La misma historia se repite en todos nuestros gobiernos: Después de uno o varios atentados terroristas, ambas partes no hacen más que embarcarse en una reacción en cadena de ataques y contraataques. Al final, todo gira en torno a definir quién disparará el último misil.
El hecho es trágico. No tiene en realidad ninguna importancia la cuestión de saber quién habrá de disparar último toda su munición. La disuasión no se logra por medio de misiles u obuses, incluso cuando fuera el último proyectil disponible. Mientras tanto, se hace daño a un número cada vez mayor de civiles inocentes, tanto en nuestro lado como en el otro. Cada muerte arrastra una nueva escalada de violencia, y cada nuevo incremento en esa escala provoca más muertes. Finalmente, ambas partes pierden el control.
Según estimaciones expresadas en las discusiones en el ámbito de defensa durante el fin de semana, el múltiple ataque terrorista al norte de Eilat sorprendió a Hamás. El grupo no tenía información previa sobre la operación, y en todo caso, no estuvo involucrado en su planificación o ejecución. En principio, Hamás se muestra a favor de extender la tregua hasta nuevo aviso.
No obstante, no parece que Hamás lamentara la muerte de ciudadanos israelíes. La relación entre la dirigencia de los líderes de Gaza y las demás organizaciones en la Franja es compleja. Un oficial de Tzáhal la comparó el sábado con la relación entre Yasser Arafat y Hamás: Podrán tomar el camino más descabellado, pero no seré responsable por ello.
Este juego conduce necesariamente a una explosión: Si Hamás constituye el gobierno soberano de Gaza, entonces no puede ser eximido de responsabilidad, ni con respecto a Israel ni con relación a sus propios ciudadanos. En última instancia, termina siendo arrastrado a una batalla que no buscó; una batalla que no puede conllevar victoria alguna.
El gobierno israelí tampoco será capaz de lograr ninguna victoria en esta batalla. El trasfondo de su decisión de responder a los ataques terroristas con una serie de ataques aéreos es claro. Sin embargo, su estrategia no lo es tanto: ¿Qué es lo que nos proponemos lograr en este asalto? ¿Qué es lo que se pretende alcanzar a largo plazo? Si el objetivo es destruir el gobierno de Hamás en Gaza, esta no es la forma. Si el objetivo es aceptar la existencia de Hamás, ciertamente tampoco es ésta la mejor manera de hacerlo.
El gobierno israelí cuenta con sofisticados medios militares a su disposición; sin embargo, carece de toda estrategia.
La serie de ataques en la frontera con Egipto constituye la primera prueba seria de los lazos entre Israel y el nuevo régimen en El Cairo. Esa es la novedad y también el peligro que presenta esta ocasión. Las conclusiones no son del todo inequívocas: Por un lado, los comandantes egipcios colaboraron en el terreno con Tzáhal durante y después de los incidentes, y han mostrado plena disposición para investigar conjuntamente los hechos. Por otro lado, las autoridades egipcias permitieron a los terroristas llegar a la frontera, y por lo menos en un caso, operar cerca de una posición egipcia con dotación activa.
Egipto está actualmente gobernado por un régimen militar provisional que existe a merced de la voluntad popular presta a tomar las calles. El compromiso con el acuerdo suscrito con Israel existe, pero está sometido a un cotidiano asalto. Podemos suponer que el próximo régimen reducirá aún más su compromiso él. El Acuerdo de Camp David constituye un activo vital en materia de seguridad. Israel no debe renunciar a él. Netanyahu debe aprender de su fracaso cuando la gestión de la crisis con Turquía; no podemos permitirnos perder a Egipto.
No todos los incidentes mortales comienzan con un grosero error. No obstante, gran parte de los recientes acontecimientos podrían haberse evitado. Esta afirmación se aplica sin ninguna duda a los incidentes de los recientes atentados: Esta vez resulta verosímil el hecho de que podrían haberse frustrado, o por lo menos, minimizado. Era posible identificar en esta ocasión una advertencia concreta, pero, por razones que aún no se han aclarado, no logró traducirse en la práctica como esa serie de pasos necesarios que deben seguirse en estos casos. El precio de esa incapacidad fue alto; muy alto. Lamentablemente, seguimos pagándolo, en Beer Sheba, Ofakim y Ashkelón.
Fuente: Yediot Aharonot - 28.8.11
Traducción: www.argentina.co.il