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A cinco años del "Corralito": El día en que ardió Argentina

Cinco años después del 'corralito', un diario revela que el Ejército sopesó intervenir para evitar la "disolución nacional". Nadie ha sido condenado por los 29 muertos.

Hace cinco años, Argentina ardía. Y un presidente, Fernando de la Rúa , se escapaba de la sede del Gobierno en helicóptero, mientras las calles de Buenos Aires eran tierra de nadie. Saqueos. Represión. Muertos. Caceroladas. Las llamas de la crisis que estalló el 19 y el 20 de diciembre del 2001 fueron de tal magnitud que hubo cinco presidentes en 10 días.
La caída de De la Rúa se había convertido en una predicción común. La fiesta neoliberal de los 90 se había terminado. En el despuntar del nuevo siglo era imposible mantener la paridad entre el peso local y el dólar. Argentina, un alumno ejemplar del Fondo Monetario Internacional (FMI), se encontraba inmersa en una profunda recesión económica y se había quedado sin financiación externa.
Pero Domingo Cavallo, que había sido el "padre" de la "convertibilidad" como ministro de Economía de Carlos Menem, y que ocupaba el mismo cargo con De la Rúa, no quería devaluar la moneda. Así que confiscó los ahorros de la gente.

Corrió la sangre

El corralito detonó una explosión social. Intimidado por el estruendo de las cacerolas, De la Rúa decretó el estado de sitio. Miles de personas desafiaron la medida y se concentraron en la Plaza de Mayo, frente a la presidencia, a reclamar la devolución de su dinero. Los recibieron con gases y balas. Corrió la sangre.
Cavallo renunció. De la Rúa quiso negociar con el peronismo, la principal fuerza opositora, que controlaba la mayoría de las provincias. Y como no pudo, salió disparado por los aires. Lo sucedió por unas horas el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta. Luego asumió el cargo el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saa. Juró el 23 de diciembre. El 28 regresaron las cacerolas. Mientras el peronista Saa anunciaba su renuncia en las pantallas de televisión, le cortaron la transmisión.
Asumió el titular de la cámara de Diputados, Eduardo Camaño. "Yo no me quedo", dijo. Entró en escena otro peronista: Eduardo Duhalde. Y con él, la moneda se devaluó un 400%. El PBI cayó el 14%. La pobreza azotó a un 60% de los argentinos.
El corralito se hizo más riguroso (como siempre, los dueños de grandes fortunas lograron escapar del cerco). La cólera popular aumentó. Los políticos no podían salir a la calle porque eran linchados. "Que se vayan todos" , fue la consigna de esas multitudes cegadas por la desesperanza.
Cinco años más tarde se sabe que los militares llegaron a contemplar la posibilidad de cubrir el vacío de poder para evitar el peligro de "disolución nacional". El diario Perfil pudo reconstruir esa fallida trama. En el cénit de la protesta, una alucinada minoría soñó con la revolución.

42,6%de pobres

Duhalde convocó a elecciones en mayo del 2003. "Estamos en el infierno", dijo el presidente electo, Néstor Kirchner. Hoy que el país crece a ritmo sostenido, Kirchner asegura que Argentina está "entrando al purgatorio".
Pero hay todavía enormes deudas. Un 42,6% de pobres e indigentes. Miles de argentinos perdieron sus ahorros. Otros, sus empleos. Las empresas extranjeras que manejan los servicios públicos reclaman una actualización de las tarifas, congeladas desde el 2002.
De la Rúa aún cree que le tendieron una trampa. Ya nadie grita "que se vayan todos". La clase media ha vuelto a consumir despreocupadamente y a confiar en los bancos. Como si las cosas no hubieran sucedido, nadie ha sido condenado por las 29 muertes de diciembre del 2001.