La vigencia de la fiesta de Purim nos exige un mayor protagonismo tanto en la transmisión de los valores tradicionales como en la defensa de los derechos universales de aquél que a lo largo de la historia es considerado diferente.
El calendario es una forma de memoria colectiva, registra los acontecimientos relevantes, la visión de la historia; nos permite desplegar un sin fin de conceptos, de reflexiones y de interrogantes que nos invita año tras año reactualizar los mensajes de cada festividad.
En el año 486 A.C. sube al poder como Emperador de Persia Jerjes I, conocido en Meguilat Ester como Ajashverosh. El nuevo Emperador nombra a Hamán como su Primer Ministro. Es en este momento donde comienzan los sucesos que la fiesta de Purim recuerda.
Nuestros sabios nos enseñan que así como en Pesaj festejamos la libertad y en Iom Kipur renovamos la posibilidad de mejorar nuestra conducta con el prójimo, en Purim celebramos con enorme alegría y fervor la respuesta del pueblo judío frente a la tiranía.
En el relato de Meguilat Ester, Hamán, encuentra en el incumplimiento de Mordejai la posibilidad de eliminar a todo un pueblo, dejando vislumbrar en ese acto peculiar, un odio profundo contra aquél que frente a sus ideales es diferente, logrando con ese argumento el consentimiento del Emperador:
"Hay un pueblo disperso y diseminado entre todas las naciones de su reino; sus leyes son distintas y no cumplen los decretos de su majestad, por lo que no le conviene al rey mantenerlos" (Ester; 3-8).
Si el plan de Hamán hubiera dado resultado, tal vez los judíos no hubieran sido los únicos en sufrir una tremenda destrucción, sino también otros grupos étnicos, ya que en dicho argumento podemos encontrar un claro referente discursivo del prototipo líder tirano y egocéntrico: quién no es como yo, está en contra mío.
Cuando nuestros sabios enuncian que la luz de la alarma se enciende en Purim, podemos entender que aunque en el relato bíblico el enemigo ejecutado posteriormente fue Hamán, la verdadera amenaza debe estar centrada en la ausencia del resto que no reaccionó, legitimizando en ese acto silencioso el despotismo del dictador.
Hoy seguimos festejando Purim, no sólo porque se trata de una festividad colorida y exótica, sino porque su vigencia nos exige un mayor protagonismo tanto en la transmisión de los valores tradicionales como en la defensa de los derechos universales de aquél que a lo largo de la historia fue y es considerado diferente.
¡Jag Purim Sameaj!