El Vice Canciller, Danny Ayalón, tendría que hallar el equilibrio entre la justificada protesta de Israel ante Turquía y la forma de transmitirla con firmeza y dignidad sin ofender al embajador y a un país con el que Israel no desea tener un conflicto abierto.
Estaba claro de antemano: la disculpa oficial de Israel a Turquía llegaría. ¿No habría sido mejor evitar tener que llegar a ella? Precisamente porque Israel tiene justificadas razones para estar molesta con Turquía ¿no hubiera sido mejor no crear una situación en la que no hay más remedio que lanzar elogios que nadie ahora tiene ganas de manifestar?
La crisis en las relaciones entre Israel y Turquía, que se viene desarrollando hace tiempo, puede que haya dejado atrás su peor momento. No es seguro. Pero al menos, parecería que el embajador turco en Israel no será llamado a Ankara hasta nuevo aviso y que, por ahora al menos, no habrá ni congelamiento absoluto ni ruptura de relaciones. Cabe recordar que estas relaciones tienen una importancia estratégica clave para Israel, al que no le llueven vínculos diplomáticos con países de la zona.
Pero el último giro de tuerca estuvo de más.
Como en los juegos de niños, aclaremos: fue Turquía quien empezó.
El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, jefe de un partido islamista, no pierde oportunidad para atacar duramente a Israel, no como un amigo que discrepa sino como un enemigo lleno de odio. Por mucho menos de lo que él ha dicho, otro país habría causado hace mucho un verdadero escándalo. Pero Israel, consciente de la importancia de las relaciones con Turquía, trató de acercar y conciliar, en lugar de explotar...hasta esta semana.
Erdogan volvió a atacar virulentamente a Israel al acusarle de "amenazar a la paz mundial". En una conferencia de prensa con su par libanés Sa'ad Hariri, dijo: "no nos quedaremos de brazos cruzados ante Israel" (cabría preguntarse qué significa eso....qué piensa hacer) y acusó a Israel de "robar agua al Líbano". En referencia a la muerte de tres palestinos durante el fin de semana en Gaza por disparos de Tzáhal, se preguntó furioso, retóricamente "¿qué excusa va a tener ahora Israel?" sin mencionar ni por un momento que los tres eran miembros de una célula de la Yihad Islámica que estaban armando el lanzacohetes para disparar segundos después un misil Kassam hacia el sur de Israel.
Pero la gota que rebasó el vaso fue una serie transmitida en la televisión turca, claramente anti israelí, que demoniza al Estado judío presentando a soldados de Tzáhal y a agentes del Mossad como secuestradores y asesinos de bebés.
Por mucho menos de todo ésto, la mayor parte de los países del mundo habrían armado un gran escándalo en defensa de su dignidad nacional. Israel, hasta ahora, trató de calmar, de contenerse, de mejorar la situación, destacando la importancia de las relaciones con Turquía. Pero la sensación era que Turquía hacía tiempo que se había pasado de la raya.
Israel no podía dejar de protestar. El Vice Canciller Danny Ayalón, con el firme apoyo y aliento de su jefe, el Ministro de Exteriores Avigdor Liberman, tenía razón en convocar al embajador turco para expresar su rechazo a lo que está sucediendo.
El problema surgió cuando Ayalón, al quien no le falta experiencia, pareció olvidar las reglas de la diplomacia y confundió firmeza con humillación. O quizás, no comprendió realmente que su actitud era totalmente desubicada.
Ayalón recibió al embajador turco, lo hizo sentarse en un sillón mucho más bajo que las sillas en las que él y su asistente se habían sentado, no le sirvió ni un vaso de agua y tampoco colocó la bandera turca sobre la mesa; sólo la de Israel.
En ese momento, el embajador turco no se percató de ningún problema, ya que la conversación misma, aunque formal, se desarrolló en términos firmes, pero correctos. El problema estalló cuando horas después, alguien le tradujo lo que dijo Ayalón ante las cámaras, en hebreo. "Lo más importante es que se vea que él está sentado más abajo y nosotros más alto, que haya una sola bandera y que nosotros no sonreímos".
Las imágenes y la cita de Ayalón llegaron a Turquía y desataron el previsible escándalo. El Primer Ministro Erdogan exigió públicamente explicaciones y una disculpa.
Ayalón aclaró primero que no se arrepiente. "Se acabó la época de pasar por alto las agresiones verbales y las calumnias. No quiero hablar de las formas ni de las sillas sino del mensaje. Espero que haya sido captado". Luego, sin embargo, agregó algo más, aclarando que su protesta fue "por los ataques en Turquía contra Israel" y que "no es mi estilo dañar el honor de los embajadores y en el futuro aclararé mi posición en los conductos diplomáticos habituales". El miércoles por la noche, dio otro paso más, por clara presión del Primer Ministro Binyamín Netanyahu, y envió una carta al embajador turco:
"Su Excelencia,
Quisiera expresar mi respeto personal por usted y el pueblo turco y asegurarle que a pesar de que tenemos nuestras diferencias de opinión en diversos temas, éstas deben ser tratadas y resueltas únicamente a través de canales diplomáticos abiertos, recíprocos y respetuosos entre nuestros dos gobiernos", escribió.
"No tenía ninguna intención de humillarle a usted personalmente y me disculpo por la forma en que el tema fue tratado y percibido. Transmita por favor este mensaje al pueblo turco, por el que tenemos gran respeto".
Por culpa de un error totalmente evitable, Israel tuvo finalmente que enviar una carta que deja la impresión de que carga con toda la culpa de la crisis. Claro está que Ayalón no podía escribir lo que el israelí promedio piensa hoy del Primer Ministro Erdogan, de la forma arrogante y hostil con la que se refiere a Israel, aliándose abiertamente con varios de sus peores enemigos como Irán y Siria.
Ayalón tendría que haber hallado el punto exacto de equilibrio entre la justificada protesta ante Turquía y la necesidad de transmitirla con firmeza y dignidad, pero sin ofender al embajador turco y a través suyo, a un país con el que Israel quiere salvar las diferencias y no declarar un conflicto abierto.
Pero no sólo por la dignidad del embajador turco y del país al que representa, sino justamente por la otra parte de la ecuación: por la necesidad de poder dejar en claro, de modo directo y sin que todo se complique en una dirección contraproducente, que la actitud del gobierno turco ante Israel es inaceptable, y que también la dignidad nacional de Israel debe ser respetada.
Ayalón perdió la oportunidad de pasar un justo mensaje que era muy necesario.