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La amenaza de Bibi

Al igual que muchos israelíes legítimamente preocupados, también yo deseo conocer lo que las más altas autoridades vieron en la residencia del primer ministro Binyamín Netanyahu. ¿Qué fue lo que a Meir Dagán - quien ya ha visto todo - logró provocarle tal perturbación?



Más de una vez en el pasado un primer ministro israelí cayó enfermo mientras su dolencia permanecía rigurosamente oculta al público durante mucho tiempo. De hecho, hubo una época en que la vida de los gobernantes solía ocultarse detrás de un velo de silencio. Fue el caso de Golda, durante su mandato, y de Menajem Begin al momento de padecer sucesivas recaídas. Sus médicos supieron encubrirlas diestramente afirmando que se encontraba bien, hasta que finalmente se hizo pública su incapacidad para continuar y renunció, retirándose así a un período de reclusión que duró hasta su muerte.

Para Begin, un hombre de conciencia, los acontecimientos de la Guerra del Líbano supusieron una profunda desazón: Las mentiras, las derrotas y la manera en que evidentemente había sido guiado hasta alcanzar un lugar al que nunca se había propuesto llegar. El sitio donde actualmente se realizan en vano las protestas por Gilad Shalit fue durante años el escenario de manifestaciones contra la guerra del Líbano. Por la noche, en su cama, Begin permanecía en vela sin poder evitar el sufrimiento, sangrando con cada baja en el frente de batalla, hasta que ya no pudo más.

Es como si aquellos días ya sólo fueran parte del pasado.

Cuando un primer ministro se enferma, como Sharón u Olmert, se informa con una transparencia casi total. Médicos y conferencias de prensa; rayos X y encefalogramas. Aquellos lejanos días de vaguedad informativa acerca de la salud del primer ministro han concluido.

Sin embargo, hoy se percibe cierta neblina envolviendo la residencia del premier israelí.

De vez en cuando, algún funcionario - un ex asesor, un director, o un personaje de primera línea de la talla del Jefe del Mossad, Meir Dagán - termina su mandato y abandona el domicilio de la calle Balfour dejando entrever un desastre próximo. Un terrible informe de lo que está a punto de suceder. Un relato sobre la pérdida de control; un líder confuso incapaz de tomar decisiones adecuadas. Una serie de rumores acerca del desatinado avance camino al abismo.

Un discurso que resulta similar a aquellas insinuaciones en voz baja de los tiempos de enfermedad.

Sugiere con preocupación la inquietante proximidad de un gran desastre pero no brinda más detalles. No se trata aquí de rivales ideológicos o de enemigos políticos, sino más bien de figuras que hasta hace poco solían mantener reuniones con Netanyahu de manera regular. Fueron testigos de cosas que los hicieron estremecer. Observaron con consternación algún tipo de deterioro que sólo dejan insinuar.

Afirman a medias y sin demasiado entusiasmo que el hombre a cargo del gobierno de este país no está gobernando en absoluto. No se debe confiar en él, dicen. No murmuran acerca de algún problema cardíaco o de próstata, o de cualquier otra dolencia física capaz de ser resuelta por un médico, cardiólogo o algún otro especialista, sino más bien sobre algo más misterioso aún, y no por ello menos peligroso.

Al igual que muchos israelíes legítimamente preocupados, también yo deseo conocer lo que las más altas autoridades vieron allí. ¿Qué fue lo que a Meir Dagán - quien ya ha visto todo - logró provocarle tal perturbación? ¿Cuál es esa enfermedad no física que anida en lo más alto de nuestro poder ejecutivo y que no deja dormir tranquilos a los ex funcionarios desde su renuncia?

No habrá sido ciertamente la comprensión del hecho de que Netanyahu es un primer ministro frustado; al fin y al cabo, todo el mundo sabe eso. Hemos tenido primeros ministros como él antes. Tiene miedo de tomar decisiones y se deja influir por los demás. Las grandes corporaciones lo tratan, y a nosotros también, como mejor les parezca. La clase media, encargada de llevar al país sobre sus espaldas, se está viniendo abajo.

Sin embargo, no es ese el tema de sus rumores; no hacen alusión a la amenaza interna que supone para Israel el desempeño de un líder que ha logrado privatizarnos por completo. No. Lo que dejan entrever es la imagen de un gobernante desesperado, confundido y asustado como un niño solo en una casa oscura. Hay algo allí; algo se presiente en esa casa oscura: un grave peligro.

Un sabio chino escribió alguna vez: "Si un soberano no es capaz de guardar el orden en sí mismo, mal podrá ordenar su reino". ¿Es eso de lo que están hablando los altos funcionarios? ¿Se refieren a un soberano gobernado por el desconcierto, en su interior y alrededor de él, y que por ende, habrá de llegar a todos nosotros? ¿Quieren que nos percatemos de un amo poderoso que presiente ya su cercano final y desea que su reino perezca con él? ¿Qué es lo que quieren decirnos?

Por favor, ocúpense de hacer su trabajo y despejen de una vez esa obstinada niebla que oculta de nuevo la residencia del primer ministro sobre la calle Balfour y todo nuestro futuro. Con sugerencias y rumores no alcanza.

Fuente: Yediot Aharonot - 8.7.11
Traducción: www.argentina.co.il