Recientemente apareció en la escena de la política judía en los EE.UU una nueva organización, "Calle J", que despertó una intensa polémica, tanto entre los judíos norteamericanos como en Israel.
Ante todo, quiero hacer una breve referencia al nombre. La ciudad de Washington está edificada de acuedo a un modelo geométrico, y tiene algunas calles designadas por letras del alfabeto. Una de esas es la Calle K, en la cual están ubicados muchos lobbies y organizaciones que recaudan dinero para apoyar a los candidatos politicos cuyos programa corresponden a los intereses materiales o ideológicos que dichas organizaciones defienden.
Uno de los lobbies más impotantes allí ubicados es AIPAC, un lobby judío, de orientación centro-derecha, ligado a los dos grandes partidos de la escena política de EE.UU, pero con mayor inclinación hacia el Republicano, y en Israel, a la política del gobierno presidido por Netanyahu.
La nueva organización ha elegido el nombre de "Calle J" para diferenciarse de la anterior y, además , porque su nombre en inglés, "J Street", sugiere la idea de jewish street, la calle judía, y recueda la idea de "di yddisher gas" (también "la calle judía" en yddish), que era usada tradicionalmente para enunciar las opiniones dominantes en las comunidades.
Nombre aparte, lo más importante es que la aparición de este lobby que sostiene posiciones divergentes de las del gobierno de Israel, parecería romper la imagen de un apoyo monolítico de las comunidades judías al gobierno israeli de turno.
Es como si se pidiéramos: "Apóyennos pero no debatan los problemas políticos que son exclusivamente nuestros". Evidentemente, hay en esta demanda una contradicción, pues si bien es claro que las comunidades judías del exterior no tienen derecho a votar en lo que concierne a las decisiones de gobierno israelí electo, en la medida que le pedimos apoyo, su opinión debe ser escuchada.
Esta contradición tiene un peso mayor, porque desde el punto de vista sionista tradicional, todos los judíos estamos ligados por un destino y una solución común. "Calle J" no se aparta del apoyo a Israel, si bien disiente con algunas posturas de su gobierno. Además, de hecho, no hay un apoyo monolítico de dichas comunidades a la política de Israel y es aquí donde reside, a mi parecer, el problema principal.
Hace poco leí unas declaraciones muy interesantes de una actriz inglesa, Vanessa Redgrave, conocida por su apoyo a los palestinos. Pese a ello, Redgrave se opuso a un intento de boicotear films israelíes afirmando que Israel no es una dictadura, sino una democracia cuyos gobiernos pueden cambiar. Se trata de diferenciar la crítica a una política de la de deslegitimización de un país. Es como si Israel, por el hecho de haber recibido la "legitimización oficial" de su existencia por una resolución de la ONU, estuviera sometida a un constante escrutinio, y en la medida en que se apartara de las expectativas que acompañaron a su creación, pedería el derecho a existir.
Aquí estamos ante un absurdo que es el ignorar que una entidad política, una vez creada, tiene exigencias que derivan de la dinámica de su interacción con otros países. Así como no toda crítica a la política israelí no es forzosamente dictada por el antisemitimo, tampoco toda conducta errada de los gobiernos israelíes, niegan el derecho del país a existir.
Es dentro de esos parámetros que debemos entender la importancia de la creacion de "Calle J". Es una forma de canalizar a una parte importante de la opinión judía norteamericana, que apoya la existencia de Israel, pero piensa que es necesario un cambio en su política. Eso es válido en especial para el sector joven de la poblacion judía, entre los cuales es frecuente escuchar la opinión de quienes no se sienten representados ni protegidos por Israel, sino perturbados por la repercusión negativa de su accionar en los círculos universitarios e intelectuales que ellos integran.
"Calle J" les brinda un camino para apoyar la existencia de Israel sin contradecir sus concepciones políticas generales. Además, recordemos que la gran mayoría de la población judía de EE.UU apoyó la candidatura de Obama, a quien algunos sectores israelíes pretenden presentar como enemigo de Israel, ya que su visión en cuanto a la creación de un Estado palestino que pueda convivir con Israel y al cese de las construcciones en los asentamientos, es considerada hostil.
Es interesante señalar que por el contrario, hay sectores israelíes que apoyan a "Calle J" y estuvieron presentes en su congreso inaugural, que fue muy exitoso. Sin embargo, el embajador israelí en EE.UU, Michael Oren, boicoteó dicho evento. A mi entender fue un error. Un embajador no representa sólo al gobierno que lo envía, sino a toda la nación, y esa nación, la nuestra, está políticamente dividida.
La única forma de mantener su unidad, así como la unidad del apoyo de las comunidades judías del exterior, es la unión a través del disenso. Aceptamos como válida la discusión, e incluso la crítica, de la política israelí. Pero no podemos aceptar como legítima la negación del derecho de Israel a existir como pueblo independiente y democrático.