Ehud Barak afirmó: "¡No a cualquier precio!" Pero parece que hay algo en la idiosincrasia israelí que sí es "cueste lo que cueste": la preocupación por la protección y la seguridad de los miembros del club exclusivo de dirigentes.
La seguridad de las personalidades en Israel se convirtió en una farsa. Si no fuera tan caro, sería cómico hasta las lágrimas; si no fuera tan irritante, sería divertido.
No se trata de los cientos de millones de shekels que el Estado invierte anualmente para custodiar con sumo cuidado a los más preciados, a los elegidos. Se trata fundamentalmente de un mensaje preocupante y peligroso que deriva del exagerado temor por protegerlos.
En Israel existen "personalidades" y personas. A las primeras las cuidaremos "cueste lo que cueste"; a las restantes: ciudadanos comunes o soldados, no. Así puede nuestro Ministro de Seguridad responder a un alumno que se alistará en el ejército: "El Estado no podrá garantizar ni tu seguridad, ni tu vida", mientras que la propia vida de él sí estará asegurada "cueste lo que cueste".
Barak, y como él Binyamín Netanyahu, arriesgaron sus vidas en sus años jóvenes, pero ahora pueden dormir bien tranquilos; ni un solo cabello se desprenderá de sus cabezas. Un numeroso ejército de robustos gorilas los custodia al salir y al regresar, al levantarse y al acostarse, "cueste lo que cueste".
Escenas absurdas: un primer ministro viaja en una larga caravana de automóviles idénticos, sirenas ululantes destrozando los tímpanos de la gente, se violan todas las leyes del tránsito, zonas estériles, decenas de policías, agentes secretos, bloqueos en cada lugar que pasa. Un primer ministro viaja al exterior y juega con sus niños a la orilla del mar, rodeado de francotiradores. Sus tres casas, incluyendo una vacía, están permanentemente custodiadas. Un ministro de transportes que corre por la rambla custodiado por los cuatro costados. Un ministro de cultos que entra en un restaurante después de intensos preparativos similares a acciones militares.
La seguridad de los nobles del pueblo. Así sucede en una república bananera, no en una democracia.
Si, es cierto, un primer ministro y un ministro de turismo fueron asesinados en Israel. También en Suecia un primer ministro y una ministra de relaciones exteriores fueron aniquilados. Pero allí no perdieron las proporciones. La vida de los elegidos es preciada, pero no más que la de cualquier otra persona. Soldados y ciudadanos, en diferentes épocas, pueden encontrarse en peligro. No puede ser que eso no sea tomado en cuenta. Dirigentes políticos o militares también deben correr un determinado riesgo.
Es verdad que últimamente fueron descubiertas algunas intrusiones en la grotesca "muralla de hierro" que construimos a su alrededor: la tarjeta de crédito del Jefe del Estado Mayor fue robada y en el mismo gimnasio donde se entrenaba apareció un pseudo espía. La tormenta pública desatada a raíz de esos dos episodios ridículos, sólo demostró hasta que punto perdimos la noción de las proporciones. La seguridad de Israel no disminuirá ni se aumentará por la Visa del Sr. Ashkenazi. Hay un Gobierno en Israel; él es quien debe decidir, también sobre todo lo relacionado con la seguridad de sus miembros. Sólo en el país de las maravillas o en el Estado del Shabak, como en los más oscuros regímenes, los servicios secretos de seguridad le imponen a un gobierno cómo deben actuar.
No es necesario anular la seguridad en general, pero llegó el momento de reconsiderar proporciones: otorgar seguridad racional a algunos de nuestros "símbolos gubernamentales" y anularla para decenas de ministros y otras personalidades custodiadas. Los traumatizados servicios de seguridad temen más por su destino, su fuerza, su influencia, su presupuesto astronómico y su buen nombre y honor.
Recordemos la exhortación y el llamamiento apasionado de Barak: "Un pueblo anhelante de paz, firme, solidario y seguro de él mismo, estará dispuesto a arriesgar su vida" ¿Pero qué sucede con nuestro Ministro de Seguridad? ¿Acaso estas palabras no le conciernen también a él?
Hace tiempo que no se oían afirmaciones tan hipócritas e irritantes de boca de quien su propia seguridad es un interés prioritario, "cueste lo que cueste".
Fuente: Haaretz - 6.9.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il