Almog Ben Natán, un alumno de quinto de secundaria, despertó una pequeña conmoción cuando le preguntó al Ministro de Defensa, Ehud Barak, si el Estado podría garantizarle su seguridad en caso de caer prisionero.
El Ministro le respondió aparentemente molesto, pero a decir verdad, Almog no tiene la culpa. Toda la ideología sobre la seguridad israelí en esta última generación, se configura en su pregunta. Él sólo declamó lo que absorbió de sus educadores y dirigentes desde que es dueño de sus opiniones.
Como alguien nacido en los '90, los años del Acuerdo de Oslo, Almog hizo sus primeros pasos en un país que cree que no hay algo más importante que la seguridad y el bienestar de sus soldados. Israel es capaz de renunciar a partes de su tierra histórica para ahorrarles a ellos guerras peligrosas, invertir la mitad de su presupuesto para salvar sus vidas y liberar de la cárcel a adversarios y enemigos si con ello garantiza el regreso de sus prisioneros a casa.
Cuando Almog tenía dos años, los conjuntos musicales del ejército cantaban "Nosotros los niños del '73", un himno para soldados mimosos que cambió a "La Bandeja de Plata" de Alterman, escrita en 1948. Intérpretes uniformados se quejaban de que sus padres no hacían lo suficiente para que no se tengan que alistar al ejército. Con esa canción les recordaban a los políticos que "prometieron hacer todo por ellos". El asesinado Itzjak Rabín Z"l, adoraba esa melodía; en realidad, hizo de todo por los niños; los resultados están a la vista.
Un país serio recluta soldados y los entrena para que sepan defenderse. En Israel 2009 sucede lo contrario: es el Estado quien se moviliza para defenderlos: huyó del Líbano presionado por madres preocupadas, abandonó Gaza por motivos pseudo demográficos y se apresuró a replegar bases de reclutas porque eran bombardeadas. Los habitantes de esas zonas se quedaron en sus casas, sólo los soldados se fueron porque mamá y papá salieron a manifestar.
Entonces ¿qué tiene de raro que Almog exija una póliza de seguro antes de alistarse en Tzáhal?
Tres años seguidos estos chicos escuchan como políticos y demás personas influyentes reclaman al Gobierno pagar precios astronómicos para liberar a un solo soldado.
Ellos ignoran el enorme daño que puede producir la liberación masiva de terroristas a la seguridad colectiva; les cuesta entender el terrible desgaste que dicha liberación causará a nuestro poder de disuasión. Lo único que les importa es que Guilad Shalit vuelva a casa.
Cuando se los escucha, da la impresión que hablaran de un bebé secuestrado, no de un sargento adulto que cayó en manos del enemigo en cumplimiento de su misión.
No existe en Israel un solo judío que no anhele en lo profundo de su corazón ver libre y feliz a Guilad Shalit. Pero la pregunta de Almog demuestra que algo básico se modificó en el orden de prioridades. Por ello, Barak hizo bien en poner las cosas en orden: ¡No a cualquier precio!
Es muy importante que Israel haga todo lo posible para regresar a sus soldados secuestrados, pero más importante aún, es que el país no caiga prisionero.
Fuente: Yediot Aharonot - 4.9.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il