Si israelíes y palestinos no regresan a la mesa de negociaciones a la brevedad, y en lugar de ello continúan intercambiando viejas y nuevas amenazas, todos pagaremos el precio de la irresponsabilidad.
En 1994 Israel y la OLP firmaron un acuerdo según el cual Jericó y la mayor parte de Gaza pasaron a manos de la Autoridad Palestina. También se determinó el comienzo de un período de transición de cinco años, que debería conducir a la firma de una paz definitiva en 1999.
En las postrimerías de 1998 no sólo que no se concretó un acuerdo permanente, sino que ni siquiera comenzaron negociaciones al respecto.
Ambas partes tenían claro que no existía posibilidad alguna de cumplir con el compromiso original. Con ese trasfondo, surgió en el liderazgo palestino la idea de la declaración unilateral de un Estado.
El gobierno israelí entró en pánico y consiguió alarmar a todo el mundo. Binyamín Netanyahu, entonces primer ministro, anunció que de pronunciarse dicha declaración, se interrumpirían todos los contactos con los palestinos. Hubieron respuestas más extremistas.
La verdad es que los organismos centrales de la Autoridad Palestina no tomaron esa idea con seriedad. Lo último que deseaban era transformar un conflicto nacional en un simple problema de fronteras y conformarse con menos de la mitad de Cisjordania sin que Israel negociara con ellos.
Dado que la dirigencia israelí se mostraba preocupada, la comunidad internacional no manifestaba su apoyo total, las elecciones en Israel estaban a las puertas y el triunfo de Ehud Barak se veía posible, los palestinos decidieron posponer la declaración y evitar un hecho del cual les sería imposible retractarse.
En enero de 1999 la Unión Europea determinó que si las negociaciones entre Israel y la OLP no finalizarían en un año, Europa consideraría seriamente el reconocimiento de un Estado palestino, aún sin acuerdo. Esta, aparentemente, fue la razón por la cual Arafat decidió abandonar la idea de la declaración unilateral.
En estos días, sin que hayan indicios de posibles negociaciones entre israelíes y palestinos, resurgen aquellas viejas ideas. La posibilidad de la declaración unilateral de un Estado no es seria, así como no lo fue hace diez años. Los palestinos temen que las fronteras temporarias se convertirán en fijas y no se encontrarán soluciones a problemas como Jerusalén o los refugiados. El mundo los reconocerá, los ovacionará y les dirá que el conflicto llegó a su fin.
Por lo tanto, los palestinos no desean la concreción de la segunda parte de la "Hoja de Rutas", que propone un Estado con fronteras temporarias, como algo definitivo. En ese sentido, las amenazantes reacciones israelíes están demás.
Sin embargo, otra peligrosa maniobra política podría llevarse a cabo: la abolición unilateral de la Autoridad Palestina. De llegar a concretarse, sería una seria amenaza para Israel.
La opción parece real. EE.UU no dispone de autoridad para vetar dicho procedimiento así como Israel no podría evitarlo. Los palestinos están en su derecho de anunciar que no tenían ninguna intención de mantener indefinidamente su autoridad temporaria en Cisjordania y Gaza, y que nos devuelven la responsabilidad de los territorios ocupados.
Israel se verá obligado a volver a dirigir sus vidas y a invertir anualmente sumas multimillonarias para abastecer sus necesidades regulares.
Además, este accionar alejaría la posibilidad de crear un Estado palestino e incrementaría el peligro de un país binacional en el que los judíos serían minoría en pocos años.
Si ambas partes no regresan a la mesa de negociaciones a la brevedad, y en lugar de ello continúan intercambiando viejas y nuevas amenazas, todos pagaremos el precio de la irresponsabilidad.
La posibilidad de dialogar aún está en sus manos. Si estalla otra confrontación violenta, ya no será posible.
Fuente: Israel Haiom - 20.11.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il