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Bibi el estadista

Israel tiene un estadista capaz de tomar decisiones valientes y correctas. Por una semana, por lo menos, el primer ministro Binyamín Netanyahu demostró un liderazgo digno de alabar en las negociacioles que llevaron a firmar un acuerdo para la liberación de Gilad Shalit.

Bibi tomó la decisión correcta y, de manera sorprendente, logró reunir una aplastante mayoría en el gobierno para llevar a cabo la maniobra.

El acuerdo por Shalit no está exento de problemas. La liberación de 1027 prisioneros palestinos a cambio de un soldado israelí constituye un precio muy alto. Conocer el motivo por el que se retrasó tanto un canje cuya idea general estaba clara desde hace tiempo, también resulta problemático.

No menos preocupante es la posibilidad de que los prisioneros palestinos liberados vuelvan a participar en actos terroristas, pero a pesar de todo, la firma del acuerdo era la única manera correcta de proceder. Shalit tenía derecho desde hace tiempo a recuperar su libertad, y otros soldados de Tzáhal y sus familias desde hace tiempo que tienen el derecho a saber que existe un gobierno en Jerusalén velando por sus destinos y que no habrá de abandonarlos si son capturados.

El acuerdo para la liberación de Shalit muestra que, cuando quiere, Bibi es capaz de tomar medidas valientes, sin tener que enfrentar una oposición significativa. Esta lección debería guiarlo también cuando de lo que se trata es de medidas mucho más cruciales que la liberación de un soldado.

Netanyahu obtendrá ganancias concretas e inmediatas al traer a casa a Gilad. Hay que recordar que en la tradición judía tuvo siempre gran importancia cumplir con el precepto de rescatar s los cautivos y no abandonar a los soldados. Al hacerlo, Bibi recobró su carácter de líder capaz de decidir sin que le tiemblen las piernas. Con ello, diluye en cierta medida los embates provenientes de la protesta social expresada a través de las recientes manifestaciones, y también refuta las voces críticas internas y externas que lo acusan de pasividad y carencia de iniciativas al enfrentar la campaña diplomática de Mahmud Abbás en los foros internacionales.

Gilad Shalit se ha convertido desde hace tiempo en un símbolo nacional. Su regreso a casa ha desatado una efusión de júbilo entre los israelíes, aun cuando esa euforia quede mezclada con preocupaciones por el futuro y las reservas sobre el precio.

Noam Shalit, padre de Gilad, dijo al reencontrarse con su hijo que éste volvió a nacer. Nada puede ser más simbólico en este final de la Fiesta de Sucot en el que comenzamos nuevamente a leer la Torá con Parashat Bereshit.