Del Israel extraordinario que nunca sale en las noticias.
Me habla del ajo. Es un poderoso curativo estomacal, cuya eficacia estudian para la medicina. El sabio que aterriza en mi ignorancia, dotándola de un poco de claridad científica, fue el último presidente del Weizmann, y sus investigaciones se centran en el combate contra la ameba, que provoca las grandes infecciones del tercer mundo.
A su lado, un genio me habla de los avances de la nanotecnología, no en vano Israel es el primer país del mundo en el campo de las ciencias de la materia y en astrofísica. Y siendo el 0,1% de la población mundial, es el autor del 1% de las publicaciones científicas. En proporción presupuestaria, es el tercer país, después de Suiza y Suecia, que dedica más esfuerzos a la ciencia, a pesar de su fuerte necesidad en defensa.
De la nanotecnología al revolucionario biochip. Se trata de un chip biológico, implantado en el cuerpo humano, que detecta tempranamente enfermedades y activa los propios recursos biológicos para luchar en su contra. Joselevich, uno de los científicos de la nanotecnología, me comenta que el Weizmann permite un creativo flujo de conocimientos entre científicos, y de ahí se producen descubrimientos en todos los campos.
En este instituto, una auténtica ciudad rodeada de jardines, dentro de Rehovot, viven más de 2.000 científicos, cuya dedicación a la ciencia es absoluta. Su prestigio viene de lejos: de aquí fue presidente el descubridor de la vacuna contra la polio, Albert Sabin; aquí se descubrieron las ventanas del tiempo, que permiten el trasplante de células madre; aquí se desarrolló el Copaxone, retardador de la esclerosis múltiple, y aquí se ha revolucionado el diagnóstico precoz del cáncer de mama.
Si sumamos, al Weizmann, el prestigio del Tejnion de Haifa, con premios Nobel, y las más de 3.000 empresas dedicadas a la alta tecnología, una de ellas inventora de una máquina que convertirá toda la basura en plástico, y acabará con este grave problema, tenemos un país único en ciencia. Para rematar, han ayudado a Jordania a crear un sincrotrón, cuyo fin es servir a científicos árabes de la zona.
¿Cómo ocurrió? Nada es gratuito. Israel es el único país del mundo que creó un centro de alta tecnología, el Tejnion (1924), una universidad, la Monte Scopus (1925), y un instituto científico, el actual Weizmann (1934), antes de tener Estado. Desde el primer dóa, se creó un "ejército de las ciencias", y en cada ministerio existe un científico jefe responsable de investigación. Lo cual nos lleva a una conclusión inequívoca: la riqueza de un país no se mide por los petrodólares que acumula, sino por la fuerza de su ciencia.
50 años de petróleo, cero premios Nobel. 60 años de existencia de Israel, centenares de descubrimientos. Este Israel extraordinario nunca sale en las noticias.