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Pedidos de divas y divos

Lady Gaga y MadonnaEn su singularidad, toda persona tiene requisitos particulares tanto a la hora de elegir pareja, trabajar y hasta divertirse. Es por esto que no es cierto que todas las mujeres ni los hombres sean iguales. El todas/todos se lleva mal con lo peculiar de cada sujeto. Sí existe una serie de universales - según la cultura - que pueden computarse como tales.

Encontramos, sin embargo, algunos sujetos de excepción: son los llamados vulgarmente divas o divos. Tienen un talento reconocido por los demás mortales - ellos también lo son - creen en este talento o nos hacen creer que creen en él.

En noviembre nos visitó Lady Gaga, quien con su mejor cara de póker - Póker Face - pidió, además de abultado cachet del que nunca sabremos a cuánto ascendió, una extensa lista de vituallas. Desde botellas de agua San Pellegrino o Perrier, café tostado Medium, sabor vainilla, regular - inconseguible hasta donde conozco -, botellas de vino Syrah, Malbec, Cabernet y vodka de buena calidad, pasando por hummus servido en un tazón fuente, fideos asiáticos instantáneos y surtido de chicles, dulces y caramelos. Los doce packs de cerveza debían ser Stella Artois.

Otros delirios

La otrora conocida cantante Madonna, que ahora se da a leer MDNA, no se quedó atrás. Pidió veinte líneas de teléfonos internacionales en su camarín, comida vegana - nada de origen animal, viva lo vegetal -; rosas blancas y rosadas y lirios de tallo cortados a seis pulgadas. Solicitó que armaran un gimnasio en su hotel seis estrellas - ella es la sexta, obvio - y que nadie la mire a la cara ni le hable durante su estadía. Parece que sólo se comunica por teléfono. El agua, debía ser Evian.

El star-system del divismo es así. Lo pedís, lo tenés.

Recordé aquella publicidad donde a una abuela le daba pudor hacer un pedido de no sé qué, una noche que diluviaba y hacía mucho frío. El chico del delivery seguro era el nieto de alguien; hasta podía ser su propio nieto. Desistía del llamado. Es un ejemplo del anti divismo. Lo querés, no lo pedís, te abstenés.

En otro renglón, más importante para mí, ciertos escritores - no todos - también tienen su cuota de divismo, una vez consagrados.

Hasta llegar a ese momento - recordemos que Faulkner recibió el Nobel de Literatura en 1949 -, necesitan pequeñas herramientas para escribir. El autor enumeraba: «papel, tabaco, comida y un poco de whisky». Habría que saber qué significaba «poco» para el norteamericano. - ¿Bourbon? pregunta el periodista. -  No, no soy tan exquisito. Entre scotch y nada, acepto scotch. Faulkner, quien pronunció uno de los discursos más recordados al aceptar el Nobel, dice no soy tan exquisito.

A Nabokov le resultaba indispensable escribir en tarjetas y lo hacía en lápiz de esos que tienen goma en la punta.

Susan Sontag escribía en blocs anotadores de hojas amarillas - como lo son la mayoría, al menos en Nueva York - y también en lápiz. Pasó luego a la computadora.

Virginia Woolf decía que una mujer para escribir necesita un cuarto propio y unas guineas propias.

A Hemingway, antes de pegarse un tiro claro está, le era forzoso escribir parado, en pantuflas, en una máquina de escribir. Sobre todo por las mañanas y quinientas palabras por día.

La excentricidad  

El que comienza con excentricidades frívolas es Truman Capote, a quien siempre le gustó morder el polvo de los «algunos pocos». El 28 de noviembre de 1966 ofrece esa - devenida en famosa - fiesta de máscaras en blanco y negro en el Hotel Plaza de Nueva York. Es verdad, pero el chabón inaugura el género de «non fiction» - novela de no ficción - con «A sangre fría», ese año. Aunque lo que a mí más me gusta son sus cuentos reunidos en «Un árbol de la noche» y el cuento -reportaje «Una hermosa niña» ¿realizado? a la Monroe.

Capote, que murió en 1984, o el mismo Salman Rushdie que aún permanece vivo y de quien me permito dudar acerca de su ignorancia respecto del revuelo que provocaría «Los versos satánicos» son en algún sentido más que divos; son provocadores con una inmensa tela para cortar.

Lo de la «chica material» - MDNA y lo de la de cara de póker- Lady G. son apenas caprichos, veleidades. ¿Será que si no tienen esos víveres no cantan ni se mueven?

Nadie podrá responder este interrogante ya que ninguna producción querrá probarlo. El dinero manda, es el rey. Lo que sí sé es que reúnen más gente que cualquier escritor famoso. Y ya no digo leído.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 23.12.12

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