¿Dónde está la gente a la hora de luchar por el queso cottage de nuestra existencia y futuro? ¿Dónde está cuando por vez primera se dejan oír en todo el mundo dudas acerca de la legitimidad de nuestra existencia como Estado judío?
Las revoluciones se suceden en nuestra región; los regímenes corruptos están derrumbándose; la gente lucha por tener libertad de elección y expresión, y en Siria, aún sigue derramándose sangre.
Mientras tanto, en Israel, Twitter y Facebook, que han animado a millones a sumarse a la lucha contra gobiernos opresores, sólo lograron una leve reducción del precio del queso cottage. Todo comenzó con un joven padre llamado Itzjak Elrov, un cantor litúrgico de la ciudad ultra-ortodoxa de Bnei Brak, quien llamó a los consumidores a boicotear el queso cottage hasta que se redujera su precio.
La respuesta del público sorprende ya que se trató de una declaración de guerra por parte del ciudadano común en contra de varias familias que dominan la economía y determinan el sabor y el valor de los productos. Lo que el gobierno fue incapaz de hacer - ¿mencionó alguien por ahí la connivencia entre el gobierno y las empresas? - la gente lo está logrando: dejó de comprar los productos hasta que los ricos empresarios, preocupados al ver cómo se deterioraraban en los estantes, tuvieron que rendirse. Tal como el general Evelyn Barker, comandante de las fuerzas británicas durante el mandato británcido de Palestina, afirmó: "Castigaremos a los judíos atacando sus bolsillos y mostrándoles nuestro desprecio". Lo que Barker no podía imaginar era que un judío pudiera atacar el bolsillo de otro judío.
¿Pero dónde está la gente - que sabe cómo rebelarse cuando se trata de los bolsillos y del vientre - a la hora de luchar por el queso cottage de nuestra existencia y futuro? ¿Dónde está cuando por vez primera se dejan oír en todo el mundo dudas acerca de la legitimidad de nuestra existencia como Estado judío?
¿Qué más tiene que ocurrir para que los israelíes, tan decididos en el combate por un producto alimenticio, expresen su exasperación ante el estancamiento sin paz que nos está llevando indefectiblemente a la Asamblea General de la ONU, donde nos aguarda una sorpresa que apenas podremos digerir?
De repente, luego de 63 años, cada vez más países se preguntan si existe realmente una justificación para nuestra existencia como Estado judío. Entre las personas que operan en contra de nosotros se incluyen judíos y jóvenes estadounidenses, quienes censuran decididamente nuestro comportamiento. Lo que fue bueno durante los días del primer ministro Itzjak Shamir (no hacer o iniciar nada) resulta ahora un fatal estancamiento.
Cierto observador político describe el estado de ánimo de Israel como "el síndrome del café", que siempre nos ha caracterizado: Si los ataques terroristas ocurren en los cafés, ciertamente no vamos a iniciar negociaciones con los terroristas. Pero si no hay ataques terroristas, ¿por qué deberíamos estar dispuestos a hablar con terroristas?
La acción del gobierno no sugiere la idea de que debería realizarse una iniciativa de paz a cualquier precio. No nos da la sensación de que sus decisiones están sopesándose cuidadosa y sabiamente. Tomemos por ejemplo al gobierno que "decide" devolver los cadáveres de 84 terroristas a la Autoridad Palestina, y dos días más tarde decide cancelar ese gesto. ¿Y por qué sucedió eso? Porque el primer ministro Binyamín Netanyahu lo decidió, y el ministro de Defensa, Ehud Barak lo canceló, alegando que también allá hay cadáveres de terroristas de Hamás, o que no es algo bueno para las relaciones públicas en lo que respecta a la liberación del soldado cautivo Gilad Shalit. Si nuestro juicio se revela tan pobre en este caso, ¿qué clase de juicio podríamos esperar de nosotros mismos cuando se trata de personas con vida?
Ha llegado el momento de que nos preguntemos una serie de cosas acerca de nuestra manera de pensar. Por ejemplo, ¿debemos mantener nuestra permanencia en el Valle del Jordán? ¿Deberíamos apostar gente en ese lugar para que nos alerte cuando se dispare un misil nuclear iraní? O bien, ¿constituyen realmente las fronteras de 1967, las cuales rechazamos airadamente al ser propuestas como base para un acuerdo, aquellas "fronteras de Auschwitz", tal como Abba Eban las denominó alguna vez? ¿No alcanzamos nuestra mayor victoria militar a partir de las fronteras de 1967? ¿Existe realmente un peligro demográfico? Si afirmamos que no, ¿sería algo tan terrible absorber unos pocos refugiados palestinos?
¿Importa realmente nuestra exigencia de ser reconocidos como Estado del pueblo judío? Después de todo, los judíos lograron ser una nación en el siglo 13 a.C., cuando Moisés los trajo a la tierra de Canaán. El Primer Templo fue destruido en el 586 a.C., el Segundo Templo, en el año 70. ¿Se había oído alguna vez la palabra "Palestina" en aquel tiempo? ¿Acaso se menciona un Estado palestino en el plan de partición de la ONU de 1947? Nuestra demanda de reconocimiento como judíos es un chiste.
Cuanto más tiempo pasa más flagrante resulta la distancia y alienación entre el público israelí y sus líderes, ministros y millonarios. La mayoría de la gente no siente que haya un adulto colectivamente responsable conduciéndonos hacia la paz. Los ultraortodoxos y los extremistas son quienes realmente deciden sobre la política del Estado de Israel.
¿Dónde está esa revolución del queso cottage político que finalmente logre poner a disposición de todos el gran sueño de Israel?
Fuente: Haaretz - 12.7.11
Traducción: www.argentina.co.il