimas portadas, la del 11 de mayo, una nota de tapa donde se podía apreciar a una mujer que daba el pecho a un niño un tanto grandecito, con un epígrafe: ¿Eres lo suficientemente madre?

Remataba la nota con dos ponencias; la que defendía la lactancia hasta para los más creciditos y otra que la contradecía. El domingo 13 se celebraba el Día de la Madre en Estados Unidos y en otras partes del mundo. Y claro, se imponía una nota con punch, no se iban a perder tamaña fecha.

La idea pro-teta establecía la equivalencia: a mayor tiempo de lactancia mayor autoseguridad y autoestima en el lactante y mejor auto cuando pudiera manejarlo. El concepto no dicho en forma manifiesta, dirigido a las mamás, era que si criaban a sus párvulos pegaditos a su seno y su coseno serían buenas madres. Ellos llaman a esto «crianza con apego».

¡Ay! ¡Ay! Estos norteamericanos a veces me hacen reír y no solamente por sus magníficos shows humorísticos, llenos de ajustados remates -punch line- cada quince segundos sino por sus «nuevos pensamientos», que al poco tiempo deben desdecir.

Hay teorías que no admiten una visión superadora e integradora del tipo «sumemos así conformamos un pastiche donde todo vale». La teoría psicoanalítica es una de ellas. No se puede tomar «operadores freudianos» a veces sí y otras no en una dirección de la cura.

Para eso es mejor abandonar estos operadores y entregarse, si uno se lo banca, al desvarío como el que se pudo ver en las páginas de actualidad y en la TV de ex defensores del Maestro Amor. Y todos contentos, con una espiritualidad que probablemente apacigüe un rato, o no.

Está claro que esto que escribo pertenece a mi modo no tan particular de entender ciertas cuestiones. No soy nada original. No se me cayó ninguna idea interesante por decir esto. Créanme que todavía la busco.

Sí, admito que existen distintas aproximaciones de diferente orden hacia un mismo tema, tales como una mirada sociológica, sociopolítica y hasta estadística. Siempre próximas a tendernos una mano-trampa en el abordaje de determinadas justificaciones psicoanalíticas. Por suerte, además de lo «psi» me interesa muchísimo el humor. Y lo estudio como al psicoanálisis; con un rigor que está bien lejos de la risa. Seriamente.

No es por la vía del «balance», la Psicología del Balance, que se esclarecen ciertos temas. «Y sí, tuvo una madre deprimida, que no salía de la cama durante tres días, andaba en batón todo el tiempo; tenía cosas jodidas la vieja, pero nunca les faltó de comer, y les dio todas las vacunas de chiquitos». Uno se siente tentando a psicologizar, de someter lo anterior a la memoria del balance. Resulta más fácil. La madre tuvo cosas buenas y malas. Justamente si hay algo que el psicoanálisis no hace es juzgar. Para eso existe la vida real.

- Sí, tenés razón Kelly, él se portó pésimo con vos. Después de dar aquel portazo, debió haber pagado el arreglo. Yo sé lo que cuesta hoy en día un cerrajero. El muy º#%&! quiso ahorrarse un buen dinero. ¡Es un tacaño! Escucho permanentemente y cada día más charlitas de amigos como la anterior, proferidas por psicoanalistas al decir de sus pacientes. Una suerte de palmoterapia.

En el caso que nos ocupa, el de «la crianza con apego a la teta/buena madre» resulta un tanto ingenuo no tener en cuenta otras vicisitudes que ocurren en los primeros años de un infante. Tales como el lugar y función del padre, el atravesamiento del Edipo y sus salidas, entradas y/o permanencias. Tengo una amiga que siempre me recuerda el tono y la frase que yo efectivamente digo: Pero... haceme el favor... ¡dejatedejoder! Así, todo junto y de una, sin respirar.

Cualquier madre que tenga una hija adolescente, por ejemplo, sabe que en todo momento aparece como un exocet alguna clase de reproche, por más que la haya amamantado hasta una edad considerable. El trayecto de una madre con su hija es con rispideces.

- Sí, me diste la teta, ¡pero te olvidaste de aprender a cocinar! En la casa de Yamila se come mejor y más rico. O, el vestido que me cortaste con los moldes de la revista Burda ¡me hace más gorda de lo que soy! ¡Y estoy gorda porque no sabés cocinar comida dietética, como lo hace la madre de Yamila! En fin, de reproches está lleno el camino de una hija para con su madre.

En realidad éstos vienen de otro reproche fundante. Y que me perdonen las feministas mujeres y los feministas varones. Una madre no dio a su hija lo que efectivamente tiene su hermanito o el hermanito de Yamila.

Pero atención, ser mujer no es una condena. Hay que llegar a serlo. El camino presenta más complejidades de las que suponemos. Implica algunas renuncias y amigarse con alguna falta, que en verdad no falta, pero no está.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 20.5.12