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Dos películas

«Gran Hermano»Vi dos películas que acapararon mi atención. La norteamericana «», dirigida por Sydney Pollack, estrenada en 1969, con Jane Fonda como protagonista. Film basado en la novela «¿Acaso no matan a los caballos?» de McCoy, y la italiana «Reality», estrenada en nuestro país este año, de Matteo Garrone.

Ambas tratan sobre competencias, concursos donde gana el que sobrevive a reglas cada vez más impiadosas que es menester cumplir, dejando atrás a otros participantes. Un jurado decide si eleva el pulgar o lo baja. Ni más ni menos que como en el circo romano.

«Baile de Ilusiones», cuyo título en el español de España es «Danzad, danzad, malditos», que es el modo que tiene el organizador de arengar a los concursantes, transcurre durante los años de la Gran Depresión que ocupó casi toda la década del ‘30. Época donde el trabajo escaseaba y el hambre era mucha. En esas duras condiciones las parejas tratan de resistir horas, días y meses danzando, o sea moviéndose, a cambio de comida, un lecho, pocas horas de descanso y un premio.

El ambiente se va tornando cada vez más hostil entre las duplas de participantes, que nunca ven la luz en el galpón donde se baten. El público acude como si no se tratara de una forma velada de apuesta de dinero; mientras que los organizadores del evento ganan algún dinerillo.

A pesar de ser una novela coral, tres son las parejas sobre las que se asienta la mirada del director. Como es mi costumbre, no cuento el final sino que me detengo en observaciones; detalles.

Quien desee ser «productor» de televisión o cualquier otro medio debería echarle una miradita al film. Éste es quizás el mejor compendio no escrito sobre lo que el público quiere. El organizador, que se lleva unos verdes a su bolsillo, dice respecto del público - recordemos que aún no existía la televisión -, pero sí asistentes: «Ellos quieren ver miseria para sentirse mejor». Y él se la da. Sin culpa. Son épocas duras. Intuyo que aunque no lo fueran, el personaje - productor - también se la daría. No se trata de una película sensible para gente sensible.

«Reality» transcurre en la actualidad. Pertenece al más puro grotesco italiano, napolitano para más datos. El extrovertido protagonista «Luciano», de unos cuarenta y físico bien formado, pertenece a esas típicas familias numerosas con mesas largas, pastas y fiestas. Y algún que otro tonguito, bah, tongo, para llegar más relajados a fin de mes. No pasan hambre, no están acuciados por esa clase de necesidad primaria.

Por un avatar conoce al afamado Enzo, quien duró mil horas en la «Casa Del Gran Fratello». Nuestro por demás conocido programa viralmente esparcido por el planeta, «Gran Hermano».

A Luciano, que es un tipo trabajador, vende pescado y todo tipo de fruto de mar en una feria napolitana, sin darse cuenta se le ha metido en la cabeza la idea de entrar a la Casa. Hace maniobras disparatadas y divertidas, propias de un realismo sucio, para llegar a Cineccità y ser evaluado por la producción del programa.

Lo que comenzó como una de esas entrañables comedias italianas, empieza a tener un gusto amargo. El deseo de participar en el certamen bordea la obsesión y el delirio en su forma más pura. Hace primero un pasaje por la dádiva a los pobres y menesterosos, porque considera que así obtendrá la aprobación no sólo de Dios, sino de la producción del programa. Sigue con un viaje a Roma, donde se halla el Vaticano y los estudios de Cineccità. Ambos sitios más cercanos a su corazón que su familia nodal - mujer e hijos - más todo el resto que quedó en Nápoles.

Tal vez convenga recordar que «Baile con Estrellas» como en «Gran Hermano» se trata de vencer, triunfar y si es necesario pisar a otro para obtener un premio en metálico en un caso y ser famoso en el otro. Ni en el primero ni el segundo film los protagonistas llegan a la meta deseada. Suceden hechos que lo impiden.

Lo curioso e interesante de ambas películas, que guardan una distancia importante en el tiempo, es que las dos tratan de un dispositivo tramposo que los lleva hacer cosas que no querían hacer inicialmente.

La trampa oscila entre la necesidad más pura llamada hambre y otra creada artificialmente llamada fama. Porque «fama es el nuevo nombre de la necesidad cuando se ha saciado el hambre».

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 24.11.13

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