Durante años, la gran discusión del establishment israelí estuvo centrada en el tiempo. El primer ministro y el ministro de Defensa sostenían que, en lo relativo a Irán, no había tiempo que perder. El ex jefe del Mossad, en cambio, afirmaba lo contrario: teníamos tiempo suficiente.
Ahora viene la Agencia Internacional de Energía Atómica a demostrarnos que, efectivamente, no hay tiempo que perder. Todavía podría haber sorpresas, por supuesto. Los milagros han ocurrido antes, y bien podrían ocurrir otra vez. Pero en este punto, parece como si el primer ministro, Binyamín Netanyahu, y el ministro de Defensa, Ehud Barak, tuvieran razón, mientras que el ex jefe del Mossad, Meir Dagán, estuviera no solamente equivocado, sino además, dispuesto a desinformar al público.
Por lo que el año decisivo no habrá de ser 2018 o 2015. Será 2012. Israel está cada vez más cerca de tener que decidir entre lanzar un ataque o permitir el desarrollo de armamento nuclear.
A principios del siglo 21, Israel entendió que Irán planteaba un serio problema. Es decir, llegó a entenderlo, pero no lo comprendió. Los gobiernos israelíes prefirieron ocuparse de Siria y de la Autoridad Palestina, de Hezbolá y de Hamás. Siempre se les dio prioridad a las viejas ideologías. La política era algo insignificante y el hedonismo inmenso. Preferimos no reconocer lo que ya todos sabíamos.
Sin embargo, el establishment estratégico no podía ignorar el hecho de que más allá de las colinas de oscuridad, una tormenta estaba preparándose. Por lo tanto, asignó sus mejores recursos para mantener la tormenta bajo control; para ganar tiempo; un año, y otro, y otro más. Mañana y mañana y mañana.
La escuela de pensamiento del "mañana" se convirtió en la dominante. Resultaba mucho más cómoda, política y emocionalmente hablando, e incluso produjo resultados. Esos resultados acreditaron a Dagán. Una y otra vez, el decisivo año era empujado hacia atrás. Una y otra vez, el plazo lograba posponerse. Se hicieron cosas realmente increíbles, y hubo algunos logros impresionantes. Ciertamente, Israel no cura el cáncer, pero tuvo un éxito continuo en retrasar su aparición. Así fue como Dagán se convirtió en el Sumo Sacerdote. Así fue como llegamos a creer que era omnipotente. Israel creyó en la ilusión de que los trucos y artimañas podrían salvarlo.
Pero el informe de la AIEA publicado en Viena hizo añicos la ilusión. Allí se demuestra que Irán no sólo posee enriquecimiento de uranio y programas de misiles, sino que además lleva adelante un plan para fabricar armas atómicas; que cuenta con instalaciones secretas y rutas de entrega ocultas, y que actualmente trabaja a hurtadillas en el desarrollo de una bomba nuclear.
Con un stock de cinco toneladas de uranio enriquecido a bajo nivel y 70 kilogramos enriquecidos a nivel moderado, Irán está a punto de lograrlo. Con el gobierno de Teherán desarrollando detonadores y cabezas nucleares, la amenaza iraní es real e inmediata.
Se dice que Dagán llevo a cabo un montón de cosas importantes, pero no ha cumplido la misión que le encargara Ariel Sharón hace una década: No fue capaz de frustrar los planes nucleares de Irán.
Dagán, para distanciarse de su propio fracaso, emprendió un feroz ataque contra Netanyahu y Barak. Esa es la razón por la cual hemos tenido que ser testigos de todo lo ocurrido en los últimos meses. Sin embargo, el problema ni comienza ni termina con Netanyahu o con Barak. El problema es que Israel no supo aprovechar completamente los preciosos años que le brindó Dagán.
Se hicieron cosas; no es casualidad que una mañana se lance un misil balístico de prueba desde las dunas de Palmahim. Pero Israel no hizo lo que tenía que hacer para estar preparado, tanto a nivel nacional como internacional. No logró detener a Irán diplomáticamente. No sacó ninguna ventaja de la desconexión, ni de la Cumbre de Annápolis. Barack Obama se las arregló para convencer a los grupos de inteligencia occidentales, pero nunca fue capaz de conseguir el apoyo de la opinión pública occidental. Sharón, Olmert, Livni, Netanyahu y Barak nunca lograron que la comunidad internacional hiciera lo que puede hacer.
Hace años, un alto funcionario de inteligencia muy experimentado me dijo que el enfoque de Dagán no era parte de la solución, sino más bien, parte del problema. Ahora quedó clara su afirmación. La ilusión del tiempo creada por el ex jefe del Mossad terminó anestesiándonos a todos. Esa ilusión de lo temporal embotó nuestros sentidos. Nos negamos a oír el susurro de las centrifugadoras o a aceptar su importancia.
Pero ahora las escuchamos. Y ahora el tiempo se nos ha acabo: el "mañana" ya llegó.
Fuente: Haaretz - 20.11.11
Traducción: www.argentina.co.il