Mostrarle a los libaneses que nosotros lo tenemos más grande (el plato) es mucho más importante que hacer algo por preservar intacta la memoria del peor capítulo de nuestra historia.
A veces hay noticias que me pueden.
Saber que un amigo entrañable con el que compartimos primero el elixir maravilloso de la infancia y luego el áspero pero sabroso vino de la adultez está muy enfermo es algo que a uno le desdibuja un poco el mundo.
Pero siempre hay una lucecita de esperanza intensificada con la llamita del optimismo y el resplandor del destino. Mi querido Guedalie, desde aquí todo mi cariño y mi más ferviente deseo de "refuá shlemá" (1).
Como decía, hay noticias (disculpándome con mis caros lectores por esta digresión a la que me llevó una imperecedera amistad) que ni con el optimismo, ni con el destino, ni nada. Y dije bien: "hay noticias". Porque en este caso, la bronca viene por partida doble.
Se trata de dos titulares que en apariencia no tienen nada que ver uno con otro. Peor todavía; creo que más de uno leerá estas líneas y pensará que el exceso de mate cocido ha afectado seriamente a la neurona encargada de velar por mi sentido común y la seriedad con que uno de estos temas debe ser tratado.
Humus de Abu Gosh - La capital del garbanzo más grande del mundo
Pero vamos al grano, más bien al garbanzo.
La primer buena nueva nos llega de la aldea de Abu Gosh, capital nacional del humus, donde hace poco se preparó un plato de más de dos metros de ancho de ese delicioso manjar, sólo para romper el récord de Guinnes detentado hasta el momento por gastronómicos libaneses.
La novedad no pasaría de ser una curiosidad frívola y hasta de lectura agradable, especialmente para alguien como vuestro humilde servidor, para quien los pecados capitales son sólo seis porque la gula es conversable, y considera que al inventor del humus habría que darle el Premio Nóbel con mención especial al inventor de la pita (2). Lo que subleva un poquito es que la nota sobre este trascendental evento se cierra con un comentario como al pasar, que nos hace saber que el Honorable Ministerio de Relaciones Exteriores, manejado (es un decir) por el inefable Avigdor "Ivette Liberman", decidió financiar ese memorabilísimo y apetitoso emprendimiento con dinerillos públicos que ni a ti, caro lector, ni a mí se nos perdona de oblar indefectiblemente en concepto de impuestos al erario nacional.
¿Las razones por esta nueva y absurda invasión táctil a nuestras sufridas asentaderas? Breves, sencillas y eficaces: romperles el récord del humus más grande del mundo a los libaneses es algo que contribuirá a mejorar nuestra imagen en el planeta (sic, sic y más sic), al decir de algunos acólitos de Liberman cuya forma de manejar la Hasbará (3) es un tanto... cómo decirlo... endeble. Y encima con el dinero de nuestros impuestos, con el cual podría haberse reparado, aunque sea en parte, el daño producido a los enfermos perjudicados por el truco del viceministro de salud que los dejó sin remedio (literalmente).
Pero eso es harina de otro costal.
Liberman - Lo tenemos más grande (el plato) que los libaneses
La segunda noticia es fresquita, publicada sin grandes titulares, sin centimil y con bastante disimulo, en un rincón vinculado de Internet, en la puerta de atrás de Ynet, tapada por "Grandes hermanos", "Bibis", accidentes ilógicos y demás ictericias periodísticas.
Leemos: Un grupo de sobrevivientes del Holocausto tiene previsto subir a un avión que los conducirá a Polonia para organizar allí una manifestación de protesta por el daño infligido en el campo de exterminio de Auschwitz, con el robo del cartel de hierro de la entrada que dice "Arbeit macht frei" ("El trabajo libera").
Karol Shpigelman, sobreviviente de la Shoá y parte del grupo que viaja a la malhadada tierra polaca, dice en un hebreo decorado con el simpático y característico acento húngaro: "Viajamos por lo menos para hace un poco de ruido y que vean que nos importa".
Un enérgico Karol Shpigelman ascenderá al avión que lo llevará al mismo lugar donde vio por última vez a sus padres, el mismísimo infierno sobre la faz de la Tierra, con su fuego de muerte y de sangre ahora apagado por implacables nieves y fieros vientos que no lograron persuadir a la escoria de profanar el lugar.
Si bien los pies de Karol no volvieron a pisar ese territorio maldito, llegará allí con una misión: gritar en nombre de los sobrevivientes, protestar por el criminal robo del letrero, paradigma del más cínico de los sadismos.
Auschwitz con... - ¡Eso debe quedar allí para siempre!
"En ese campo perdí a muchos familiares; mi padre murió allí, también mis dos hermanas; hay mucho de simbólico en lo que queremos hacer; ese letrero significa mucho para nosotros", agrega Karol.
El viaje fue iniciativa de la Fundación "Yad Ezer la Javer" (Asistencia al amigo). Un sobreviviente del Holocausto, anónimo y pudiente, decidió financiar los costos a favor de su objetivo: el grito de dolor de quienes estuvieron allí y vivieron para contarlo, pero no pueden olvidar esas tres palabras, llenas del óxido de la intemperie, a las que no se puede permitir que las afecte un óxido peor, el del olvido.
Yosef Kinstelik, otro sobreviviente, refiere: "Los que pasaban bajo ese letrero lo leían una y otra vez, y era difícil sustraerse del doble mensaje: si nos liberarían por trabajar, o nos liberarían de nuestros sufrimientos, es decir del otro lado y por la chimenea".
Sobreviviente de Auschwitz y celoso guardián del testimonio que la suerte de haber podido salir con vida de allí lo comprometió a no callar por el resto de sus días, Yosef esgrime desde fotografías y documentos personales hasta un pecoso antebrazo en el que otro paradigma del sadismo más refinado, compuesto por cinco cifras, intentó negarle su judaísmo y su humanidad y teme por la peor de las consecuencias que este robo inaudito pueda tener: que se transforme en una excusa más de los negadores del Holocausto. "¡Eso debe quedar allí para siempre! - exclama con voz enérgica - para que todo aquél que lo vea sepa que allí hubo un campo de concentración y que en lugar de trabajar, la gente era exterminada".
Auschwitz sin... - Un zarpazo en el corazón de la memoria
"Es un símbolo del oprobio que quedó como emblema de tantos otros lugares como ese. Hace poco escuché que quieren empezar a plantar parques alrededor de los crematorios, como si se tratara de una plaza pública; es terrible" - nos dice Miriam Kemering, también testimonio vivo del averno, con el desaliento de los años que sólo trajeron injusticias como ésta - "Creo que se trata de un intento de borronear el pasado y ya hay muchos de esos; ya tenemos en Irán un segundo Hitler".
"Lo que les ocurrió a esta gente sucedió hace apenas una generación - refiere Shimón Sabag, presidente de la Fundación - todavía algunos están vivos y ya andan diciendo que en los ghettos, por ejemplo, tal edificio no es el original. Ahora van a decir que el letrero tampoco es original; seguramente los negacionistas del Holocausto van a tener nuevos y sólidos motivos para regodearse".
Por eso, bajo un frío salvaje, algunos sobrevivientes de la Shoá organizarán una manifestación en el mismo lugar donde vieron cómo se apagaban sus seres más preciados por la crueldad inaudita de sus verdugos y mostrarán al mundo los rostros que se encontraban debajo del letrero "Eel trabajo libera", y que volvieron para recordar y testimoniar, para que el mundo los recuerde, incluso si la leyenda original desapareciese físicamente como nuestros hermanos.
"Desmontaron un letrero, luego robarán otros en diferentes lugares - retoma tristemente Miriam Kemering - como si nada hubiese sucedido; los símbolos desaparecerán. Eso no debe suceder bajo ningún concepto".
Shimón Sabag - Los negacionistas de la Shoá se regocijarán
En estos días, un reducido grupo de sobrevivientes elevará al cielo su clamor tratando de salvar a una memoria de la Shoá seriamente herida. El robo del letrero no es una simple travesura, es un zarpazo en el corazón de la más sagrada de las memorias. Y los únicos que van a intentar hacer algo al respecto son quienes sufrieron directamente los efectos de la crueldad inusitada que encierran esas tres palabras.
Allí estarán, gracias a la generosidad de un anónimo sobreviviente, sin la presencia ni la adhesión (aunque sea de palabra) de ningún funcionario oficial y a pesar de la indiferencia de un gobierno que no tuvo el decoro de distraer unos minutos de sus luchas por los sillones para apoyar a esta cruzada que es la de todos nosotros, de todo el pueblo judío, en Israel y en la diáspora: evitar que la Shoá caiga en el olvido.
Y mejor ni hablar de fondos para el viaje de estos paladines de la memoria. Ningún funcionario se molestó siquiera en decir "adhiero" o "muy bien". Se ve que la coalición gubernamental y la temperatura de las sillas están en peligro. Además en Polonia, ahora, hace mucho frío. ¡Total, se pone otro letrero!
Por eso traje a colación lo del humus. Para la patética caterva que nos gobierna, especialmente para Bibiahu, Barak y Liberman, un plato gigante de pasta de garbanzos es más importante que la memoria del Holocausto. Para quienes "manejan" la Hasbará (az ojn vei (4)), mostrarle a los libaneses que nosotros lo tenemos más grande (el plato) es mucho más importante que hacer algo por preservar intacta la memoria del peor capítulo de nuestra historia.
Así nos va.
Marcelo Sneh
(1) Refuá shlemá: Recuperación completa, buenos deseos a quien está enfermo.
(2) Pita: Pan árabe en forma de bolsita, que se puede rellenar.
(3) Hasbará: (Lit. "Información") Vocablo originado en la investigación de las relaciones internacionales y que bien utilizado es un instrumento diplomático para atraer la simpatía mundial por medio de argumentos e informaciones.
(4) Az ojn vei: Dios nos libre y guarde, en idish "libre".