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El honor a la verdad


Un Estado víctima de continuos actos terroristas debe tratar que sus represalias no dañen a civiles inocentes. Pero hay una diferencia enorme entre atropellos realizados en defensa propia e injusticias intencionadas.
 

Los activistas por los derechos humanos gozan en las democracias occidentales de una imagen generalmente positiva. En nombre de la moral, buscan la justicia, defienden al débil, propulsan autonomías, apoyan a los opositores al poder y exponen actos de corrupción. Pero en ocasiones, parecería que lo que más les interesa es publicar informes con relación a un pequeño país democrático en Oriente Medio, que aparece como responsable de casi todos los males del mundo.

A decir verdad, es un poco difícil mantener las manos totalmente limpias durante conflictos militares prolongados; pueden preguntarles a todos los pueblos del mundo. Pero de allí a considerar a Tzáhal como un ejército criminal, el trecho es demasiado largo.

Desde el momento en que Israel fue considerado como la parte poderosa del conflicto, se modificó la relación de fuerzas en la lucha por la imagen. Las razones son varias: Los territorios que en 1967 Israel no decidió si engullir o vomitar - gracias a sus vecinos - aportaron a desvirtuar su imagen de Estado democrático y abierto y a convertirlo en el blanco principal para esas instituciones.

Puede ser que esto no sucedió intencionalmente (puede que sí), pero diferentes organizaciones de derechos humanos colaboraron en revocar la legitimidad de Israel en el mundo ilustrado.

Informes tan desequilibrados, tan desproporcionados de activistas que llegaron a la región durante años, atentaron no sólo contra nosotros, sino también contra ellos mismos. Innumerables veces arribaron agentes con reportes escritos de antemano. Una verdadera lástima, porque esa tendencia contribuyó a disminuir la credibilidad de las organizaciones que representaban, y que cumplen funciones importantes.

Una demostración de ello, la recibimos de los fundadores de Human Rights Watch, una de las ONGs más renombradas del mundo, dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos.

Robert Berenshtein, fundador de HRW, publicó un artículo en el New Yok Times en el que se lamentó de haber sido forzado a hacer algo que nunca creyó que haría: criticar públicamente a la organización creada por él. La misión original de HRW fue la de descubrir lo que sucedía en sociedades cerradas, propulsar autonomías y apoyar a opositores al régimen.

Sólo que últimamente, HRW publica informes principalmente sobre el conflicto árabe-israelí, y los mismos colaboran con aquéllos que anhelan convertir a Israel en un país marginado. Berenshtein agregó que los regímenes árabes y el gobierno iraní, dominan a casi 350 millones de personas, y la mayoría de sus dirigencias son crueles, herméticas y dictatoriales.

En el mismo momento en que el departamento de Oriente Medio de HRW prepara un informe más sobre Israel, la angustia de los ciudadanos en los países árabes y musulmanes goza de total desatención.

En los días en que HRW es atacado por su propio fundador, cabe destacar el informe que esta organización publicó a raíz de los acontecimientos en Jenín en Abril de 2002 durante la operación "Muro defensivo". El reporte rechazó rotundamente el reclamo de que Israel había cometido una masacre en el campamento de refugiados de dicha ciudad, y con ello ayudó a exclarecer la veracidad de los hechos.

Resulta importante señalar este punto, justamente porque la exigencia de ser honestos y equilibrados es mutua. Sólo así podrá HRW renovar su postura como una fuerza moral en Oriente Medio, tal como lo manifiesta su propio fundador.

Fuente: Israel Hayom - 25.10.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il