Con la captura de Berlín y la rendición del Tercer Reich concluyó la hecatombe en la que perecieron al menos 60 millones de personas, entre combatientes y civiles en Europa, Asia y África, sucumbiendo un promedio diario de 27.000, entre septiembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia y agosto de 1945 con la capitulación del imperio japonés.
Sólo la alianza entre las democracias liberales del Viejo Mundo y los Estados Unidos con la Unión Soviética stalinista hizo posible la derrota del proyecto totalitario, conquistador, racista, nazi-fascista, encabezado por Hitler y Mussolini.
Entre los horrores perpetrados por ese militarismo germano e italiano, debe señalarse el Holocausto de seis millones de judíos, gitanos, minusválidos mentales, homosexuales, la llamada «Solución Final» por los ideólogos de ese macabro plan.
Los aliados, en especial Estados Unidos, no estuvieron exentos de la criminalidad bélica con el uso de armas de destrucción masiva, particularmente el empleo de armas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, provocando por efectos del estallido y la radiación la muerte de cuando menos 100.000 víctimas, más las que perecieron en los meses y años subsiguientes. Muchos consideran esto el peor atentado terrorista de la historia.
Fue la batalla de Stalingrado (1943) la que inclinó la balanza a favor de la causa aliada, demostrando que las tropas del Eje no eran invencibles. A partir de ese año, se pasó a la ofensiva en los distintos teatros de operaciones hasta la victoria final.
La unidad aliada de posguerra fue breve: en 1948 se inició la Guerra Fría, que antagonizó en dos campos ideológicos y bélicos opuestos a los vencedores. Y ese enfrentamiento aún persiste.
El hecho que en Rusia se celebraron las siete décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial con actos conmemorativos, registró el hecho que Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania no enviaron delegaciones como parte de la confrontación relacionada con la crisis de Ucrania.
Mientras la Unión Europea (UE) y la OTAN buscan expandirse hacia el este europeo, Rusia consolida lazos comerciales y militares con China, hoy la segunda potencia financiera e industrial del mundo, forjando un bloque opuesto al de Occidente.
La Segunda Guerra Mundial finalizó, pero 70 años después de sus trágicos resultados, los líderes mundiales no aprenden y el belicismo y el fanatismo siguen prevaleciendo por sobre el diálogo y la seguridad de los pueblos.