Netanyahu no es Churchill, sino Chamberlain. Al igual que éste, optó por seguir su propio camino: continuar su asalto a la democracia hasta el punto mismo de destruir la Corte Suprema de Justicia y conseguir que el poder legislativo funcione como un brazo del poder ejecutivo.
Un estado democrático se prepara para librar una batalla existencial involucrando a todos sus ciudadanos y forjando alianzas internacionales; en cambio, la preparación por parte de un estado fascista comienza por la supresión de los opositores en el propio país, a la vez que intenta forjar alianzas en el extranjero; pero un estado fascista-mesiánico no sólo se dedica a suprimir a los opositores en el país, sino que se convierte en paria internacional.
Cualquier persona capaz de asustarse con la imagen de un líder israelí considerado en el exterior como "mentiroso" y extremista, al tiempo que demuestra una particular inclinación por suprimir la democracia en el país, debe comprender el contexto. Bajo el gobierno de Binyamín Netanyahu, quien se preparara ahora para una guerra existencial, Israel ha elegido. Incluso para el Likud, se trata de una revolución.
¿Habría sido posible la destrucción del reactor iraquí en 1981 sin el proceso de paz egipcio-israelí de 1977-79? Es poco probable. El primer ministro Menajem Begin comenzó a ocuparse del reactor iraquí en junio de 1977. No hay certeza de que él haya optado por la paz con Egipto, ni que haya prometido evacuar la totalidad del Sinaí -promesa que precedió la visita del presidente egipcio Anwar Sadat - solamente para generar la cobertura diplomática necesaria que le permitiera bombardear Irak. Pero queda claro que Begin comprendió que tenía la obligación estratégica de forjar un camino hacia la paz, y por lo tanto, de disipar el temor de Occidente ante su extremismo.
Esa es la razón que lo llevó a establecer un gobierno junto a Moshé Dayan y Yigael Yadin, y por eso decidió retirarse del Sinaí. Y en virtud de su famosa afirmación: "Hay jueces en Jerusalén", con la cual aceptaba la supremacía del imperio de la ley, junto con el crédito diplomático que había ganado, podía bombardear a Irak a pesar del considerable rechazo que generaba la medida; aunque contara con el apoyo entusiasta del jefe del Estado Mayor y del comandante de la Fuerza Aérea.
Y Begin no fue el único. Cualquiera que haya mantenido una conversación seria con el primer ministro Itzjak Rabín en 1992, pudo comprender aquello que lo había conducido hasta el proceso de paz. Desde su primer mandato como primer ministro, Rabín estuvo de acuerdo con la idea de la visa necesaria para visitar el bloque de asentamientos de Gush Etzión en Cisjordania, pero tenía una razón estratégica para adoptar esa medida.
En 1992, comprendió que el programa nuclear de Irán y su extremismo religioso constituían la verdadera amenaza para Israel; entonces, decidió poner en práctica un ordenado plan para lidiar con el problema. El proceso de paz tenía como objetivo convertir aquella ventana de supremacía nuclear que Israel, según fuentes extranjeras, había abierto en 1971, en una serie de acuerdos estabilizadores que enfriaran las tensiones en la región.
En un mundo que veía a Rabín como a un "amigo" estratégico - capaz de llegar mucho más lejos que el presidente estadounidense Bill Clinton -, el poder de la cobertura estratégica que le había otorgado a Israel era enorme. Tal cobertura podría haber permitido el paso desde la ambigüedad nuclear a la disuasión abierta; le habría permitido a Israel resguardarse bajo el paraguas defensivo y disuasivo de la OTAN; y de ser necesario, habría permitido el ataque por parte de Israel con un amplio apoyo internacional.
Por lo tanto, Netanyahu no es Churchill, sino Chamberlain. Al igual que Chamberlain, ha optado por continuar su propio camino, como si no hubiera ninguna amenaza existencial. Y para Netanyahu - una versión mesiánica de Chamberlain - negarse a abandonar su propio camino equivale a continuar su asalto a la democracia, incluso, o más exactamente, hasta el punto mismo de destruir a la Corte Suprema. De este modo, Jerusalén, tal como en los días de la gran rebelión contra los romanos, que desembocó en la destrucción del Segundo Templo, está quemando los graneros del apoyo nacional e internacional.
La preciada gema que corona este movimiento anti-democrático se ha camuflado a sí misma bajo el ropaje de una cuestión técnica. Pero cambiar la composición de la Comisión de Nombramientos Judiciales no es para nada un asunto técnico. En Israel, que no tiene Constitución, donde el poder legislativo funciona como un brazo del poder ejecutivo, y donde parte de los medios de comunicación ha sido conquistado por el gobierno, la independencia del sistema legal es la última barrera que queda en pie. Una vez que los políticos, por medio de tales maniobras, logren hacerse con el control de la corte, los últimos restos de la democracia israelí habrán desaparecido por completo.
La mayoría fascista que se está quedando cada vez más con el control tendrá entonces la facultad de realizar maniobras adicionales antes de las elecciones. Será capaz, por ejemplo, de impedir la candidatura de un partido árabe, por lo cual los árabes tendrán motivos para boicotear las elecciones, y también podrá permitir el voto de los judíos en el exterior, todo ello sin ningún control judicial efectivo. Estos cambios técnicos menores habrán de asegurar por toda la eternidad una mayoría de derecha fascista y mesiánica.
Esta es, por tanto, la prueba para los ministros Dan Meridor, Benny Begin, Ehud Barak, y Gideón Saar, y, sobre todo, para el presidente de la Knéset, Reuven Rivlin, quien parece estar permitiendo e incluso apoyando este golpe de estado contra la Corte. Toda aquella conmoción expresada por Rivlin y sus colegas acerca de las leyes antidemocráticas de la Knéset no vale un centavo. Cualquier persona que propicie la destrucción política de ese último vestigio de la democracia, la Corte Suprema - y especialmente, en un momento tan aciago - está emprendiendo un asalto sobre Israel. El resto de estas leyes atroces no son más que bagatelas. El control de los Tribunales es lo que importa.
Así, Israel es conducido hacia su confrontación con Irán no por el "amigo" del mundo, sino por alguien que ha sabido granjearse el general aborrecimiento, tanto en Israel como en el exterior, en su figura de "mentiroso" anti- democrático.
Chamberlain fue expulsado por sus colegas en el último minuto, una vez que su error estratégico resultó evidente. Si Israel quiere seguir existiendo, Netanyahu debe sufrir un destino similar; y debe ser derrocado antes de que pase la tormenta.
Fuente: Haaretz - 22.11.11
Traducción: www.argentina.co.il