«Cuando muera, algo de mí morirá en ti. Cuando mueras, algo de ti en mí, morirá contigo. Porque todos - sí, todos - todos juntos formamos un único y vivo tejido humano; y cuando alguien nuestro se va, algo en nosotros muere, y algo queda con él». (Moti Hammer, «Un solo tejido humano»)
El cuerpo de Lalo Slepoy z"l ya descansa en la silenciosa tierra de su kibutz, Barkaí, en el inicio del Wadi Ara.
Sus familiares, amigos y discípulos de todos los confines de Israel y de América Latina acudieron a despedirse de él. Veteranos con muchas horas de Lalo en su haber y jóvenes que tan sólo alcanzaron a debatir algunos mensajes de sus actividades pedagógicas, comentarios o discursos. Activistas de la Organización Sionista Mundial y de Naalé, miembros de Hashomer Hatzair, de Dor Jadash de México o de Beiajad de Monterrey, académicos, periodistas, educadores, cineastas, intelectuales, bailarines y varias generaciones de janijim. Un verdadero conglomerado humano de lujo, que carga sobre sus espaldas una historia muy particular del judaísmo argentino y latinoamericano.
Cada uno llegó con su Lalo.
Para algunos, el «rey» de los seminarios educativos vivenciales de los movimientos juveniles; para otros, el «genio» de Makor (iniciales en hebreo de Centro Kibutziano de Ideas, ni más ni menos); para muchos el fundador del Centro de Cooperativismo de Guivat Javiva; para varios el creador de Naalé (Zohar) en América Latina, algo considerado en su momento «imposible de realizar» por aquéllos mismos que algunos años después adoptaron la idea a pesar de todo, y luego no dejaron de elogiarse unos a otros por considerarla propia. Para todos el sheliaj, el madrij, el disertante, el pensador, el creador, el coordinador, el supervisor, el luchador, el amigo.
En fin, demasiado Lalo para repartir entre tanta gente.
Su hija mayor, Jaguit, recalcó el lugar determinante que Lalo ocupaba en el íntimo marco familiar. Su primo, Daniel Blaustein, también rosarino, me comentaba como soñaban juntos «el sueño profundo de la juventud», y como Lalo iba siempre en busca del diálogo y encontraba los términos exactos para definir las situaciones más controversiales.
Luego del funeral, ya en mi casa y al anochecer, comencé a hojear los cuadernos de estudio de cooperativismo editados en español por Guivat Javiva, con una selecta variedad de comentarios de Lalo, extaídos de los mismos:
«Frente a la adversidad social hay dos posibilidades: sufrir o acusar. El que sufre encuentra los recursos propios que incluye sus marcos afectivos. La energía, el equilibrio, la fuerza y en particular el espíritu, mientras que se convierte para las personas en un ser para los demás, y los que tenemos la posibilidad de amar, vivir para seguir siendo uno y ayudar a quien decidió que necesita de uno».
«En cambio, los que acusan se quedan solos tramando venganzas, despechados con la vida, enojados, como si algún otro hubiera producido el malestar».
«El principio fundamental es que saber es más importante, útil y tranquilizador que no saber».
Y también algunos que llegó a comentarme en infinidad de momentos cara a cara durante nuestros 30 años de vida compartida:
«Tengo una enfermedad que me consume mucha energía, pero en ningún caso me esclaviza ni tampoco me somete. No es mi rival, no es mi enemiga, no es una parte no elaborada de mi sistema psíquico, es del lenguaje del cuerpo. En el ser humano hay enfermedades que entran por el aparato psíquico y hay otras que entran por el cuerpo, y las dos luego toman la totalidad».
«Una vez me dijo un buen médico: 'Acordate que siempre te salvó la sinceridad que tuviste con tu cuerpo'. Pero hay algo más: el deseo de vivir; siempre que haya alguien en quién esté puesto ese deseo».
Sólo un tema era fijo en nuestro diálogo, y siempre por iniciativa de él; sea cual fuere la situación, y sin importar la hora ni el lugar, terminábamos hablando de su Newells. «Me encontré con Gilad Shalit y le regalé la camiseta de Newells. Le quedaba grande; pero después de cinco años en los sótanos de Gaza, es normal. En seguida te mando la nota y las fotos para que las publiques en Israel en línea», me llamó emocionado desde su oficina en Buenos Aires apenas terminó la reunión.
Creo que a pesar de lo que escribió Moti Hammer en sus versos, mientras la gente continue viviendo en cada uno, no morirá tan fácilmente. De ser así, no hay duda que Lalo tiene garantizada su continuidad durante mucho tiempo y a través de muchos que tuvieron el privilegio de conocerlo bien y dialogar con él.
En momentos en donde el abuso de las palabras hace que los significados de las mismas se devaluen, se puede decir que el espacio que Lalo desarrolló con su inteligencia, análisis, profundidad, sinceridad y agallas, no será fácilmente ocupado.
Para quienes viven en el mundo de los interrogantes, aceptan la diversidad, alientan el aprendizaje, promueven la autocrítica y la crítica; para quienes profesan la religión del humanismo, acatan la duda y ansían una comunidad creativa y emprendedora, se nos fué un enorme militante y un brillante ejemplo de tenacidad.
Un Lalo para cada uno…
Para mí, personalmente, Lalo siempre será como ese pequeño gusanito o como esos largos trenes con una locomotora en cada extremo que permite al conductor y al pasajero - al madrij y al janij - observar el mismo paisaje en su trayecto de ida y vuelta. La cola es también cabeza, de modo que el tiempo, y con él nuestra vida, siempre pueda admitir tener una doble percepción y un doble sentido.
Así evolucionan nuestras almas, Lalo sigue viviendo en quienes lo aman, siente en ellos nuevas experiencias, como si en nosotros fuera corrigiendo errores anteriores, paso a paso, hasta que, al fin, ese mismo gusanito llega un día a donde se encuentran las hojas, descubre el tronco y pretende descender o alcanzar la punta de una de ellas. Es en ese preciso instante en el que entiende que llegó la hora de formar capullo y amanecer convertido en mariposa que logra su libertad en la plenitud del vuelo.
Entonces, su alma alcanza su paraíso particular, el que él mismo eligió: la tierra mansa o la convulsiva; allí donde el tiempo se detiene porque no queda futuro, porque vivir o morir se transforma en un presente continuo, porque el espíritu comprendió que la vida o la muerte son ahora, ya mismo, sin so?ar con recuerdos ni anhelar esperanzas.
Descanza en paz, mi querido amigo.