En el último conflicto entre Israel y Hamás, el pasado verano, el mundo denunció el genocidio palestino y la asimetría en la guerra. Israel era culpable de construir un gran ejército y una economía mundial de alta tecnología, mientras Hamás invertía el dinero para la reconstrucción de Gaza en túneles y desviaba recursos a cuentas secretas de líderes palestinos.
Los líderes morales ignoraron también la asimetría democrática: en Israel hay una fracción parlamentaria árabe; en los países árabes, incluido Gaza, no entran no musulmanes. En Israel la mujer es líder política, científica y cultural, en los países árabes las matan si salen sin permiso. En Israel los árabes viven mejor que en los países árabes.
Paralelamente surgieron denuncias sobre crímenes de lesa humanidad contra la sociedad siria. Ahora los falsos dueños de la asimetría guardan silencio, aún ante el rescate israelí a heridos. Tal vez no podían culpar por la masacre ni a judíos ni al Mossad, la institución más poderosa del mundo, según ellos, que de acuerdo al discurso judeofobo de hace todo: espía a comunistas y capitalistas, cura enfermedades que crea, etc. Un imbécil incluso dijo que creó al Estado Islámico.
Ante el silencio de los asimétricos, la crisis siria generó cuatro millones de refugiados. Caricaturistas de diferentes medios fueron muy militantes anti-israelíes y anti-judíos, pero no terminan de enterarse de lo que sucede en Siria o temen denunciar a los culpables.
Leí condenas sobre Siria de fuentes judías o por judíos. Y no podía ser de otra manera. El pueblo judío reacciona ante persecuciones brutales, insensatas e irracionales. No obstante que todavía campea el deseo de su desaparición como los de Irán, y no se escuchan denuncias contra esos llamados a la desaparición de Israel, o contra los negacionistas del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.
Pero el mundo despertó. Se asume la crisis siria como problema mundial y que los países deben absorber refugiados. Muchos ganarán al absorber profesionistas y miembros de la clase media, a otros se les colarán terroristas.
Los refugiados llegaron para quedarse, su país está hecho pedazos; ojalá recuperen el futuro que les arrebató la intolerancia y el odio.
No sorprende que las puertas de los países árabes se mantienen cerradas para palestinos y otros refugiados. Los jeques carecen de solidaridad y misericordia, explotan la riqueza como oligarcas. Tienen palacios de oro y sociedades hundidas en el analfabetismo.
El mundo atraviesa una época de odio: Judeofobos, islamofobos, homofobos, mujerofobos, hombrofobos, negrofobos, la lista es larga y empeora mientras la intolerancia, y el odio ganan adeptos, apoderándose de países y ya vimos con Alemania e Irán lo que sucede cuando al Estado lo mueve el odio.
Europa encontrará la excusa para cerrar sus puertas, América dirá que cumplió, los árabes verán el destrozo de los demás para con sus aliados neoliberales caer como aves de rapiña sobre la reconstrucción. Tal vez esto explica la crisis, agravada por esa enseñanza a odiar al prójimo por encima de todas las cosas.