Hablemos sobre el asunto sin enojarnos. Hablemos sobre el tema sin resentimientos; sin rememorar los alegres días de "Shinui"; sin que pienses que trato de mofarme de tu forma de vida, de tus creencias o del camino que has elegido para ser judío.
No deseo echarte culpas, sino tan solo contarte, con el silencio característico de las personas desahuciadas, sobre mi situación.
¡Ya no puedo más!
Es cierto que todavía arrastro en la subida, como un auto de tercera mano al que se le acabó el combustible y se resiste a continuar andando a vapor, pero no llegará a su destino. En unos instantes se oirán los últimos ronroneos del motor y todo se detendrá.
Miro a mi derecha y estás sentado a mi lado, y para mi asombro, pareces satisfecho, en tu rostro se dibuja una amplia sonrisa. Te pregunto qué te causa gracia, pero no me contestas. Tu optimismo me desespera aún más. Estamos los dos aquí, pero me siento solo.
En el asiento trasero están sentados los niños. Los 2,6 míos (promedio) y los 6,9 tuyos. Mis hijos comen golosinas. Give them a little (dale un poco), se lo digo en inglés, para que ellos no entiendan.
¿En realidad, porqué no saben inglés? ¿Porqué sí pueden saber idish, una combinación engorrosa del hebreo y el alemán, pero el inglés se niegan a aprenderlo? Rashi (Rabí Shlomó ben Itzjak) hablaba francés, el Rambam (Rabí Moshé ben Maimón) hablaba hebreo, el Talmud está escrito en arameo.
¿Acaso ustedes saben, les preguntó a los niños, que el arameo no es un idioma judío y no tiene ninguna connotación religiosa; que era el idioma del Imperio Persa y que fue importado al país por los llegados desde Babilonia en los días del Segundo Templo? No me contestan. Mis hijos están acostumbrados a las tonterías de su padre, los hijos de él, simplemente no estudian historia.
Leave them alone, dad (Déjalos, papá) me dice mi hijo mayor.
El rabino Moshé Fainshtein habló inglés. Fue una de las grandes autoridades rabínicas de la comunidad ortodoxa en los Estados Unidos. En los años '80 escribió una carta a las autoridades de las instituciones de la Torá en toda América y les advirtió que no intentaran conseguir mayor apoyo económico del Estado, que lo conferido por el gobierno.
El silencio en el asiento trasero se profundizó. No son hostiles, simplemente, no tienen de qué hablar. No pueden conversar sobre computadoras, sobre literatura, geografía o historia; tampoco sobre el Tanaj. En los seminarios rabínicos casi no estudian Tanaj, sólo la Guemará. Son sólo niños, pero ya son personas extrañas.
No estudian matemáticas. Yo sí estudié y era malo para las matemáticas. Quizás por eso no puedo descifrar la ecuación que se refleja en el espejo trasero: ¿Cómo exactamente 2.6 niños, podrán mantener a 6.9?.
El 20% de los alumnos del Estado son ortodoxos, el 20% de los habitantes del país son jubilados, el 20% de los ciudadanos del país son árabes. No tengo ningún problema con ninguno de ellos. Está permitido ser ortodoxo, también árabe, y por supuesto jubilado, ¿acaso no lo seremos alguna vez? Sólo que si aún hoy en día no resulta claro cómo el 40% de los habitantes del país logran sustentar al 60%, ¿ustedes se imaginan lo que sucederá aquí dentro de diez años?
Sonriente amigo, yo no quiero vivir en un mundo donde todo se mide con el dinero, pero no tiene chance. Mis hijos - uno de ellos está desesperado por el mutismo, sacó de su bolsillo el DS y comenzó a jugar - no tienen futuro.
No tienen futuro porque en los últimos ocho años hubo un descenso del 24% en el número de nuevos maestros en la enseñanza estatal. La gente no desea ser docente. No con estos sueldos. En estos ocho años hubo un aumento del 111% en el número de maestros en vuestro sector, y todo sale del mismo bolsillo.
¿Ustedes quiere educación privada para vuestros hijos? Ningún problema. Páguenla. No existe país alguno - ¡ni uno solo! - en el cual es el gobierno quien mantiene la educación privada.
No te hablaré de ideología, ni tampoco de cómo puede ser que no te afecte el hecho de que vivas de mi bolsillo, pero ya no tengo cómo pagar todo eso. Tenía; se terminó; no hay más. No sólo para tus hijos ya no tengo qué dar, tampoco para los míos. ¿Comprendes cómo me siento?
¿Y qué es lo que te pido después de todo? Que tus hijos aprendan algo más, también en esta ocasión a mi cuenta. Renuncio de antemano a todo lo que a tu manera de ver son valores pervertidos (¿son tan terribles?) Quedémonos con los pormenores técnicos: hebreo, inglés, matemáticas y computación. Sólo una caja de herramientas básica. Algo que permite a la persona convertirse algún día en un ciudadano creativo y productivo; que pueda mantenerse. Decidamos que tú y yo ya estamos listos, pero ayúdame a salvar a nuestros hijos.
¿Esto es realmente lo que quieres para tus hijos? ¿Que sean pobres? ¿Que su casa sea más pequeña e insufrible que la tuya? ¿Que vivan de la subvención del gobierno como pordioseros, sujetos a la benevolencia de cada administración y al estado de ánimo público pasajero? ¿Que dependan de la buena voluntad de los laicos, que va decayendo con rapidez?
Te observo, y me pareces un buen padre, pero amar a los hijos significa también preocuparse por lo que serán; en que mundo vivirán.
Nuestros hijos van camino a un mundo en el que no podrán vivir juntos. Yo les doy a ustedes, aún en contra de mi voluntad; pero mis hijos simplemente no podrán hacerlo.
Ya confesé que soy malo en matemáticas, pero incluso hasta yo sé que si más de un 50% de los niños que este año cursan el primer grado no pertenecen a la educación estatal, dentro de quince más del 50% no podrán estudiar en la universidad o trabajar.
Observo las cantidades una y otra vez; busco maneras diferentes de leerlas. Pero no las hay. Debemos encontrar el camino, porque esto, amigo, terminará mal.
Es preferible morir a vivir en soledad.
Fuente: Yediot Aharonot - 30.4.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il