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DAIA: Sin disculpas por desaparecidos judíos

El lunes 7 de abril de 2014 será fijado en la historia comunitaria como el día en el que los familiares aceptaron participar de un acto en la DAIA para recordar a sus hijos, pero la institución política de la comunidad volvió a decepcionar por no rendir sus cuentas pendientes en el tema de los desaparecidos de origen judío. Y es lógico que suceda mientras no haya una revisión seria que les permita reveer sus acciones e inacciones, una actitud que saldaría su verdadera deuda con la historia, los familiares y las víctimas judías de la dictadura.

Reconozco mi cierta molestia con los familiares, pero también hay que saber entenderlos: «Ya somos grandes, todos estamos arriba de los 80. ¿Cuánto más vamos a seguir, cuánto más vamos a vivir?», afirmaron no sin cierta resignación. El 7 de abril de 2014, ningún familiar de desaparecidos de origen judío estaba exultante sino buscando algún grado de reacomodamiento espiritual en el acto de recordación de sus hijos realizado por la DAIA.

Ese día, en un salón más lleno de dirigentes que familiares, el presidente de la organización, Julio Schlosser, pidió disculpas en una «recordación» a los desaparecidos de origen judío durante la dictadura en la que nadie reclamó perdón ni realizó una autocrítica institucional por lo actuado o inactuado entre 1976 y 1983.

Schlosser recordó que «fue una etapa nefasta y negra en nuestro país» y que «era una asignatura pendiente… si la muerte de todos aquellos que murieron a manos de estos verdugos es algo que nos revela, el trato que recibieron nuestros hermanos judíos por parte de estas bestias tenía reservado algo todavía peor», remarcó.

Y agregó: «esta DAIA tiene un compromiso con la verdad, un compromiso con la justicia y está abierta a todos aquellos que tengan algo que decir».

Pero Schlosser, también en nombre de la DAIA, omitió algunos hechos incontrastables de su organización que van en el camino opuesto a sus intenciones.

Recordemos algunas de ellas:

Índice de Abuelazgo   

En 1999, cuando comenzó a gestarse la visita de la diputada israelí Naomí Blumenthal a Argentina, en su paso hacia Chile, hubo una reunión entre los familiares de los jóvenes desaparecidos y la DAIA, en ese entonces liderada por el fallecido Rogelio Cichowolsky.

Marcos Weinstein recordó que ese encuentro «se concretó en la casa de Cichowolsky a propuesta de Efraim Zadoff. Cichowolsky y Jorge Kirszenbaum, junto a Blumenthal y acompañados por los familiares, fueron recibidos por Estela de Carlotto y Rosa Roinsinblit en la casa de las Abuelas y se comprometieron a donar la adquisición de reactivos para analizar y comprobar el Índice de Abuelazgo.

Pero esa donación nunca se concretó», aclaró Weinstein, el padre de Mauricio, desaparecido a los 18 años, un 18 de abril de 1978.

Comisión Investigadora

El hecho siguiente fue, también, otra frustración.

Mauricio Brodsky, padre de Fernando - desaparecido el 14 de agosto de 1979 -, era el oculista de José Hercman, otro presidente de la DAIA, quien se comprometió ante los Familiares - ante una gestión de Brodsky - a constituir una Comisión Investigadora del accionar de su institución durante la dictadura que se lanzó con mucha fuerza pero que nunca llegó, siquiera, a funcionar.

Vergüenza en la facultad

El otro intento por blanquear las actitudes de la DAIA durante la dictadura la llevaron adelante Jorge Kirszenbaum, como presidente del organismo, y Julio Toker, su entonces secretario, al entregar un premio al Movimiento Judío por los Derechos Humanos (MJDH).

El galardón fue entregado al MJDH en manos del activista Pedro Resels, quien lo rechazó y lo devolvió en el mismo momento de la entrega, sobre el escenario, ante la sorpresa de toda la dirigencia e invitados.

Los motivos que argumentó Resels para ese rechazo fueron que no podían recibir un premio de una organización que se había negado, hasta ese momento, a realizar una autocrítica sobre sus acciones durante el largo período de la noche negra argentina.

Carta con «errores» y «desaciertos»

Corría ya el 2007 cuando el Centro de Estudios Sociales (CES) de la DAIA publicó en formato libro el informe sobre desaparecidos judíos que le hiciera llegar en 1999 al entonces juez español Baltazar Garzón. En ese material adjuntaron una carta en la que reconocieron «desaciertos» y «reconocimiento de errores» no explicitados que hasta hoy se mantienen de ese modo.

Durante el acto, organizado en la sede de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, en la época que la DAIA funcionaba bajo el ala de Aldo Donzis, los familiares se comprometieron a estudiar las intenciones manifestadas de la carta: nunca más se produjo una reunión con la comisión directiva de Donzis.

Recordación

Ya bajo la presidencia de Schlosser, la DAIA volvió a la carga con diferentes intentos hasta que este año, luego de una aproximación infructuosa durante el 2012, los familiares cansados y golpeados por el fallecimiento de algunos de sus compañeros, decidieron escuchar lo que la dirigencia tenía para decir.

«Aceptamos porque no podemos seguir aguardando. No esperamos otra cosa que la que dijeron y salimos satisfechos, pero también sabemos que los no familiares presentes salieron muy disconformes» con la posición de la DAIA, aseguró la madre de un desaparecido presente, el lunes 7 de abril de este 2014, en el intento de un nuevo blanqueo de la organización política techo de la comunidad judía de Argentina.

Wolff la tiene clara

Luego del acto este cronista compartió el ascensor con Waldo Wolff, vicepresidente de la DAIA, y Marcos Weinstein y le hizo saber al dirigente el descontento ante la falta de pedido de perdón y el no reconocimiento institucional de sus errores pasados.

«Yo no voy a pedir perdón por lo que no hice», afirmó Wolff algo disgustado con el comentario y la opinión.

La tiene clara, pero se equivoca: Si la DAIA asume la representación política de la comunidad judía, debe ejercer la autocrítica necesaria y actuar en consecuencia.
 
Wolff, Schlosser y los otros dirigentes de la DAIA son exactamente eso: dirigentes. Y como tales deben asumir las cuentas pendientes de la DAIA en términos institucionales, no en términos personales.

Wolff pudo no haber tenido que ver con las acciones de la DAIA durante la dictadura, pero si asume responsabilidades como dirigente, entonces debe hacerse cargo - junto a sus compañeros del Consejo Directivo - que la DAIA debe respuestas serias y responsables en el tema de los desaparecidos de origen judío.

Los familiares, cansados y con la fuerte impronta de sentirse solos en la lucha, decidieron tratar de aproximar posiciones, de ganar terreno con una estrategia hasta ahora no utilizada en sus reclamos.

El futuro dirá si estuvieron en lo cierto o no pero - por ahora - la DAIA sigue sin pedir perdón ni analizar, orgánicamente, sus acciones durante el período negro liderado por Nehemías Resnitzky.

Y más allá de actos, homenajes e intentos de blanqueos, de eso los familiares no se olvidan.

Estarán viejos, pero tienen memoria.