"El Estado ni siquiera puede garantizar tu vida". Así, directo y firme, respondió el Ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, a un alumno de secundaria, cuando éste le preguntó, si al alistarse en Tzáhal, puede estar tranquilo de que el Estado hará todo por él en caso de ser raptado.
De fondo, claro está, aparece continuamente la figura de Guilad Shalit, secuestrado hace ya más de tres años por terroristas de Hamás. Desde aquel nefasto 25 de junio del 2006, en el que hombres armados irrumpieron a territorio israelí por un túnel subterráneo cavado desde la vecina Franja de Gaza, mataron a dos soldados, hirieron a otros y se llevaron a Guilad, mucho se ha hablado de los intentos denodados por recuperarlo. Pero sigue en un calabozo, en condiciones desconocidas, sin que la Cruz Roja haya podido verle siquiera. Sin que se sepa, de hecho, a ciencia cierta, si está vivo o muerto.
Barak, como suele suceder, causó polémica. Por la frase citada, por el tono molesto con que reaccionó a la legítima pregunta del joven, por haber aclarado que "nos esforzamos por liberarlo, de todas formas, pero no a cualquier precio" y por la lección de moral que intentó dictar como agregado a la primera parte de su respuesta. Esto, al sugerir que no se debe andar "lloriqueando"; recordando a todos que eso no sirve en el entorno en el que vive Israel, donde sólo el fuerte puede sobrevivir, donde siempre hay alguien al acecho para atacar.
Y no parece que en ese momento se refería a la fuerza en términos de poderío militar - aunque sea clave para la defensa - sino de entereza de la sociedad. Hablaba de firmeza ante los peligros. De disposición a lidiar con ellos a pesar de las dificultades. Hablaba de algo que los israelíes siguen teniendo, porque no hay otra alternativa, porque la vida se los impone. Pero ese "algo", esa firmeza a seguir "aguantando" y lidiando con problemas, es natural que a veces flaquee un poco... porque no hay cuerpo que aguante.
Barak pareció antipático, insensible. Sonó como alguien que, por su pasado militar, habló con demasiada dureza. ¿Y qué hay con el código ético de Tzáhal, sobre lo sagrado de devolver a cada soldado a su hogar, al país, tras haber estado en misión en nombre de la defensa nacional?, preguntaron algunos.
Tienen razón. Pero Barak, a pesar de lo inoportuno de su tono y de lo duro que sonó cuando el objetivo era reunirse con jóvenes alumnos en el primer día de clases, fue valiente al decir ciertas verdades que no sólo él entiende como tales.
Junto a lo terrible de imaginar el dolor de la familia Shalit - y de ponerse cada uno , aterrorizado, en el lugar de esos padres que viven esta desgracia -, junto a lo duro de imaginar la situación de Guilad y de pensar quizás en lo peor, no es menos difícil pensar en todos los asesinos que Hamás exige liberar para que Israel vuelva ver a su hijo secuestrado. Mientras una parte de la población sostiene que el Estado tiene la responsabilidad de recuperar a sus soldados cueste lo que cueste, otros consideran que el precio a pagar es trágico, que el mensaje a interpretar será que los terroristas pueden volver a matar y secuestrar y terminarán saliéndose con la suya.
Los recuerdos de varios de los peores atentados de los últimos años, reflotarían si los asesinos salen de prisión. Y lo peor es la casi certeza que tienen muchos.... de que volverán a matar.
¿Pero entonces.... eso significa que se abandona a Guilad, allí, tan cerca y tan lejos, en Gaza?
Las preguntas que surgen tras cada respuesta, son interminables. Los dilemas, aparentemente insolubles.
Lo que es, sin embargo, absolutamente cierto, sin preguntas de por medio, es que Israel deberá combinar siempre entre su capacidad defensiva en lo militar y la entereza y altura de su gente, para poder lidiar exitosamente con las amenazas en su contra.
En la región de Israel es necesario escuchar con oídos bien abiertos. Así como hay figuras palestinas que sostienen que la paz es posible y es imperioso intentar alcanzarla, también hay otras que tildan de traidoras a las primeras y anuncian que continuarán su "lucha contra el enemigo sionista". Y ni que hablar de las amenazas no limítrofes pero letales que llegan desde Irán.
Guilad Shalit, con su rostro joven - aunque nadie sabe hoy cómo está, al haber cumplido ya 23 años -, es un símbolo especialmente fuerte, que toca casi a nivel personal a cada hogar en Israel. Pero no es el único. Y mientras la región siga siendo como es, es cierto que nadie puede aquí garantizar la vida de nadie.
Precisamente por eso nos viene hoy a la mente, con fuerza, aquella frase de Itzjak Rabin, Z"l , sobre la necesidad de "negociar la paz como si no hubiera terrorismo y combatir el terrorismo como si no hubiera negociaciones de paz".
Sólo en la verdadera paz habrá plena seguridad. Pero Israel no puede olvidar ni por un momento que no todos comparten ese sueño, lo cual le obligará, por mucho tiempo, a seguir en guardia.
La bendición es que lo hace sin dejar de crear y desarrollarse, sin dejar de investigar y avanzar en ciencias, medicina, tecnología y agricultura. Eso también es parte de la fortaleza nacional.
Fuente: Semanario Hebreo - 3.9.09