El presidente venezolano, Hugo Chávez, maldijo al Estado de Israel tras ratificar su enérgica condena al ataque a la flota que navegaba hacia Gaza. "¡Maldito seas, Estado de Israel. Maldito seas, terrorista y asesino. Viva el pueblo palestino!", exclamó el mandatario.
No sé si alguna vez les tocó alquilar un departamento para vacaciones por medio de una fotografía. Uno llega a la inmobiliaria y observa la foto: el departamento le parece lindo, cómodo, amplio. De repente, pregunta: "¿Es caluroso por las noches?", y el empleado de la inmobiliaria - un hombre supuestamente honesto - responde: "Le soy franco señor, nunca estuve ahí; sólo lo conozco como usted, por fotografías".
Es por ello que ante la imposibilidad de llegar hasta el lugar durante el año laboral para alquilarlo luego de saber de qué realmente se trata, uno decide hacerlo en base a la foto.
Al cabo de algunos meses, cuando abrimos la puerta de ese pequeño palacio, observamos que la telaraña más pequeña cubre íntegramente el techo, que la pared está llena de humedad y que el calor que hace por las noches pronto va a transformar nuestro recreo vacacional en un verdadero infierno.
Entonces, para el año siguiente, ya aprendimos que es complicado comprar algo cuando el vendedor no sabe lo que nos está vendiendo.
Igual que Moisés en la Biblia, Chávez despliega su "mercancía" en una pantalla televisiva y le dice al pueblo palestino y al de Israel: Miren, hoy doy ante ustedes, bendiciones y maldiciones. La bendición vendrá si escuchan mis mandamientos; si oyen los de Obama, llegará la maldición.
Chávez no vende un producto tangible, sino que propone bendiciones para aquellos que se consagran a su Dios del petróleo, dando a entender que ellas (las bendiciones) yacen allí, bien escondidas en sus pozos bolivarianos; podrán verlas sólo en fotografías.
Sin embargo, cuando un caudillo bananero miserable como él exhorta a los pueblos a privilegiar sendas éticas y moralistas al tiempo que cierra medios de comunicación, persigue, encarcela y liquida disidentes, apoya el terrorismo islámico y de las FARC o adapta cortes judiciales y cartas magnas a sus ansias de poder, nosotros los israelíes solemos pensar:
Este "aprendiz de dictador" (así lo describió Vargas Llosa en Jerusalén) no critica a un gobierno por sus acciones, sino que elige maldecir a un pueblo por su existencia al mejor estilo Adolfito o Ahmadinejad. Eso ya es escalada. ¿Qué puede interpretarse de semejantes expresiones? ¿Cuál debe ser el destino de los malditos? ¿Qué propuesta, creen ustedes, se oculta en las emblemáticas declaraciones de Huguito, que sólo pueden verse en pantalla?
Pero no conviene desanimarse; no un pueblo testarudo como el nuestro se desmorona fácilmente ante cualquier bocón de turno. Para responder entonces nada mejor que recurrir a la misma Biblia. En los Salmos está escrito: "Llena está su boca de maldición, de engaños y fraude; debajo de su lengua hay vejación y maldad" (Salmos; 10-7). O también: "Amó la maldición, y ésta le sobrevino; y no quiso la bendición, y ella se alejó de él" (Salmos; 109-17).
Los pueblos y sus líderes deberán, como siempre, elegir entre las profecías bíblicas o los textos una y otra vez adaptados por Chávez de su Constitución bolivariana.