Para ver lo bien que está haciendo el judaísmo en Israel, usted podía haber realizado un paseo por las galerías del Museo de Arte de Tel Aviv el 26 de mayo de este año, durante la fiesta de Shavuot que conmemora la entrega de Dios de la Torá al pueblo judío.
Entre la medianoche y la madrugada cientos de personas, casi todos ellos seculares, se arremolinaban, con el programa en la mano, escogiendo entre conferencias sobre ecología, mitología, literatura israelí moderna, arte y fotografía. También hubo algunas conversaciones sobre el Talmud y una sobre Dios. La noche terminó con un recital de piano.
Estaba muy lejos del tradicional servicio nocturno de Shavuot, llamado Tikún, que tiene cientos de años de antigüedad. Ello involucró recitar los textos sagrados y el estudio de Talmud toda la noche, rezando al amanecer en Shavuot para celebrar la transmisión de los diez mandamientos en el Monte Sinaí.
Un par de kilómetros siguiendo la carretera, en la ciudad de Bnei Brak toda haredí, los israelíes ultraortodoxos - los hombres solamente - estaban haciendo el Tikún a la antigua usanza. En todo el país, los grupos - en su mayoría ortodoxos de distintas gradaciones, pero también algunos seculares - se reunieron para la sesión de estudio nocturno. En Jerusalén, miles afluyeron al Muro de los Lamentos al amanecer. En Tel Aviv hubo oraciones en la playa. Hace unos años, nadie aparte de los ultraortodoxos habían oído hablar del Tikún; Shavuot para la mayoría de los israelíes era la fiesta en la cual la gente come torta de queso.
«Hoy hay judíos en la televisión, la radio, en la música, la danza y el teatro. Nunca antes. Esa es la medida de nuestro éxito», dice Ruth Calderón, fundadora de Alma, el grupo que organiza el aprendizaje en el museo y sirve como un centro de estudios judíos en Tel Aviv durante todo el año. La Dra. Calderón se centra en escritores, artistas y músicos. «Creo en las élites», dice ella. «A través de ellos estamos llegando a la mainstream (corriente principal de pensamientos y gustos de la sociedad)». Con un doctorado en el Talmud, ella es laica. «Los jóvenes israelíes conocen su Biblia», dice ella. «Pero Ben Gurión nos privó de la sabiduría del Talmud. Habiendo crecido aquí no sabía de mi propia cultura. Ahora la gente está más abierta, curiosa, dispuesta a escuchar».
En una encuesta de creencias y prácticas religiosas entre los judíos israelíes llevada a cabo en 2009, el 46% se define como laico, pero sólo el 16% dijo que no observan la tradición en absoluto. Incluso esa cifra era probablemente demasiado alta, según los investigadores. Sólo el 6% dijo que la circuncisión no era importante para ellos, y sólo el 10% no tenía tiempo para el Seder de Pesaj. Alrededor del 70% de los encuestados dijeron que comían sólo comida kosher. La mayoría observaba el sábado, aunque sólo un tercio del total lo hacía meticulosamente, y la mayoría no son partidarios de la imposición de esas restricciones a los demás. Un sorprendente 20% dijo que asistió a sesiones de estudio de toda la noche en Shavuot.
Todo esto podría significar que Israel es cada vez más religioso, más allá del crecimiento demográfico en los ortodoxos y ultraortodoxos, o que la vieja dicotomía entre lo secular y lo religioso se está erosionando cuando la gente elige con cuidado desarrollar un moderno, pluralista, judaísmo israelí.
A principios de este año un grupo de profesores y estudiantes del antiguo departamento de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, visitó el Peloponeso. «De 35 personas, sólo una persona, una mujer, era observante», informa Alex Yakobson, profesor adjunto. «Sin embargo, todo el grupo estuvo de acuerdo, sin ningún tipo de argumento, para salir de la antigua Olimpia, el lugar más importante que visitamos, y volver al hotel antes de la puesta del sol el viernes. Fue entonces que en este grupo, predominantemente secular, decidimos que queríamos tener un servicio de Kabalat Shabat (recibir el sábado). En casa no lo hacemos, pero en el extranjero parecía correcto de alguna manera. La mujer observante no podía dirigir las oraciones, por supuesto, en nuestra religión machista. Así que optamos por un estudiante para que sea nuestro 'rabino'. Se puso un sombrero y empezó a leer los textos de su ordenador portátil. Alguien había conseguido el vino, y hubo una especie de jalot (panes trenzados) y cantaba todo el mundo. Por supuesto que no era estrictamente tradicional. Pero lo que estábamos haciendo era parte de nuestra cultura israelí. La cultura hebrea moderna y el idioma hebreo en sí mismo son el judaísmo, el carácter judío todo. La religión y la tradición son, evidentemente, una parte importante de la cultura. Una cultura no puede cambiar retroactivamente sus fuentes. Y la mayoría de los israelíes no quieren que se haga».
Las ideas del Dr. Yakobson son doblemente significativas, porque él es una voz intelectual prominente dentro de la comunidad ruso-israelí. «Mis padres eran el producto de la asimilación de sus padres», dice. «Mi abuela dijo que ella había olvidado su yiddish. Pero nunca negó por un momento su carácter judío».
La mayor parte de la comunidad ruso-israelí, ya más de un millón de personas, llegó en la década de 1990, después de la caída del comunismo. «De 1991 a 1999 hubo un cierto declive en el apego a la tradición judía y la religión, al parecer bajo el impacto de la inmigración masiva de la ex Unión Soviética», denota la encuesta de 2009. «Entre 1999 y 2009 hubo un aumento de esta adhesión».
Los inmigrantes rusos se están asimilando decididamente en la sociedad israelí, dice el Dr. Yakobson, y el comportamiento basado en la tradición es parte de esa asimilación. Esto también se aplica, según él, a unos 300.000 de ellos que no son reconocidos como judíos bajo la ley israelí. La ley se basa en la definición ortodoxa de un judío, como alguien que nació de una madre judía o se convirtió al judaísmo. Sin embargo, se permitió a estas personas emigrar y adquirir la ciudadanía israelí inmediata si se trataba de hijos, nietos o cónyuges de judíos de pleno derecho. Algunos de los más jóvenes se convierten durante su servicio militar. Pero la mayoría de los adultos no se puede convertir, y no quiere hacerlo, porque el Gran Rabinato civil, un organismo de derecho público, insiste en que los conversos deben adoptar un estilo de vida ortodoxo.
«Pero ellos, también, quieren ser absorbidos con éxito en la sociedad israelí», dice el Dr. Yakobson. «Se les impide casarse con judíos de pleno derecho en Israel, porque el rabinato tiene el monopolio de los matrimonios. Entonces, ¿qué hacen? Viajan a Chipre para efectuar un matrimonio civil, y eso es legalmente aceptable. Y odian a los rabinos. Pero odiar a los rabinos es una parte integral de la cultura judía israelí. Muchos de los jóvenes israelíes, judíos de pleno derecho, odian a los rabinos también, y se casan en Chipre también. Odiar al rabinato es parte de la asimilación de estas personas en la sociedad y la cultura israelí».
La razón más grande por lejos para odiar a los rabinos, sin embargo, es la conscripción. Los 400 estudiantes del Talmud que Ben Gurión eximió del servicio militar ha aumentado a 110.000 hombres haredim aptos que nunca han servido ni en el ejército regular, ni en la reserva. Cada año, más de 6.000 de estudiantes de seminarios rabínicos haredim llegan a la edad de 18 años y se unen a las filas de los evasores del servicio militar. Esa cifra representa ya el 13% del grupo de edad de sexo masculino judío (los árabe-israelíes también están exentos de reclutarse) y se espera que crezca rápidamente: entre los escolares judíos, el 26% de los alumnos de primer grado son haredim. Sus escuelas se centran en el aprendizaje religioso: incluso las materias básicas como matemáticas e inglés reciben poca atención.
Bajo la ley actual, la evasión del servicio militar se convierte en una forma de vida, porque el evasor debe permanecer a tiempo completo en su seminario rabínico y no se le permite trabajar. El desempleo entre los hombres haredim supera el 60%. El resto de la población lleva sobre sus hombros la carga fiscal de apoyo a la cada vez más empobrecida comunidad haredí.
Pero tal vez no por mucho tiempo. El Tribunal Superior de Justicia ha declarado que la discriminación en el reclutamiento es inconstitucional e instó al gobierno a promulgar una nueva legislación, más equitativa.
Adiós a la vida de contemplación
Para el primer ministro Netanyahu, ansioso de no perder su alianza de largo tiempo con los haredim, ese proyecto es demasiado radical. Él quiere uno más suave, un proceso más gradual de alistamiento haredí, extendido por más de una década. Hace un mes y medio perdió el apoyo de Kadima, el partido de oposición, que se había unido a su gobierno sólo en mayo y salió de nuevo a mediados de julio, que lo acusó de doblegarse a los haredim.
Cualquiera que sea el momento preciso, algún tipo de reclutamiento haredí está en camino. El ejército ya cuenta con unidades especiales haredi-amigables para el pequeño pero creciente número que optan por dejar los seminarios rabínicos y darse de alta. Se les sirve la comida ultrakosher y no hay mujeres soldados que estén a la vista. Una unidad de computación toda haredí de la Fuerza Aérea capacita a los niños prodigio del Talmud para desplegar el potencial de alta tecnología.
Para los seminarios rabínicos, algunos de los cuales son negocios lucrativos de familia, la reforma podría eventualmente significar una drástica reducción. Pero detrás de la indignación haredí existe un reconocimiento a regañadientes de que la «sociedad de aprendices» no puede seguir creciendo indefinidamente. Una comunidad de 850.000-900.000 personas deben tirar de su propio peso económico.
Una reforma creíble del reclutamiento de los haredim sería un gran paso para romper con la división secular-religiosa en la sociedad israelí. Incluso hoy en día, ambos bandos se están moviendo lentamente hacia una mayor tolerancia mutua.
Hasta hace poco tiempo el día de reposo era a menudo un día de batalla donde los haredim trataban de imponer su forma rígida de observancia del sábado en el resto de la población, el cierre de calles, avenidas y carreteras y el apedreo de cines.
Ahora ellos tienen localidades y barrios totalmente haredím en sus propios y grandes, homogéneos suburbios, por lo que tienen menos razones para interferir con los modos de vida de otras personas.
Por el contrario, ahora hay muchos haredim que el resto ya no puede ignorar.
Fuente: The Economist
Traducción: Roberto Faur