Está claro que los ciudadanos árabes de Israel no están haciendo caso de los malos consejos de algunos de sus líderes, diputados incluidos, que siguen incitándolos contra su país.
Dichos dirigentes, que quieren que los ciudadanos árabes boicoteen cualquier intento por parte del Gobierno de incorporarlos plenamente a la sociedad israelí, están llevando a cabo una campaña contra el plan de reclutar jóvenes de su comunidad para el servicio nacional civil como una alternativa al servicio militar.
El plan pretende resolver diversos problemas, especialmente de tipo laboral, que afrontan los jóvenes árabes que no se alistan al Ejército hebreo.
Pero pese a dicha campaña, un informe publicado hace pocos días reveló un significativo aumento del 76% en el número de voluntarios árabes desde septiembre de 2011.
Según dicho reporte, publicado por la Dirección del Servicio Nacional Civil, cerca de 3.000 árabes se voluntarizaron en los últimos dos años para prestar el servicio nacional civil. En 2012 el número llegó a 1.700.
El ministro de Economía y Comercio, Naftalí Bennett, respondió a este hecho declarando que era consciente de que ciertos líderes árabes se oponían enérgicamente a la idea del servicio nacional para los jóvenes de su comunidad. «Hay quienes no desean ver a los sectores árabe y judío coexistiendo de forma pacífica, pero no les vamos a dejar ganar», afirmó.
Los voluntarios árabes son enviados a hospitales, escuelas e incluso son reclutados al destacamento de bomberos de sus propias comunidades.
El informe coincide con un mayor esfuerzo de parte de algunos diputados por animar a sus electores a que busquen separarse de Israel, más que integrarse.
Así, el parlamentario Jamal Zahalka propuso recientemente una ley que determine que Israel reconozca a sus ciudadanos árabes como«minoría nacional». El verdadero objetivo de esa iniciativa es conseguir el autogobierno de los 1,4 millones de árabes israelíes, y convertir sus ciudades, pueblos y aldeas en áreas autónomas.
Incluso algunos diputados árabes expresaron su oposición al proyecto de Zahalka, señalando que en realidad obstaculizaría los intentos de lograr la igualdad entre judíos y árabes.
La propuesta de Zahalka es otro intento de politizar la causa de la población árabe israelí, en vez de ocuparse de problemas sociales, económicos y culturales a los que se enfrenta ese sector de la población del país.
Si Zahalka y otros líderes árabes israelíes desean expresar su identidad nacional, podrán hacerlo en un futuro Estado palestino. En él se sentirán más cómodos con dicha identidad, sin tener siquiera que ser considerados una minoría.
El problema es que hoy resulta muy difícil encontrar a un árabe israelí que quiera mudarse a un Estado palestino controlado por la OLP o por Hamás, que es la principal razón por la que muchos de ellos se oponen a la idea de un canje de territorios entre Israel y la Autoridad Palestina (AP).
Los ciudadanos árabes de Israel no están luchando por sus derechos políticos, de los que ya disfrutan - en caso contrario, no habría partidos políticos árabes, ni diputados árabes en el Parlamento, ni embajadores árabes en el cuerpo diplomático israelí, ni ministros árabes en el Gobierno, ni jueces árabes en los tribunales israelíes. Más bien luchan por unos servicios mejores y por una mauor equidad. Exigen más empleos en los sectores público y privado y una distribución más equitativa de los fondos presupuestarios.
Cualquier intento de politizar su causa no hará sino dañar a los árabes israelíes, la gran mayoría de los cuales son leales a Israel.
El destacado aumento en el número de voluntarios árabes para el servicio nacional civil es un hecho alentador que muestra que muchos jóvenes de esa comunidad perdieron la fe en sus representantes, especialmente en aquellos que tratan de incitarlos contra Israel.