Hay una sola asignatura que no basta con estudiarla; es preferible vivirla. Aprender matemáticas, inglés o Torá no nos proporcionan experiencias vivenciales. Sólo la materia civismo, sólo ella, puede y debe ser sometida a prueba día a día.
Comenzó un nuevo año lectivo. Ya el primer día nos deparó un exámen de educación democrática. Este año no podremos decir, como el pasado, ¡Shalom Kitá Alef! tal cual se debería.
Es imposible desearle buenos días a algunos infames directores de escuelas. Malvados son aquéllos que se dan el lujo de dejar niños etíopes fuera de las aulas, detrás de los muros. Inocentes criaturas que mirarán su escuela desde lejos con ojos entristecidos porque allí no serán recibidas. Esto no sucede en Estocolmo; no lo publicaron en Oslo; es aquí, en Petaj Tikva.
Esta semana la sociedad israelí deberá participar en una clase obligatoria de educación democrática; no la deseábamos, no soñamos en nuestras más oscuras pesadillas que alguna vez llegaría; pero está aquí para nuestra propia vergüenza. Ella le permitirá demostrar a todo el sistema educativo que mejor que decir es hacer.
Es nuestra oportunidad de enseñar un capítulo de civismo positivo; dar una lección cuyo mensaje educativo sea incalculable. Tiene tanta importancia, que será posible ahorrar todas las demás clases de civismo de este año y aprovechar esas horas para otros estudios importantes.
Si las escuelas religiosas en Petaj Tikva o en cualquier otro lugar de Israel mantienen su negativa de recibir alumnos etíopes; si no son eficientes todas las súplicas y amenazas del Ministro de Educación; entonces no habrá otra salida que identificarse directamente con esos niños y niñas a los que las puertas del apartheid fueron cerradas en sus narices. Nadie podrá ya conformarse sólo con censuras o discursos moralistas.
Todo el sistema educativo debe declararse en huelga. ¡Sí! Huelga total en señal de solidaridad con esa pequeña niña que pregunta ¿porqué? mientras todos los adultos y todos los sabiondos se esfuerzan y no encuentran respuesta.
La educación hacia valores no tiene un ápice de valor cuando un niño de color es marginado, avergonzado y su rostro empalidece de tristeza. ¿De quién es ese niño? Sólo Dios lo sabe.
Si nos escapamos de nuestras obligaciones con adoctrinamientos y sermones, mil maestros sobresalientes e innumerables clases magistrales no lograrán quitar esa mancha. Incluso la reciente declaración del Ministro de Educación: "Lo más importante es fortalecer la educación hacia los valores judíos, sionistas, democráticos y sociales", carecerá de contenido.
Por ello, en nombre de todos los ciudadanos donde quiera que estén: alumnos, padres y maestros mancomunados, esta semana cerraremos las puertas de todas las escuelas.
Si esos niños no entran, nosotros tampoco. Nos quedaremos con ellos afuera hasta que las autoridades de Petaj Tikva decidan que son parte integral de la sociedad israelí.
Y para aquellos padres a los que una huelga les resulta demasiado complicada; aquéllos que hoy mismo empaquetan a sus hijos para regalárselos a sus maestros, tengo una propuesta alternativa, no tan buena: Todos los famosos que visitaron las escuelas el primer día de clases sólo para fotografiarse con los alumnos, regresarán y dedicarán sus palabras exclusivamente a aquellos niños carentes de aulas, maestros y compañeros de clase. No tienen otro tema que tocar, ni siquiera las historias de sus éxitos personales.
Eso sí; conviene averiguar antes con las escuelas anfitrionas si ellas mismas seleccionan y rechazan alumnos, o perciben de los padres altas sumas de dinero para aparecer a fin de año a la cabeza de la lista de instituciones educativas sobresalientes.
No nos sorprendería.
* El autor fue Ministro de Educación de Israel.
Fuente: Haaretz - 2.9.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il