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Hacia las urnas

Algunos políticos ya están hablando de elecciones para el próximo otoño, en la víspera de las elecciones de EE.UU. Esos son los optimistas. Y hay otros que hablan de elecciones para mucho antes, durante la primavera. De una forma u otra, el año electoral ya está en marcha.

Tales son los cálculos que se manejan estos días en la esfera del gobierno, entre los funcionarios de los principales partidos y entre los altos burócratas del ejecutivo. El cálculo afecta indudablemente la conducta de los políticos. Podemos verlo en todos los temas que tocan, desde los precios del queso cottage hasta el problema de la vivienda y los votos de la Knéset. Ya no hay más un gobierno y una Knéset, ni una coalición ni una oposición. Todo lo que hay es un montón de candidatos de primarias dispuestos a hacer cualquier cosa - entendámonos bien: realmente cualquier cosa - con tal de ser elegidos.

Avigdor Liberman suele ser generalmente el primero de los ministros en perforar el barco de la coalición. Basándonos en su comportamiento actual, bien se puede suponer que habrá de mantenerse fiel a esa tradición. Liberman insistió en llevar a votación la propuesta de establecer una comisión de la Knéset para investigar a las ONGs de izquierda. Él sabía de antemano que la perdería, sin embargo, eso no lo detuvo. Pero la verdad es lo opuesto: el objetivo era avergonzar a Bibi a los ojos de los votantes de derecha.

A fin de garantizar que todo el mundo captara el mensaje, Liberman convocó a una conferencia de prensa en la que se encargó de retratar a Netanyahu - sin llamarlo por su nombre - como un político débil, propenso a la presión, y temeroso de los medios de comunicación y la crítica mundial.

Liberman es caprichoso: cualquiera puede entender por qué se molesta, pero a veces ni siquiera él tiene capacidad suficiente para explicar el momento. Ese ritual humillante al que sometió a Netanyahu puede comprenderse en el contexto de las elecciones y de la guerra librada entre él y el Likud por los votos de sus seguidores.

Sin embargo, Liberman sólo es un actor en un amplio escenario. El líder de Shás, Eli Yishai, es testigo de lo que está ocurriendo entre Liberman y Bibi, y se pregunta, ¿por qué deben decidir ellos la fecha de las elecciones basándose en lo que les conviene? ¿Por qué no yo?

Yishai recorrió un largo e interesante camino el año pasado, desde el margen de la derecha hasta el centro del espectro político. El impasse en las negociaciones con los palestinos y los perjuicios sobre Israel tras la votación de la ONU en septiembre son motivos de gran preocupación para él. La situación social le está ganando el juego en su propio terreno. Es probable que las apariciones de Arieh Deri también lo molesten. Todo lo cual hace de él un elemento no menos caprichoso que Liberman en lo relativo al adelanto de los comicios.

Los ministros y los miembros de la Knéset también perciben el cambio en el ambiente. Todos los ministros que estuvieron ausentes durante la votación de las ONGs faltaron por miedo a tropezar con obstáculos: los ministros del Likud no querían votar en contra de la propuesta y ser castigados por los miembros de derecha del partido, pero a la vez, tenían miedo de votar en contra de Bibi y ser castigados por él. Estaban tan asustados que decidieron irse a casa.

Los miembros de Shás en la Knéset prefirieron marcharse porque no querían premiar a Liberman, pero tampoco estaban dispuestos a votar con la izquierda. Incluso los diputados del ex Partido Religioso Nacional prefirieron salir corriendo.

Un total de 54 miembros de la Knéset pronunciaron su discurso durante el debate, pero el primer ministro optó por guardar silencio. Solamente se limitó a murmurar "en contra" durante la votación como si acabara de tragar algo picante.

El voto mezquino sobre la comisión de investigación es otro indicio de que la temporada de elecciones está próxima. Indicios no menos importantes emergen en aquellas encrucijadas donde se supone que el gobierno debe mostrar su capacidad para tomar decisiones. Las manifestaciones por el precio de la vivienda, que amenazan con alejar a los jóvenes votantes del Likud, no es algo que pueda resolverse rápidamente. Toda decisión adoptada por el gobierno en materia de departamentos subsidiados beneficiará, en última instancia, sólamente a las familias ultraortodoxas: más grandes y más pobres. A falta de una solución para la clase media, Bibi se dedica a publicar comunicados de prensa todos los días.

Lo mismo ocurre en relación al costo de los productos lácteos y con muchas otras cuestiones.

Los altos burócratas del gobierno lograron captar el mensaje: los que pueden hacerlo, desertan, y los que se quedan, se sienten frustrados. El gobierno de Netanyahu hizo - o no hizo - lo que pudo. Ahora marcha camino a las urnas.

Fuente: Yediot Aharonot - 14.8.11
Traducción: www.argentina.co.il