«Nadie hace un favor a Israel proclamando su derecho a existir», escribió Abba Eban, en un artículo de noviembre de 1981 en el New York Times. «El derecho de Israel a existir, así como el de los Estados Unidos, Arabia Saudita y otros 152 estados, es evidente y sin reservas. La legitimidad de Israel no está suspendida en el aire, esperando el reconocimiento de la casa real saudita. Tampoco la OLP tiene un status legal para poder conceder el reconocimiento de cualquier país, o negárselo».
El artículo del ex ministro de Exteriores, uno de los portavoces más representativos de Israel en la arena internacional, fue escrito en respuesta al plan del Rey Fahd de Arabia Saudita, que propuso un reconocimiento implícito del derecho de Israel a existir como parte de una iniciativa para terminar con el conflicto israelo-árabe.
«No hay seguramente ningún otro Estado«, escribió Eban, «grande o pequeño, joven o viejo, que consideraría el mero reconocimiento de su 'derecho a existir' un favor, o una concesión negociable».
Desde entonces, la discusión del derecho de Israel a existir ya no es sólo patrimonio de los árabes en conflicto con Israel, sino que forma parte del discurso europeo y americano. ¿En años recientes, en particular desde la segunda Intifada y del fracaso de Camp David, uno puede encontrar un número creciente de discusiones sobre temas tales como: «¿La creación de un Estado judío ha sido un error?», o, «¿debemos cooperar en la abolición de Israel?».
Ningún gobierno europeo, y seguramente tampoco el ejecutivo estadounidense, apoya esta posición. Además, los 25 miembros de la Unión Europea declararon en 2005 que negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación - por ejemplo, afirmando que el Estado de Israel es una empresa racista; es equivalente al antisemitismo. Sin embargo, esta discusión, que solía ser monopolio de grupos efímeros, se ha infiltrado en el discurso dominante. Hoy en día, uno puede encontrarla en casi cualquier país occidental.
Este fenómeno ha conducido, aparentemente, a que los organizadores de la reciente Conferencia de Herzlía sobre la Estabilidad de la Seguridad Nacional de Israel, hayan incluido una sesión extraordinaria sobre la negación del derecho de Israel a existir. La sesión fue moderada por la doctora Fania Oz-Salzberger de la Universidad de Haifa, que escribe sobre ese sujeto para periódicos americanos y europeos. Los participantes fueron el antiguo ministro de justicia y catedrático canadiense, Irwin Kotler; el presidente de la Agencia Judía, Natán Sharansky; el historiador americano Richard Landes; Malcolm Hoenlein, presidente vice-ejecutivo de la Conferencia de los presidentes de las Organizaciones judías americanas y Abraham Foxman, director nacional de la Liga Antidifamación.
Un ejemplo prominente de esta tendencia es el artículo de Tony Judt, un historiador judío americano muy considerado, que fue publicado en la Review of Books de New York en octubre de 2003. En el artículo, «Israel: la Alternativa» Judt propuso abolir el Estado de la nación judía y sustituirlo por un Estado binacional en la Tierra occidental de Israel.
El argumento principal de Judt es que el Estado de Israel es anacrónico. Él afirma que ciertos movimientos nacionales europeos - que están en el origen del sionismo - han creado sus estados naciones aprovechando la desintegración del Imperio Austro-húngaro al final de Primera Guerra Mundial, pero que el hogar nacional judío ha debido esperar otras tres décadas, hasta la caída del Imperio británico.
Ignorando otros ejemplos que contradicen su tesis - India, Paquistán y la mayor parte de los países del Oriente Medio y África -, Judt afirmó que Israel, simplemente, «llegó demasiado tarde y que la misma idea de un Estado judío, en el cual los judíos y la religión judía tienen privilegios exclusivos, de los cuales los ciudadanos no judíos están para siempre excluidos, es una idea arraigada en otro tiempo y lugar. Israel, en resumen, es un anacronismo».
El artículo de Judt despertó una gran indignación en Israel y en el mundo, y en su estela, su nombre fue eliminado de la cabecera de la revista The New Repúblic, donde figuraba como colaborador.
Pero, durante la Segunda Guerra de Líbano, otro artículo, aún más duro, tomó su antorcha, esta vez en Europa. El intelectual noruego, Jostein Gaarder, autor del best seller internacional, «El Mundo de Sofía», afirmó en el periódico noruego Aftenposten:
«Ya no aceptamos al Estado de Israel. Tenemos que acostumbrarnos a la idea: el Estado de Israel, en su forma actual, es historia».
En su artículo, en el que aparecían elementos religiosos, escatológicos y apocalípticos que le daban el sello de una profecía mesiánica, Gaarder escribió: «El Estado de Israel, con su arte sin escrúpulos para la guerra y sus armas repugnantes, ha masacrado su propia legitimidad. Ha desobedecido, sistemáticamente, la ley internacional, las convenciones internacionales e innumerables resoluciones de Naciones Unidas, y ya no puede esperar protección de su parte. Ha bombardeado sobre el reconocimiento que le había otorgado parte del mundo y del cual se beneficiaba. ¡Pero no se preocupen! Esta época difícil terminará pronto. El Estado de Israel ha violado el reconocimiento del mundo, y ya no tendrá ninguna paz hasta que deponga las armas».
Gaarder concluyó su artículo con una especie de profecía o juicio final, donde predijó la destrucción de Israel y un nuevo exilio judío: «Si la nación israelí entera debierá sucumbir bajo sus propias intrigas, y partes de su población debierán huir de las áreas ocupadas ahora por otra diáspora, entonces nosotros decimos a sus vecinos: !Permanezcan en calma y ténganles piedad! Es un crimen eterno, sin remisión, castigar a un pueblo de refugiados y apátridas».
La defensa más fundamental del derecho de Israel a existir fue elaborada por el catedrático Alan Dershowitz, que intervino en la Conferencia Herzlía, vía satélite desde Estados Unidos. En su libro, «El Derecho de Israel», Dershowitz afirmó que hablando de los judíos o del Estado de Israel, la gente a menudo emplea dobles estándares. Cuando Israel es atacado por violar los derechos humanos, por ejemplo, los acusadores ignoran a menudo las violaciones paralelas cometidas por sus vecinos y otros países. Esto, naturalmente, da ocasión de preguntarse cómo, «de los 200 países miembros de Naciones Unidas, el Estado de Israel es el único cuyo derecho a existir es puesto en cuestión».
La conclusión es que negar el derecho de Israel a existir dice más del propio «negador» que del Estado de Israel. Oz-Salzberger está de acuerdo con este argumento, y trata de clasificar las violentas críticos contra Israel. Antes que nada, ella distingue entre «los argumentos basados en lo que Israel realmente hace, que pueden dar lugar a una crítica legítima, y los argumentos sin relación con lo que verdaderamente hace Israel».
La siguiente etapa en «esa pendiente deslizante», como Oz-Salzberger la describió, es la crítica que apunta a Israel en tanto entidad homogénea, sin distinguir entre la gente y el gobierno, o entre los diversos grupos políticos.
«Cuando los alemanes atacan a Estados Unidos, por ejemplo, ellos siempre distinguen entre la administración Bush y el pueblo norteamericano. Ellos dicen que tienen un problema con la administración actual, como su decisión de ir a la guerra en Irak, pero enfatizan que no tienen ningún problema con el pueblo norteamericano. No he visto nunca en esas críticas despiadados esa misma diferenciación con respecto de Israel. Cuando no se distingue entre la variedad de ideas dentro de la sociedad israelí, es una señal clara de un sentimiento hostil hacia Israel».
Los diferentes boicots académicos contra Israel caen en esta categoría, aseguró Oz-Salzberger.
La étapa siguiente en el camino de negación del derecho de Israel a existir es la observación: «Es una vergüenza que Israel fuese creado». Como ejemplo, Oz-Salzberger, hizo mención del sondeo europeo del 2003 que determinó que Israel era el país más peligroso para la paz mundial, por delante de Irán y Corea del Norte. Estos argumentos pueden tener un trasfondo antisemítico, en conexión con las teorías de la conspiración judía - «Los judíos controlan Hollywood», «Los judíos dominan la administración de Bush» -, pero también pueden ser solamente expresión de hostilidad hacia Israel. En este último caso, se concentran en negar el derecho de Israel a existir.
El doctor Richard Landes, que también participó en la sesión, se acercó al sujeto como un medievalista: «En mi campo», aseguró, «noté un modelo: Los grandes brotes de antisemitismo vinieron después de períodos caracterizados por actitudes muy positivas hacia los judíos, que podrían ser denominadas filo-judaicas. Los mejores ejemplos son la Reforma de Martín Lutero y las Cruzadas. Desde 1945, sobre todo en Estados Unidos y Europa, los judíos han sido muy bien tratados, y este es, parece, el período más largo en la historia con un tratamiento tan favorable. Yo creía que la erupción antisemita vendría del fundamentalismo cristiano, que podría estar decepcionado por las expectativas exageradas sobre el año 2000, pero al final surgió realmente del mundo de la izquierda laica».
«El punto decisivo fue la cumbre de Camp David. Hasta entonces, muchos periodistas norteamericanos hablaron con gran optimismo, con un sentimiento de que todos los problemas podrían ser solucionados, y que la humanidad se dirigía hacía una mejor dirección. Después, las conversaciones fracasaron, la segunda Intifada estalló e Israel fue acusado de ser responsable de todos los problemas del mundo», dijo Landes.
«Hay voces en el mundo árabe que niegan el derecho de Israel a existir, pero, en los últimos años, también las hemos encontrado en Occidente. Uno de los motivos de esto es simplemente la realpolitik. Nadie se pregunta por el derecho de China o de Rusia a existir, aunque está claro que ellos violan los derechos humanos mucho más que Israel - en Chechenia o en Tíbet -; pero Israel es un pequeño país, y uno puede imaginarlo, sin problemas, que cesa hipotéticamente de existir», agregó.
«Pero otra explicación radica en el placer que se siente con la desgracia ajena, principalmente en los medios de la izquierda laica.
Muchos europeos, realmente disfrutan condenando a Israel y afirmando que es la fuente de todos los problemas, porque eso alivia sus sentimientos de culpabilidad respecto al Holocausto. Ese es, realmente, el objetivo de los europeos: sentir que ellos ya no son culpables, o al menos que su culpa no fue tan terrible», señaló.
Landes dijo que esto ocurre, por lo general, en los círculos intelectuales occidentales de la izquierda que niegan el derecho de Israel a existir. Ellos tratan de evitar ser catalogados como «pecadores» por haber hecho daño a otras naciones. «Pero, sí Israel nació en pecado», afirmó Landes, «entonces todos los países del mundo nacieron en pecado, y mucho más un país como Estados Unidos».
Landes comentó que él no rechaza categóricamente la idea de una Asamblea General de Naciones Unidas que adopte una resolución que declare que Israel no tiene derecho a existir.
«A nivel diplomático, sería una alianza con el mundo árabe. Europa trataría de contrarrestar a Estados Unidos en la arena internacional, y, por lo tanto, optaría por acercarse al mundo árabe. Esto, por supuesto, también proviene de preocupaciones demográficas observables en casi cada ciudad europea. El serio problema que tienen los europeos con los musulmanes les ha llevado a convertir a Israel en cabeza de turco. Ven en ello una solución conveniente y cómoda a la amenaza musulmana», concluyó.