La televisión israelí ha creado teleseries basadas en el conflicto con los palestinos. Es la primera vez que se trata el tema abiertamente y se ha convertido en un éxito.
Soldados caen cautivos en manos del enemigo. Sufren por las torturas, por la separación de sus familiares y su país, por la incertidumbre acerca de lo más básico: si vivirán o morirán en cualquier momento. Sus conciudadanos quieren que regresen. Las presiones en una y otra dirección son fuertes. Finalmente, se llega a un acuerdo de intercambio de prisioneros y los soldados secuestrados vuelven a sus casas. Pero el drama no acaba ahí. Tras años de haber vivido en otro mundo, tienen que lidiar con ese pasado terrible, aunque sólo las personas más cercanas se dan cuenta.
Este es el tema de una de las series dramáticas más exitosas de los últimos años en Israel: «Jatufim», que en hebreo significa «Secuestrados». Pero su particularidad es que aunque no era por cierto una película documental, estaba reflejando la verdad de la guerra. «La serie abordó un tema que sin duda es en Israel un trauma nacional», dice el crítico de televisión Yarón Ten Brink. «En los últimos veinte o treinta años, siempre había algún soldado israelí secuestrado... y no importa en manos de quién estaba, si Hezbolá o Hamás. En los israelíes ha provocado una herida profunda, lo sufren y lo viven a diario. Y lo interesante es que cuando se llevó a la pantalla tocó la sensibilidad de millones de personas».
«Jatufim» tuvo un éxito sorprendente. Con un promedio del 30% de cuota de pantalla, lo que supone que un millón de personas seguía la serie, una cifra importante para la televisión israelí. «Durante mucho tiempo se pensó que el televidente israelí quería sólo ver entretenimiento al final de su jornada de trabajo, cosas livianas, que no quería nada que tuviera que ver con el conflicto, pero era una opinión equivocada y demasiado simplista», afirma Yarón Ten Brink.
El israelí medio, aunque está muy centrado en sus problemas cotidianos, tiene una conciencia muy fuerte de los problemas generales del Estado. El conflicto no resuelto con los palestinos y la hostilidad y riesgo de enfrentamiento en sus distintas fronteras, no son temas que sólo interesas al mundo político o académico. Muy al contrario, es algo que todo ciudadano de a pie siente como suyo, como amenaza directa a su propia vida.
A pesar de ello - o quizás justamente por la tensión que ello significa -, durante muchos años el conflicto estuvo casi ausente, salvo excepciones puntuales, de la pequeña pantalla. El enfoque que daban los creadores de televisión a las series de ficción era especialmente «light».
«En general, la televisión comercial israelí es sobre todo de entretenimiento escapista y no está interesada en analizar los temas más complicados de la vida en el país». «El modelo - añade el crítico - es que antes la gente buscaba cuando volvía del trabajo algo liviano para desconectar, Pero ahora noto que algo está cambiando».
Pero hablar de cambio en la televisión israelí no significa que todo sea drama, guerra y el eterno conflicto palestino, pero sí que está muy presente el conflicto en la zona. Y eso es algo nuevo. El ejemplo más claro al respecto es «Avodá aravit», que significa «Trabajo árabe», una exitosa comedia creada por el escritor árabe-israelí Sayyed Kashua, que, al igual que en su columna en el matutino «Haaretz», habla y cuenta sobre las vivencias de los árabes ciudadanos de Israel. En parte, habla de sí mismo…
Mucho humor
Se trata de un programa con numerosas aristas cómicas que muestra claramente los estereotipos de la sociedad israelí, tal cual los ve Sayyed Kashua desde la óptica del ciudadano de origen árabe. En la segunda temporada que acaba de comenzar, un árabe que vivía en Jerusalén Oriental, decide mudarse a Rehavia, un barrio residencial de la ciudad, lo que desata una gran conmoción... y emoción.
De manera magistral, Kashua muestra al personaje central en su esfuerzo por caer bien a los vecinos judíos. Por ejemplo, le pide a su padre que cuando vaya a visitarle, no grite ni hable en voz alta al entrar en el edificio «porque entre las dos y las cuatro de la tarde aquí se descansa».
O los vecinos de uno de los apartamentos, que apenas abren la puerta cuando el nuevo inquilino viene a saludar, aunque le aclaran que, esto sí, ellos votan Meretz, un partido de izquierda identificado con el apoyo a la paz con los palestinos...
Pero más allá de las risas y las escenas bien logradas, lo interesante es que por primera vez - al menos en varias decenas - se emite un programa en el cual el protagonista y varios de los actores son árabes y la mitad de lo que se oye es en árabe… por más que el nuevo vecino sea un árabe bastante occidentalizado, con un hebreo perfecto y un buen israelí. Pero la tendencia a tratar los temas conflictivos abiertamente va en aumento. Está la serie «Betipul» (que en hebreo significa «En tratamiento», con el actor Assi Dayán). Un psiquiatra, que es el personaje central de la historia, trata, entre otros, con un piloto de combate que se tortura porque bombardeó por error un campamento de refugiados y mató a niños. También se emitió «Parashat Hashavúa», en la que dos de los cinco protagonistas principales eran un chico y una chica árabes de Israel, que querían formar parte de la sociedad israelí y se sentían rechazados.
Una forma de presión
Sea como sea, ambos programas fueron emitidos en canales de pago, que tienen menos audiencia, al menos en comparación con «Jatufim» en el Canal 2 y «Avodá Aravit» en el 10. «Jatufim» fue un gran éxito tanto comercial como artístico. La serie fue comprada en Estados Unidos, aunque allí se hizo una adaptación que cambió mucho guión original, a pesar de que el creador fue contratado para la adaptación. Lo central no eran los prisioneros que volvían, sino los investigadores que los interrogaban sospechando que habían sufrido lavado de cerebro a manos de sus captores y habían vuelto a Estados Unidos para realizar atentados. «Jatufim» también la compraron en Inglaterra, aunque en este caso emiten la versión israelí.
Quizá la prueba de la importancia de esta serie es que «Jatufim» fue uno de los elementos que intensificó la presión pública sobre el Gobierno israelí para llegar a un acuerdo con Hamás que permita la liberación del soldado israelí Gilad Shalit. Mientras los israelíes se debatían sobre el precio a pagar por su liberación y sufrían por su cautiverio, aquellos que se sentaban de noche frente al televisor a mirar «Jatufim» sufrían también por otros secuestrados, inventados en este caso, a los que nadie conocía, pero que habían vuelto a casa.
No todo es guerra, también hay amor
La tensión en la región, especialmente el conflicto con los palestinos en sus diferentes expresiones, ha sido durante muchos años - y sigue siendo - un tema recurrente en el cine israelí. Algunos críticos consideran que su presencia es casi «obsesiva».
«Creo que sería irreal pretender que no esté presente: es parte integral de nuestra vida», explica Einat Kapach, de la escuela de cine de Jerusalén Maalé. «Sin duda, que el tema del conflicto, así como todos los debates que derivan del mismo, ocupe un lugar importante en el cine israelí me parece natural», dice.
Pero hay más. La aparición de algunos personajes en la pantalla puede vincularse con el conflicto, aunque para los israelíes sea simplemente una historia humana. Por ejemplo, «Yossi y Jagger», una de las películas más exitosas de la década pasada, aunque transcurra en un puesto de control del ejército en la frontera con el Líbano, no es una historia de guerra (aunque también allí la muerte y la tragedia están presentes) sino una historia de amor entre dos soldados homosexuales.
El cine israelí está siendo premiado. El ejemplo más reciente es la película «Hearat Shulaim» («Footnote») de Joseph Cedar, que fue candidata al Oscar como Mejor Película Extranjera hace pocos meses.
Fuente: La Razón - España