Mientras Irán saca brillo a sus tanques con el punto de mira puesto en Israel, en algún lugar de Tel-Aviv hay un emprendedor creando una empresa de software. Cada año, surgen 300 start-ups (empresas de nueva creación) en el país. Una proeza que ha sido digna de estudio.
El libro Start-up Nation recrea con anécdotas, testimonios y datos, el ADN de un terriorio de apenas un poco más de siete millones de habitantes, cercado por el embargo y en permanente amenaza de sus vecinos árabes. Su autos es Saul Singer. «Los israelíes tienen un estado mental omnicomprensivo», sostiene.
Algunos factores ayudan a entender cómo se ha generado un ecosistema único para la innovación:
Aspectos históricos
Crear una agricultura próspera en tierras áridas no fue una tarea fácil para un país nuevo. Una nación de inmigrantes se las vio y se las arregló para crear una tecnología que permitiera alimentar a la población. Este esfuerzo sirvió de base a toda una filosofía de vida.
Los kibbutzim, por ejemplo, crearon un sentimiento de comunidad basado en la organización y la meritocracia que contribuyó a obrar el milagro, y a asentar un sentido de urgencia muy beneficioso.
Disciplina marcial
Todos los israelíes están obligados a realizar un largo servicio militar. Los mejores alumnos de los últimos cursos son seleccionados para las divisiones de élite. Esto permite una selección natural que forja líderes desde jóvenes, al frente de equipos numerosos, y familiarizados con el manejo de complejas tecnologías.
Los jóvenes maduran antes que la media europea y americana, y tienen una mejor formación en ciencias. De hecho, el avance de la tecnología militar es uno de los secretos del avance en la tecnología civil que ha logrado el país. Existe mucho vínculo entre ambos mundos.
Internacionalización
Estar cercado ha llevado a Israel siempre a mirar más allá de su zona de confort (si es que existe), creando modelos de negocio escalables y productos exportables. A poder ser, sin fletar medios de transporte.
El software es uno de los productos que mejor viaja, y eso para los emprendedores israelíes se ha convertido en una apuesta seria. Una vez más, se trata de hacer de la necesidad, virtud, y de las debilidades, fortalezas.
Un Estado que acompaña
A los líderes políticos se les conoce y llama por su apodo. Probablemente sea más fácil conseguir una respuesta a una petición de cita con Shimón Peres que con cualquier otro presidente de una nación civilizada.
Los israelíes han sido educados en un clima de cuestionamiento de la autoridad, la interpelación y el uso de la argumentación, acompañado, eso si, del esfuerzo y el trabajo.
La función del Estado israelí es remover los obstáculos que impiden al emprendedor poner en marcha su proyecto, y favorecer la I+D+i, y la llegada de fondos de capital riesgo al país.
La colaboración público-privada es especialmente frecuente en el mundo universitario. Sólo la Universidad Hebrea de Jerusalén tiene más premios Nobel que la mayoría de países del mundo.
No estigmatizar el fracaso
Se fomenta el fracaso si se aprovecha como conocimiento. En Israel es más fácil crear y cerrar empresas que en cualquier otro país, e iniciar una nueva aventura empresarial si ha salido mal la anterior.
Contar con una mentalidad abierta, propia de una nación de inmigrantes, es otra de las fortalezas del país, que ha conseguido listar en el Nasdaq más empresas que ninguna otra nación, salvo Estados Unidos.
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