El fenómeno de las migraciones masivas es actualmente, y junto a la crisis económica del sistema neoliberal, el factor que más desestabiliza el status quo de los países dominantes o de aquellos que aspiran a serlo.
El control o regulación de dichas migraciones desvela a los políticos de turno, llevando a algunos al límite de procurar "soluciones finales" enmascaradas.
Está claro que el origen de este fenómeno se encuentra en las miserables condiciones de vida a las que millones de personas se encuentran condenadas; sin embargo, nadie en el mundo se hace cargo de los procesos devastadores que desencadenaron ese estado de cosas.
¿Acaso es casual que estos inmigrantes, "fugitivos de la miseria", provengan de países emergentes, otrora ricos en recursos naturales?
¿Acaso es casual que esos países sean hoy los más castigados por los desastres naturales y los que de menos recursos disponen para afrontar las catástrofes?
¿Es casual también que las guerras fratricidas más virulentas tengan lugar en estos países?
Estas son las preguntas que los Estados desarrollados se cuidan muy bien de archivar, guardando las espaldas de los máximos responsables de la tragedia.
Durante siglos, los grandes lobbies multinacionales operaron brutalmente contra estos países emergentes, saqueando sus recursos, súper explotando a su población, destruyendo sin miramiento su ecosistema, comprando gobiernos, imponiendo dictaduras o democracias títeres, apagando a sangre y fuego las protestas contra la expoliación, negando a sus habitantes el derecho a la educación, al trabajo digno, a la salud, a una vivienda; gobiernos coloniales que "magnánimamente" otorgaban independencias cuando ya estaban seguros que no había nada más que extraer de su suelo y su gente.
Hoy, los habitantes de estos países, se encuentran con una realidad a la cual no saben ni tienen cómo afrontar, sin recursos elementales, ni comida ni agua, sin educación, sin horizontes, en medio de guerras entre bandos que se disputan los despojos que dejaron los expoliadores.
Así, es legitimo y absolutamente humano que desesperadamente busquen un nuevo lugar en el mundo, y por supuesto ese nuevo lugar bien podría ser ese que una vez vieron por TV, y cuyos carteles publicitarios curiosamente coinciden con los que veían todos los días a la entrada de las minas, en las plantaciones, en las grandes fabricas, en los puertos donde arribaban barcos vacíos para partir repletos.
Así, es legitimo y absolutamente humano, que prefieran morir desangrados colgados en las alambradas de Ceuta y Melilla, ahogados en el Mediterráneo a la vista de Sicilia o Cádiz, en el Atlántico con las Canarias al alcance de la mano, ametrallados en las afueras de Tijuana, asfixiados dentro de un camión en Texas, linchados en un barrio parisino, quemados en un taller clandestino de cualquier gran ciudad del mundo "desarrollado".
¿No hay responsables de semejante tragedia? ¿Hasta dónde llega el cinismo y la impunidad de los detentores del sistema; de las corporaciones multinacionales que cuentan con Gobiernos legitimadores de toda su podredumbre?
Ante la crisis financiera del neoliberalismo, los Estados más poderosos de la tierra salieron en auxilio de los más grandes estafadores de la población mundial, con cifras multimillonarias, hasta pornográficas, que una persona común ni siquiera puede dimensionar.
¿Cuál es la respuesta ante esta otra crisis de la humanidad? La de millones de personas huyendo del peor de los destinos?
Endurecer las leyes. Equiparar la categoría "inmigrante sin papeles" a "delincuente de alta peligrosidad" y extensivo a toda su prole aun los nacidos en la nueva tierra, reforzar la vigilancia, hacer de cada ciudadano un vigilante de la "legalidad", crear barreras inteligentes que los devuelvan automáticamente al patíbulo de donde no deben salir hasta nueva orden, hasta que sea necesaria una nueva dosis de mano de obra esclava, o simplemente una referencia sobre cuánto debe ganar un asalariado autóctono.
Lo que menos nos imaginamos los ciudadanos de Israel que alguna vez hicimos Aliá, es que en la Nación que cobija a los que en tantos momentos de la historia les fueron negados absolutamente todos sus derechos, también veríamos esta política repulsiva hacerse práctica oficial, expulsando a los "fugitivos de la miseria", encarcelando a sus niños, negándoles el derecho a sobrevivir. Una grotesca imitación del peor de los gestos, de los "desarrollados" Berlusconi, Zapatero y Sarkozy entre otros.
Esto es lo que impulsa el Gobierno de Israel, a través del Ministerio de Interior como "punta de lanza": persecución a los extranjeros sin papeles. Llamarlos "ilegales" les justifica la acción legal en su contra, cárcel y deportación.
Hagamos un profundo examen de conciencia como pueblo perseguido y discriminado, y actuemos en consecuencia, en las calles, en los medios y en el Parlamento. Levantemos la voz por los que hoy deben ocultarse en las sombras, para que no se concrete la condena a "miseria perpetua" que pesa sobre ellos.
Legalizarlos es una primera alternativa; asistencia económica, sanitaria y educacional en sus países de origen es la segunda.
¡Luchemos por sus Derechos Humanos, y por nuestros Deberes Humanos!
* Abel Melinger es miembro de la Dirección Nacional del Movimiento Fuerza Latina en Israel.