Avri Ran, un judío ultranacionalista y religioso, se convirtió en una leyenda para los jóvenes habitantes de los asentamientos judíos en Cisjordania al construir por si solo una colonia ilegal que nadie, ni siquiera el Ejército, se anima a desmantelar.
La llamada «Juventud de las Colinas» constituye el ala más fanática y radical de estos jóvenes. Para ellos, incluso el Gobierno israelí y Tzáhal son traidores. Sólo reconocen la autoridad de la Biblia que, según ellos, establece el dominio eterno de los judíos sobre el Gran Israel - desde el Eúfrates hsta el Nilo -, y la de un líder de 56 años, carismático e indomable, llamado Avri Ran.
En otro lugar y en otra época, Avri Ran habría sido un héroe. Pero «el Rey de las Colinas», como es conocido, construyó su reino en un territorio conquistador militarmente, al margen de cualquier ley excepto la suya y su nombre inspira odio y terror entre los habitantes palestinos de Cisjordania.
Ran es delgado y de ojos claros. La primera parte de su vida no fue nada especial: nació en un kibutz en 1955, creció en un ambiente laico, sirvió en Tzáhal como oficial y fue herido en combate. Es teniente coronel retirado. Fabricó sandalias cerca de Tel Aviv. Quienes le conocieron en aquellos momentos recuerdan a un hombre guapo, noble y simpático.
A finales de los '80 su esposa, Sharona, nacida en Estados Unidos, le transmitió su decisión de vivir conforme a las normas religiosas ultraortodoxas; Avri, según Sharona, no respondió nada, sólo se limitó a ponerse una kipá sobre la cabeza.
La religiosidad cambió la vida del matrimonio Ran. En 1993, la pareja, que tiene 10 hijos, se mudó al asentamiento de Itamar, cerca de la ciudad de Shjem. Itamar es célebre por su ambiente ultrareligioso, por la velocidad con que se expande y por la violencia de su relación hacia los palestinos. En marzo pasado, cinco miembros de la familia Fogel de Itamar, incluida una bebé de cuatro meses, fueron degollados en su casa por dos jóvenes terroristas palestinos residentes en una aldea cercana.
La leyenda de Avri Ran comenzó en 1998, cuando decidió conquistar para el pueblo judío la cima más alta de la región. Lo hizo solo, con un saco de dormir, una cafetera y un rifle. En 2005, ante un tribunal que le juzgaba por agredir a un palestino, contó que en aquella época tuvo que combatir con los palestinos casi a diario, que se cosía sus heridas con hilo y aguja y que jamás requirió la ayuda de nadie. «Nací para ser libre», afirmó entonces. Sharona lo define como «un hombre que actúa como un hombre».
Poco a poco, jóvenes más o menos desarraigados y más o menos conflictivos peregrinaron a la colina de Avri y se quedaron junto a él, obedientes ante su liderazgo natural. Luego se incorporó su familia. Así nació Guivat Olam, (la Colina de la Eternidad), el asentamiento ilegal en el que Ran estableció la mayor granja ecológica de Oriente Medio.
Quienes visiten a Avri en su granja, podrán ver un lugar idílico, con formidables vistas a los valles y el Mar Muerto. Ran no es de responder preguntas a la prensa, pero cuando conversa informalmente se comporta de forma extremadamente agresiva. Quienes consiguieron hablar un poco con él, dicen que se pasa la charla despotricando especialmente contra Netanyahu, la ONU y los medios de comunicación, sobre los cuales opina y que si pudieran, no sólo matarían a todos los judíos, sino que además harían jabón con sus cadáveres.
Avri Ran rechaza cualquier liderazgo sobre la «Juventud de las Colinas". Se declara ajeno a la adoración que suscita. Su autoridad en la granja, en la que viven la mayoría de sus hijos con sus parejas y otros jóvenes, resulta evidente. Pero el ambiente es relajado. No hay signos externos de religiosidad y el monarca de las colinas es simplemente Avri para todo el mundo.
En la granja, que rechaza subvenciones y carece de los muros característicos de los asentamientos - porque para Avri es inconcebible que algún palestino se atreva a atacarle -, se comprende la fascinación de ciertos sectores de la juventud ante esa «aventura colonizadora»: tiene mucho de Far West, de espacios abiertos y lucha continua, de emprendimiento, de fe en el futuro.
Basta sustituir a esos colonos judíos mesiánicos por los colonos americanos y a los palestinos por las tribus indígenas para comprender el mecanismo. La aventura, además, goza de la personalidad de Avri Ran y - como no - del supuesto patrocinio de Dios.
Resultaría largo enumerar las expediciones punitivas de Avri Ran y los suyos contra las aldeas palestinas cercanas y contra los cooperantes israelíes o extranjeros. Los vecinos de Yanún, la aldea más próxima a la Colina de la Eternidad, llegaron a abandonar temporalmente la localidad para expresar su desesperación. En ese supuesto «territorio libre», hasta Tzáhal se mantiene al margen. Solo manda Ran. Según él, su autoridad es tan grande que los propios palestinos le piden a veces que intervenga para solucionar sus conflictos internos.
Para entender al «Rey de las Colinas» conviene recuperar unas frases de su testimonio de 2005 ante un tribunal israelí: «Los árabes no me tienen miedo. Al contrario, me reverencian. ¿Les impuse normas? No hay un sólo árabe en la región de Sjem que se atreva a vulnerar mis normas. ¿Qué significa eso? Que aquí hay un judío, un hijo de Avraham, y que los antiguos judíos empezaron a volver a Israel. Un judío debe ser respetado. Un palestino, al ver un judío, debe inclinar la cabeza».
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